Cartas a Gracia

Leyendo la síntesis de noticias que me enviaras el día 22 de octubre, me encontré con la relatoría de un “conversatorio” en el que, un autocrítico Otto -tercer encargado del despacho educativo de la actual administración federal-, charlara con un par de interlocutores “connotados” del ámbito académico. La percepción y las respuestas con toda seguridad diferirían, si los cuestionados hubiesen sido maestras y maestros frente a grupo. Responderían que en las escuelas se enseña lo mismo y de la misma manera, y que la reforma educativa no ha llegado al ámbito escolar. La nota de la síntesis me remitió a un boletín de prensa (nº 277, 16 de octubre), documento del que destaca el 6º Informe de Labores de la dependencia que rindiera Otto mediante el procedimiento descrito.

Puntualizaré, grosso modo, tanto como el espacio lo permita. Iniciaría por comentar que, en un primer apartado, el encargado del despacho educativo alude a los documentos que su oficina deberá entregar a la siguiente administración (libro blanco, memorias documentales, informe de rendición de cuentas, informe de labores, etc.) que no serán sujetos de comentario en la presente. Ignorando que la reforma educativa ha sido cuestionada fundamentalmente por maestras y maestros que deberán aplicarla, 18 párrafos adelante insiste en “señalar” la posible utilidad para “el diseño, la formulación y la ejecución de la política pública para la próxima administración”.

Tras preguntar y preguntarse ¿por qué es importante la Reforma Educativa?, y hacer alguna reflexión filosófica para responderse, Otto hace referencia a “algunos flechazos numéricos […] para comprender la dinámica” de la Reforma Educativa; “lo qué se ha avanzado, lo que no”. Inicia Gracia, por aludir -como se le hizo costumbre- a la que presuntamente sería la joya de la corona de la reforma estructural, autocalificada como la más importante del sexenio: el Servicio Profesional Docente. Cita en primer instancia a los 807 000 suspirantes por tener una chamba cuasi-segura a través del examen de ingreso al servicio profesional como ejemplo de la aceptación de las evaluaciones (prueba a la que fueran convocados también egresados de universidades públicas y privadas), pero ignora que fuera la aduana indispensable para obtener trabajo y una muestra del desempleo galopante que agobia a la sociedad mexicana. Resaltarían en contrasentido a la afirmación del encargado del despacho, varias cuestiones, entre ellas; a) la presencia creciente de universitarios desempleados, superior a la reconocida por el INEGI (3.3% anual) que de bote pronto habrían descubierto su “vocación magisterial” y que, casualmente, mostraron un alto grado de “no idoneidad”, superior a la de los normalistas; b) una desproporción en la oferta y la demanda de docentes en la educación pública dado que, poco menos de 1 de cada 5 (172 000 de un total de 807 000) obtuviera un empleo remunerado, mostrando adicionalmente, la falta de planeación de la educación normal y que; c) a pesar del juego con las cifras, reconozca las fallas en la formación de los examinados al reprobar -no idóneos- el examen de ingreso, 1 de cada 2 evaluados y de ellos, menos de la mitad obtendría “una plaza” y de esos, casi 1 de cada 2 habrían sido declarados “no idóneos” al término de los dos primeros filtros antes de otorgárseles un contrato por 4 años al aprobar el examen de permanencia.

Otto alude a las cifras de quienes presentaran el examen de ingreso y la sumatoria de todas las evaluaciones (1 520 753 evaluados), incluidas las de desempeño al término del primero y del segundo año en el servicio, las de promoción señalando una mejora, a pesar de que, un 45 por ciento de los docentes se ubica en los niveles inferiores (suficientes e insuficientes), y los vincula con supuestos mejores resultado en el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes, pero elude cualquier referencia al número de maestras y maestros en servicio que presentaron el examen de permanencia en el Servicio Profesional Docente debido al incumplimiento (en aproximadamente un 80 por ciento) de la meta de evaluar al 100 por ciento del personal docente en funciones, establecida por el INEE.

Sin embargo, él afirma que “por muy distintas razones los maestros que están participando en la evaluación del desempeño no solamente están siendo más, sino que están haciendo un esfuerzo adicional muchísimo más importante por obtener o situarse en los niveles de desempeño más alto”, cuestión que en su percepción, incidiría en un mejor aprovechamiento del desempeño escolar, asunto que las cifras no respaldan. Sin hacer eco de la crítica, Otto ignora que los cuadros de “Diferencias en la puntuación promedio 2015 y 2017 por entidad federativa” que obtuvieran alumnas y alumnos en matemáticas y en lenguaje y comunicación, descendieron de 500 a 497 puntos en el primer caso, y de 500 a 495 en el segundo, con independencia de la movilidad entre entidades según lo refiere la fuente que él mismo cita (Planea Resultados Nacionales 2017) que publicó el INEE.

De ser convidados a la mesa del exquisito maestras y maestros, le habrían espetado directamente lo que tú y yo hemos conversado. Que la reforma educativa nunca llegó para bien a las escuelas y que en ellas “se sigue enseñando lo mismo y de la misma manera”, debido a la pauperización de la actualización y formación continua de los docentes con el San Benito del exceso de trabajo burocrático que ahora deben llenar, originado por nuevas formas de planeación (argumentada) y por las ocurrencias de programas coyunturales decretados por su antecesor y la carencia de un prometido Nuevo Modelo Educativo, que aún brilla por su ausencia. Las cuentas no les salen Gracia.

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