Columnistas-VeronicaMastretta

El invento de la luz eléctrica es uno de los que más cambió la forma de vivir de los seres humanos a partir del siglo XX. La luz que ilumina un foco, que recarga un celular, que bombea el agua que alimenta nuestras llaves y los campos que producen lo que comemos , ya no nos parece motivo de asombro. Ni siquiera sabemos de dónde proviene ni cómo se genera. Cada vez es más difícil la generación de energía eléctrica para los más de 125 millones de mexicanos que la demandamos y el impacto ambiental para producirla deja huellas preocupantes que además nadie quiere tener cerca. Hay diferentes grados de impacto ambiental en cada forma de generar electricidad. Hay tecnologías mucho más limpias que otras, pero México aún necesita andar un largo camino para transitar hacia ellas, a la energía eólica y solar, que comparadas con las que queman carbón o petroleo son infinitamente mejores.

Las energías limpias harán la diferencia para detener el cambio climático. Para los gobiernos que aún minimizan su existencia, la plaga del zargazo en las playas de la riviera maya, un alga que se reproduce excesivamente entre otras cosas por el aumento de la temperatura global del agua debido al consumo de combustibles fósiles, es una clara llamada de atención para quienes insisten en seguir atados a tecnologías del pasado. Llamaremos bendita a la realidad, que al parecer y de momento, es el único contrapeso real para ciertas decisiones gubernamentales que no abonan al cuidado de nuestro planeta.

Tan les ha alcanzado la realidad, que ahora han tenido que aceptar que una planta de luz que funciona con gas natural es mucho menos dañina que una planta de combustoleo o de carbón. Quizá fue por eso o porque la escasez de generación de luz nos alcanzó, que el gobierno de López Obrador retomó la puesta en marcha de la termoeléctrica de Huesca , en Morelos, eslabón final del PIM (Proyecto Integral Morelos), que consistió en construir un larguísimo gasoducto de casi 160 kilómetros en su última fase. Aunque las constructoras fueron las empresas españolas Elecnor, Abengoa, Enegás y Bonatti , los 25 mil millones de pesos de inversión fueron erogados al 100 por ciento por CFE.

En febrero de 2019 se llevó a cabo una consulta pública local acerca de la terminación de dicha termoeléctrica, diseñada para abastecer de electricidad a casi todo Morelos. El gobierno de López Obrador supo con certeza que sin esa planta, los apagones en el sur de la ciudad de México y en Morelos estarán a la vuelta de la esquina, tan cerca como este octubre de 2019. La consulta, aunque se llevó a cabo ya en la administración actual, se hizo con una metodología que no es pública ni estuvo vigilada como debiera estarlo, por lo que jurídicamente no es vinculante. El imperio de la ley no es precisamente popular en este momento, así que las consultas poco rigurosas se han usado para respaldar decisiones del presidente. Podría decidir igual sin dichas consultas. Es su atribución y está dentro de sus facultades, pero dada la complejidad social que rodea al proyecto, optó de nuevo por ese tipo de consultas, que a mi parecer pueden ser armas de dos filas. La última etapa de 160 kilómetros del gasoducto pasa por 24 municipios de Puebla, Morelos y Tlaxcala . A solo 400 metros de llegar a su destino, el gasoducto se detuvo y en el municipio en donde operará la termoeléctrica, los consultados dijeron NO. La puesta en marcha de la planta es de pronóstico reservado, porque muchos de los grupos que se unieron a Morena y apoyaron a López Obrador en la elección de 2018, se opusieron a la construcción de la planta y lucharon activamente contra el proyecto, entre otras cosas, interponiendo un gran número de acciones judiciales y amparos. Sin embargo, cuando López Obrador vio los números y los beneficios de terminar el Proyecto Integral Morelos y las consecuencias de que siguiera detenido, tomó la decisión de apoyarlo. La realidad pesó. El estado mexicano decidió no darse el lujo, como sí se lo dio en el aeropuerto, de tirar los 25 mil millones de pesos ya invertidos en la termoeléctrica. De momento no hay otra alternativa para dar luz a Morelos en el plazo inmediato. La consulta se hizo para intentar pacificar a los opositores del PIM, pero la oposición tiene una honda raíz y no desaparecerá por la pura voluntad presidencial.

Fui testigo hace 5 años de cómo el Gobierno Federal vía la CFE empezó a negociar el ducto de gas natural que terminaría en Huesca. El ducto pasó a 16 km. de la ciudad de Puebla. Muchos dueños de tierras se negaron a permitir el paso por sus predios. Todos desconfiaron y para muchos no hubo explicación técnica que valiera. Los técnicos de CFE visitaron casa por casa, predio por predio, para pedir el permiso para que el gasoducto pasara por cada terreno afectado. La afectación era lineal con diez metros de ancho y cerca de un metro de profundidad. Yo conocí la propuesta de primera mano, una propuesta muy completa y bien explicada en cuanto a riesgos y afectaciones. Conocer el proyecto me obligó a pensar en muchas cosas. Nunca me había preguntado de dónde venía la luz que usaba cada día. El ingebniero responsable explicó los años que llevaban negociando para cruzar por la zona de Puebla hacia Atlixco y Morelos. Muchos dueños de predios, ejidos o pequeños propietarios dijeron que no, y con cada no, hubo que diseñar un nuevo trazo para el ducto. El proyecto para una generación más limpia de luz avanzó de manera lentísima a pesar del enorme esfuerzo de gestión política que se llevó a cabo. Muchos de los que se opusieron hoy gobiernan , y hoy se han visto obligados a cambiar de opinión. La realidad es un gran contrapeso cuando todo lo demás falla.

