columna-invitada

Por Vania Mejía López, directora de la Compañía Nacional de Teatro de Antorcha

El próximo 21 de julio, celebraremos el décimo primer aniversario luctuoso de quien fuera fundador y director de la Compañía Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista: Víctor Puebla, mejor conocido como El Divo de Puebla. Sí, ya son once años de ausencia de uno de los mejores actores y directores que ha engendrado Puebla, once años desde la última vez que lo vimos interpretar, junto a Marko Castillo, su emblemática obra: Divertimento Poblano.

Son muchas las cualidades que se pueden destacar de este hombre de teatro; fue actor, director, dramaturgo, articulista de la revista buzos, pero, por encima de todo esto, Víctor Puebla fue un humanista; este rasgo y el encuentro con el Movimiento Antorchista hicieron de él un gran luchador social. Es así como su compromiso social y político, aunado a su capacidad creadora, dieron paso a una forma (un tanto olvidada) de hacer teatro en nuestro país, me refiero al teatro de masas. Y es que sus convicciones le exigían que el pueblo pobre de México pudiera ver teatro con una finalidad muy clara: ayudar en su educación y sensibilización.

Tarea titánica la que se puso el Movimiento Antorchista con Víctor a la cabeza pero pese a las dificultades jamás se le vio titubear ni querer cesar en su empeño. Logró hacerse querer por los campesinos de la Sierra Norte de Puebla, arrancó carcajadas a los pobres del sureste mexicano, robó cientos de lágrimas a los colonos de San Luis Potosí; se llevó el cariño de miles de mexicanos. Y es que Víctor era humilde. Un templete, unos micrófonos y miles de sillas de frente, repletas de ojos ávidos de teatro, era todo lo que necesitaba para hacer su labor.

Fue su actividad político-teatral la que permitió que, pese a su ausencia física, él siga viviendo en la mente y el corazón de miles de antorchistas a lo largo y ancho del país. Hoy, una de sus grandes amigas me ha pedido que le ceda lo que me resta de la columna para hablar con él, y bueno, yo a Torchita Luchona nada puedo negarle:

Torchita Luchona: “Ay Divo, ¿por qué te fuiste? Ya son once años que Angelita te prende veladoras, ¡con lo caras que están!, pero sigue siendo muy creyente y lo prefiere a ponerse a luchar. Yo le insisto eh, no te creas, es difícil sacarle esas ideas. Quisiera contarte tantos logros que hemos alcanzado con todas las de la vecindad, pero esta muchacha me dejó muy poco espacio para hablarte. Ay Divo, te cuento que ya va a salir un libro tuyo que tiene tus mejores obras de teatro y tus artículos de la buzos. Sí, así como me lees, la Pochacua estuvo insiste e insiste y ya se logró. Yo ya estoy invitando a todos mis conocidos para que vayan conmigo a la presentación porque, ¿qué crees? También van a presentar esa obra chistosa que adaptaste, la del burgués gordo que escribió Molière, y yo no me la puedo perder.

Ojalá que tampoco tú te la pierdas. Angelita dice que no vas a leer esta carta, que necesito ir con el espiritista para comunicarme contigo pero yo ya me hice marxista y no creo en esas cosas. Ya me van a hacer un vestido bien bonito para ese día, porque seré pobre pero para honrar tu memoria yo sé cómo arreglármelas. En la obra van a actuar algunos de tus hijos, ¡ay!, es que de tantos que tuviste ya ni me acuerdo de todos, pero esos que le siguen haciendo al teatro ahí la llevan eh, de tanta oveja descarriada lograste hacer hombres de bien, no sé qué tanto pero sí, así es. Con decirte que el Jompy no sólo es uno de los mejores directores a nivel nacional sino que ahora es un gran líder de los campesinos de Toluca, el Paul, Piedrín, César, Nananina, Blanca, Poncho, Piña, la China, todos ellos siguen metidos ahí donde tú los dejaste, en Antorcha. Y qué te cuento de los más grandecitos, Alex, Seras, Paty, Tavo, Cuate, Vaquero, Tania, Boris, todos tomaron tu ejemplo. Ay Divo, si vieras cuánta falta nos haces, pero estoy segura de que tus escuincles no van a defraudarte y que habrá teatro para rato a la manera del Divo. Yo ya me voy, que ya vino doña Fufuy, la del seis, a tomarme las medidas”.

Aquí seguimos padre, tomamos la batuta y no vamos a defraudarte. ¡Salud, Víctor Puebla!

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