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En esta ocasión dejaré a las autoridades involucradas el análisis político que pudiera corresponder en estos tiempos de transición de las administraciones saliente y entrante en el estado; y al Municipio de Puebla y su Dirección de Policía y Tránsito; de un hecho vejatorio, vergonzoso, y ruin ocurrido este domingo en que en los estadios coincidieron, en horario, el juego de béisbol entre Pericos de Puebla y Diablos Rojos del México, que inició al mediodía, y el de futbol celebrado a las 15 horas entre los Camoteros y el Betis. Dado el atractivo deportivo que para las aficiones tuvieron ambos juegos, antes de la hora de arranque en el Hermanos Serdán, los estacionamientos oficiales estaban a reventar. Los aficionados que llegaron en momentos previos o concomitantes al inicio del beis y los que llegaron con poca antelación para tomar lugar en el Cuauhtémoc, viendo ya la imposibilidad de ocupar los cajones de estacionamiento decidieron, por indicación de los franeleros que hicieron su agosto cobrando entre 50 y hasta 100 pesos, ocupar la esquina donde confluye la avenida que separa a los estadios, de la Unidad Habitacional Las Maravillas; con la Avenida Ignacio Zaragoza, frente a una gasolinera. En ese lugar, la primera indicada conduce a una pequeña curva que rodea al estacionamiento de Acrópolis.

Quien conozca la zona sabe o podrá cerciorarse que, efectivamente, en dicha rúa los bordes de camellón central y banquetas están pintadas de amarillo pero no existe ninguna banderola oficial, más representativa para la generalidad de los automovilistas, de la prohibición del estacionamiento en dicha zona; a pesar de la circunstancia, los franeleros llamaban a tomar estacionamiento en batería en el citado lugar; la presencia de patrullas de tránsito en la zona, sin impedir la actividad ilícita de aquellos, daba la impresión de permisividad para ocupar los espacios indebidos que se ofrecían. No puedo afirmar que existió contubernio entre franeleros y agentes de tránsito; pero tampoco podría asegurar lo contrario dada la forma en que sucedió el hecho que narro, dejando muy mal sabor de boca no solo para los poblanos afectados sino, sobre todo, a los aficionados que vinieron desde distintos lugares de la República a presenciar alguno de los partidos.

Los aficionados poblanos caímos en la trampa de los franeleros y con mayor razón cayeron los visitantes. Quienes tuvimos el infortunio de atender las indicaciones de tales personas nos vimos orillados a cubrir la cantidad exigida tanto por la premura del tiempo para entrar a ver el espectáculo favorito, por la presencia de policías de tránsito en el lugar, y también por el consabido temor de que, por negarse al pago, al salir del evento el auto haya sufrido cualquier ataque como los rayones de pintura o el robo de alguna de sus partes. Así que, estacionamos los vehículos y nos metimos a disfrutar el juego de cada preferencia. Al filo de las 15:30 horas concluyó el partido de béisbol. Todos aquellos que dejamos en ese lugar el auto, sufrimos la decepción y enojo de ver que la placa trasera había sido quitada de su lugar.

En el sitio, dos patrullas de tránsito con los números TM-2004 y TM-2005 obstruían exactamente el paso al costado izquierdo de Acrópolis, de modo que los inconformes con tal hecho acudimos a preguntar a los oficiales -de un total de seis ocupantes de esas unidades solo aceptaron identificarse uno que dijo llamarse Rubén Alfonso Uría López y otro en cuya placa se leía <<A. Padilla>>-, sobre el motivo por el que se nos había retirado la placa de circulación. Los indicados policías dijeron que seguramente por estacionarnos en lugar prohibido, haciendo la salvedad que no habían sido ellos los ejecutores de la acción sino otra patrulla que no podían identificar cuál había sido. A muchos de los ahí reclamantes ni siquiera le fue dejada la boleta oficial correspondiente a la infracción, como ocurrió con quien esto escribe. La inconformidad estuvo a punto de bronca porque uno de los aficionados visitantes le mentó la madre a un uniformado, misma que el aludido respondió en igual forma; de no ser por otros de los presentes que lo impidieron, la pelea entre ambos estaba garantizada.

Por tratarse de un hecho que, como podrán constatarlo las autoridades, involucró a cientos de aficionados que vieron trocada su diversión dominical en un acto que unánimemente calificaron de atropello, no necesariamente con estas palabras, la imagen de Puebla, las empresas deportivas y el deporte en esta ciudad han quedado manchados por el resentimiento de muchos aficionados que se vieron obligados, muchos de ellos, a retornar a su lugar de origen sin su respectiva placa de circulación y con la molestia de quedar constreñidos a tener que volver a esta ciudad para poder recogerla después de pagar su respectiva multa. Aquí, si se ve circular algún auto sin la placa trasera es posible que sea un aficionado que quiso disfrutar de un buen encuentro deportivo y se vio sorprendido por franeleros y agentes de tránsito.

Hubo un corto tiempo, quizá unos dos meses del interinato, en que se pudo disfrutar de tales espectáculos de manera segura con presencia de policía auxiliar y de tránsito en el estacionamiento común de los estadios. Algo desafortunado pasó. Este hecho parece haber dado por concluido el esfuerzo por garantizar la asistencia tranquila a ellos. Se suma a otro igual de tramposo, la reventa de boletos en el Serdán, que se da de manera abierta en todo el trayecto que los aficionados caminan hacia las puertas de ingreso. Ignoro si se busque un descrédito político para alguien; eso podrán valorarlo mejor las autoridades. Los empresarios del béisbol y el futbol deben considerar que estas acciones, por atentar contra la afición de sus equipos, puede generarles un rechazo a concurrir a los estadios por el clima de inseguridad que ya se advierte, o por la actitud autoritaria y prepotente de los agentes de autoridad quienes, como en este caso, no solo decían desconocer los datos de la supuesta patrulla que había quitado las placas sino que, asumiendo un aire intelectual de tinterillos de mala escuela, no se cansaban de repetirnos que “todo acto de autoridad tiene un recurso”. Así pues, una vez que nos descubrieron el hilo negro de su actuación arbitraria, unos más pronto, otros insistiendo más tiempo en la devolución de su placa, nos retiramos del lugar angustiados porque alguna otra patrulla no nos fuera a detener por la falta de placa y sin llevar la boleta de infracción. Este tipo de actos no deben seguir ocurriendo en Puebla, ni en ningún otro lugar, claro. Creo que por las circunstancias en que se dio este penoso incidente, los aficionados merecen una disculpa pública y la devolución sin multa de su lámina de identidad vehicular. Sostener la arbitrariedad tendrá sus costos políticos y alguien seguramente buscará capitalizarlos. ¿A alguien le interesa esta inconformidad de la afición? Pues hagan algo por favor.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 29 de julio 2019.
José Samuel Porras Rugerio

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