Otras tecnologías como la eólica y solar, que antes eran muy caras para generación masiva, han tenido un notorio avance en estos últimos años. México es un país de muchas horas/sol al día y buen viento en varias zonas del país, y sin embargo la CFE no parece muy interesada en impulsarlas.

En el estado de Puebla se ha incursionado en los últimos años para generar luz eólica de manera seria y exitosa en base a las reglas de la reforma energética, hoy en la congeladora. La generación de esta energía equivale ya a un ahorro de 55 mil toneladas anuales de CO2 y equivale a dar luz a 25 mil hogares. Un segundo campo eólico se está construyendo y contará con 84 aerogeneradores en los municipios de Cañada, Chapulco y Nicolás Bravo. Abastecerán a las empresas Telmex, Cervecera Modelo y grupo Mabesa. Pero al parecer CFE no seguirá por este camino. Integrantes de la Unión de Propietarios de Energías Renovables del Istmo manifestaron su preocupación tras conocer el anuncio de CFE en enero de 2019, en el que Manuel Bartlett canceló la licitación de la línea de transmisión de corriente directa que saldría del sur de Oaxaca a las entidades del centro del país. Esa línea daría salida a 2000 MW , suficiente para dar energía a 700 mil casas y ahorrar la emisión de un millon y medio de toneladas anuales de CO2 . Se haría con una inversión privada de mil 700 millones de dólares. Es una paradoja que mientras en Huesca el gobierno de López Obrador batalla para echar a andar la termoeléctrica, por otro lado detenga la licitación de las líneas de conducción para sacar la luz eólica en la que ya se está invirtiendo en esa zona del país, con reglas del juego claras y legítimas.

Si la demanda de luz va por delante de su generación y hay lugares como Morelos, en que los apagones serán inevitables sin nuevas fuentes de electricidad, cuesta trabajo comprender qué los llevó a tomar la decisión de continuar con una termoeléctrica que se combatió duramente desde muchas de las bases sociales de Morena, y por otro lado se detiene la conducción de energía limpia del Istmo de Tehuantepec hacia el centro del país.

Lázaro Cárdenas creó CFE el 14 de agosto de 1937. Su finalidad era proveer luz sin fines lucrativos a los sectores sociales abandonados por las empresas privadas, que no encontraron alicientes económicos para proveer a comunidades rurales que no consideraban rentables. La decisión de Cárdenas en ese entonces fue acertada. El estado empezó a producir luz y muy pronto, las empresas extranjeras, una canadiense y otra norteamericana, empezaron a frenar su producción y a comprar luz a CFE . Se volvieron intermediarias entre CFE y muchos usuarios, revendiendo la luz de CFE al triple de su precio y dejando de invertir en sus instalaciones propias. En Puebla, industrias textileras de gran tamaño, que producían su propia luz, como Atoyac Textil, que tenía su propia hidroeléctrica funcionando desde 1910, empezaron a comprar la luz a CFE a partir de 1957. Para 1960, México tenía 20 millones de habitantes, era predominantemente rural y solo el 44 por ciento tenía luz en su casa. En ese contexto se entiende perfectamente la decisión de Lopez Mateos de nacionalizar la generación y distribución de luz. La luz privada era cara y la estatal barata. Era otro momento y otra realidad de país. Pero nada es estático y la realidad actual es muy distinta. Hoy la luz de CFE es cara y la privada se ha ido abaratando. Regresar a ese modelo del pasado será imposible, simplemente porque no hay dinero que alcance.

No creo que regresar al monopolio del estado sea la solución. Los monopolios no son sanos. Sí lo sería la participación mixta, con una poderosa y justa rectoría del estado sobre cada proyecto, aplicando las normas ambientales y reglamentando bien las consultas públicas. La desconfianza hacia los mega proyectos y la oposición a los mismos genera divisiones en las comunidades, o entre las comunidades y sus autoridades, o entre las autoridades y los constructores, y peor aún, entre todos. Se requiere de la verdad científica y técnica y de un manejo de comunicación social extraordinario para saber si esos proyectos serán viables o no. También se requiere fortalecer a las instancias inspectoras gubernamentales, a las que prácticamente se les está dejando en los huesos y en manos de los sindicatos, los cuales no están facultados por ley para tener responsabilidades administrativas. Ya llegará la realidad a poner orden, aunque quizás será demasiado tarde. El estado mexicano se está desmontando a sí mismo a una velocidad inusitada y con altísimo riesgo de volverse inoperante.

Una buena rectoría del estado sobre la generación de luz es preferible a un nuevo monopolio que difícilmente se auto regulará . El actual gobierno federal ha demostrado que cumplir con las normas ambientales no es su prioridad, como tampoco parece serlo el cumplir con los compromisos internacionales adquiridos en materia de reducción de contaminantes. En particular, los monopolios en la generación de luz están desapareciendo en el mundo, pero los controles sobre sus impactos ambientales y su mitigación están creciendo en los países comprometidos con los acuerdos de París para detener el calentamiento global.

¿Queremos luz? Tendremos que abrir los ojos y aceptar que la que hoy nos llega ni siquiera sabemos de dónde viene.

¿Hidroeléctricas? ¿Quema de Carbón? ¿Del petroleo? ¿Luz eólica? ¿Solar? ¿Termoeléctricas? ¿Energía Nuclear? ¿De un monopolio estatal? ¿De participación mixta?

Averigüemos de dónde viene nuestra luz y pensemos: ¿De dónde es mejor que venga?¿Cuál tiene los menores costos ambientales , económicos, políticos y sociales? Cualquier proyecto que se proponga debería estar perfectamente alineado a la normatividad ambiental, sometido a una absoluta transparencia, a una contraloría abierta, y acompañado de una extraordinaria política de gestión social y financiera.

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