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Una consigna de campaña que propone <<AMLO sí, Barbosa no>> tiene un significado político mucho mayor que la simple descalificación del candidato local de Morena. Es la representación del conflicto político que vive, al interior del PAN, el aspirante fallido a la candidatura presidencial Rafael Moreno Valle. El hecho de que Ricardo Anaya se hubiere alzado con esa candidatura –si las formas de hacerlo fueron aseadas o no, solo ellos lo saben- ha tenido por respuesta en Puebla que la propaganda electoral panista en favor de Anaya haya sido prácticamente nula; y, explica la ausencia de éste en el cierre de campaña de la abanderada local. En la consigna va implícita, también, la intención abierta de beneficiar a la cónyuge candidata cuya presencia representa la continuidad del modelo político de gobierno y conducción social impuesto por el morenovallismo en el poder con todo el caudal de barbaridades que configuran su historia de 2011 a la fecha. Aun cuando no se quisiera ver en esta elección la imagen de una sucesión, lo cierto es que la campaña político-electoral y la elección misma han sido diseñadas y puestas en marcha como cuestión de estado. Con los antecedentes que tienen como gobiernos, nunca harán algo distinto: es su proyecto político.

Este es el punto central que debe considerarse para emitir el voto: en una contienda electoral concurren proyectos políticos y no las virtudes y defectos de las personas que los representan. El proyecto político hace referencia al modelo de organizar una sociedad, de conducirlo (gobernar), que se expresa en la relación cotidiana del poder público con los gobernados. En este sentido, la contienda en Puebla no es, simplemente, entre el señor Barbosa y la señora Alonso, sino entre un proyecto nacional y uno local; entre lopezobradorismo y morenovallismo. Las características personales de los candidatos contribuirán a la fidelidad, o no, de la puesta en práctica del proyecto político que representan pero eso será otro tema.

El voto diferenciado que propone la consigna señalada entraña castigar al PAN y a Anaya en su intento por la presidencia, y favorece la permanencia del coto de poder del morenovallismo en Puebla, que seguirá siendo utilizado para mantener vivas las ansias de expansión política en pos de una futura candidatura presidencial. Los recursos económicos para este objetivo seguirían siendo proporcionados por los poblanos. Que la campaña electoral se esté manejando como cuestión de estado, para lograr a toda costa –convencer a los votantes es un prescindible accesorio- la permanencia del morenovallismo en el poder, está trayendo consecuencias nefastas para la democracia y el Estado de derecho cuyo signo más ominoso es la polarización política donde las propuestas van siendo sustituidas con la violencia.

El multipartidismo, otrora bandera de la democracia y la diversidad del pensamiento político, ha sido reducido a basura por la omnipresencia del grupo dominante en la dirección de los partidos satélites, controlando su vida interna y el sentido de sus acciones públicas. La transexenalidad de los funcionarios dejados al frente de las instituciones, establecida mediante leyes dictadas a modo, busca acotar el trabajo de cualquier nuevo gobernante sujetándolo al proyecto político vigente. Esto incluiría a la candidata, en la hipótesis de que abrigara alguna intención de hacer algo <<distinto>>. De modo tal que la democracia y el estado de derecho en el ejercicio de gobierno quedarían reducidos a la sola voluntad del mandamás del grupo en el poder para determinar el significado concreto de tales conceptos.

La belleza y las virtudes de la candidata no conllevan las del proyecto político que representa. Tampoco puede hacerse un desdoblamiento de personalidad –como es común en los candidatos oficiales- para ofrecer a los votantes la promesa de un <<cambio seguro>> como si las siglas partidistas y el proyecto que representan en nada hubieren contribuido, ni fuesen los directamente responsables de la descomposición social que, a fin de cuentas, es el resultado concreto, verificable y medible de su acción de gobierno. Si ninguna autocrítica les merece su acción política, difícilmente tendrá cabida el ejercicio de los valores éticos que pregonan. La campaña sucia, sin freno moral, desatada contra los opositores lo acredita. Nada es diferente al ejercicio de gobierno.

El control de los organismos electorales, el corporativismo del voto, la coacción institucional para obligar la preferencia electoral, el uso de las bases de datos de las dependencias oficiales para <<ayudas>> cibernéticas al IEE en el cómputo de la jornada electoral –entre muchas otras astucias de estructura y operación electoral- serán los aparadores que muestren que en la esfera oficial lo que menos se desea es el voto libre y razonado de la población.

Estas razones hacen que el voto diferenciado sea una verdadera trampa ideológica. Hacer caso de la consigna en cuestión implicaría hasta una contradicción lógica: favorecer, por un lado, la llegada de López Obrador y su proyecto alternativo de nación; y por otro, afianzar la permanencia en Puebla del morenovallismo cuyo proyecto político, como lo hemos padecido y comprobado, representa todo aquello que, política, económica y socialmente, el peje rechaza. Equivaldría a dejar instalado, aquí, un caballo de Troya en perjuicio del cambio verdadero que propone el tabasqueño.

En última instancia, diferenciar el voto como propone esa malsana consigna, entrañaría hacer patente que quien así lo emite, en realidad no sabe bien a bien qué tipo de sociedad desea construir. Eso sería entendible por la complejidad misma del análisis político y social; pero luego de ocho años de morenovallismo en el poder, están dados todos los elementos para saber, por lo menos, cuál es el tipo de organización social y modelo de gobierno que ya no queremos. Sea cual sea tu convicción ideológica, vota parejo.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 29 de junio de 2018

José Samuel Porras Rugerio

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