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Sin capitán de barco

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que el asesinato de Javier Valdez Cárdenas, esta semana, fue el catalizador de que ‘algo’ está sucediendo en la guerra contra el narcotráfico.

No está claro qué es, pero enseña que esa lucha no puede seguir analizándose con las categorías hasta ahora utilizadas. El asesinato de Valdez Cárdenas fue producto de una inteligencia criminal diferente.

El fundador y director del semanario sinaloense Ríodoce no firmaba los textos más penetrantes sobre el narcotráfico, por lo que la hipótesis sobre el qué había escrito para buscar pistas sobre presuntos asesinos, es endeble. Es decir, pese a haber realizado una crónica a través de varios libros sobre el narcotráfico, no estaba directamente en la línea de fuego. Sin embargo, el respetado periodista, galardonado internacionalmente, era un símbolo en esta profesión que sobrevive en el ecosistema de la violencia y la inseguridad, por lo que se puede argumentar que el crimen fue contra un objetivo de alto impacto, bien pensado para que sacudiera todas las estructuras.

Así fue. La posición de la Fiscalía de Sinaloa, que tiene como principal línea de investigación el que haya sido un robo de auto, no se sostiene: la dispararon 12 tiros de cuando menos dos calibres diferentes, lo que habla de al menos dos asesinos quienes, lo más importante, nunca intentaron llevarse el vehículo. El crimen generó, como no había sucedido desde el asesinato de Manuel Buendía, en 1984, un sentimiento de indefensión e impotencia en el gremio, particularmente entre aquellos que, a diferencia de los charlatanes y oportunistas en la profesión, saben cuándo las amenazas y los entornos significan algo. El crimen de Buendía fue en un inefable mayo, al cerrar un mes de inestabilidad política originada en Estados Unidos, con denuncias nunca probadas de desvío de dinero del entonces presidente Miguel de la Madrid, y pocas semanas después de que el columnista había retomado una denuncia de los obispos del Pacífico, donde alertaban que las estructuras políticas estaban coludidas con el crimen organizado.

Ese crimen abriría una década de turbulencia narcopolítica. Casi una década después fue asesinado, en Guadalajara, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, durante un extraño intento de asesinato de Joaquín El Chapo Guzmán, por parte de matones de los hermanos Arellano Félix, del Cártel de Tijuana. Posadas Ocampo fue acribillado en el aeropuerto de esa capital, a donde había ido a recoger al nuncio apostólico, Girolamo Prigione, quien lo iba a acompañar a la inauguración de una mueblería de un amigo del obispo, Eduardo González Quirarte, lugarteniente de Amado Carrillo, el inmortalizado
–por las telenovelas– Señor de los Cielos, y quien era el encargado del Cártel de Juárez para penetrar y reclutar a generales.

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Aversión a los debates

Joaquín López Dóriga en su columna En Privado, publicada en Milenio, señala que solo quieren su túnica. Florestán

En México los candidatos a cargos de elección popular siempre han tenido aversión por los debates. No les gustan, los rehúyen.

Solo van, y por mandato de ley, a esos monólogos acartonados, blindados, viejos y aburridos que organiza la autoridad electoral con base en la ley que los políticos aprobaron para blindarse, ellos y sus partidos.

Yo recuerdo, en esto de los debates, uno que hice en Primero Noticias de Televisa, en el lejano 7 de marzo de 2000, entre Diego Fernández de Cevallos y Andrés Manuel López Obrador: abierto, duro, frontal a lo largo de 34 minutos, y que quedó como un referente en la memoria política.

Ya para las elecciones presidenciales de 2000, organicé otro en El Noticiero, el primero no oficial entre candidatos presidenciales, con Vicente Fox, Francisco Labastida Ochoa y Cuauhtémoc Cárdenas, una discusión abierta y libre.

Es de recordar el primer debate del entonces IFE, en 1994, entre Diego Fernández de Cevallos, Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas, que se llevó el primero y remató en el postdebate del estacionamiento.

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¿A quién importan los periodistas muertos?

Ricardo Alemán en su columna Itinerario Político, publicada en Milenio, indica que la respuesta a la interrogante es demoledora. Y es que la terca realidad confirma, día a día, que a nadie importa la vida de los periodistas y menos importa aclarar su muerte.

No le importó a Manuel Bartlett —titular de Gobernación en su momento— aclarar el crimen de Manuel Buendía, asesinado en el Distrito Federal. Pocos gobernadores, si no es que ninguno, han podido aclarar el asesinato de los más de 100 periodistas ultimados en los recientes 17 años.

Tampoco ha importado la vida de los periodistas, y menos aclarar sus crímenes, a los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y menos al de Peña Nieto. Todos los presidentes dicen —de dientes para afuera— que investigarán los casos de periodistas asesinados. Pero en los hechos poco o nada hacen. ¿Por qué?

Porque, en rigor, la responsabilidad fundamental de la seguridad en un estado, y del esclarecimiento de un crimen en esa entidad, es de los gobiernos estatales. En efecto, el gobierno federal —a través de la PGR— puede invocar la atracción de un crimen de naturaleza específica, pero la mayor responsabilidad es de gobernadores y alcaldes que, en el caso de periodistas, nunca han hecho nada.

Por eso el grosero paternalismo de periodistas y medios que nada reclaman a gobernadores, pero exigen auxilio a “papá gobierno” —con lo que confirman el centralismo que cuestionan—, al que consideran como “Presidente todopoderoso”.

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Las lecciones de Beltrones

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, señala que muy cantada entre la clase empresarial estuvo la presentación del ex líder del PRI Manlio Fabio Beltrones, en una comida para dialogar sobre una propuesta que ronda en su cabeza desde hace años: la segunda vuelta en las elecciones presidenciales y los gobiernos de coalición. Don Manlio estuvo en la misma mesa que el ex candidato presidencial del PAN Diego Fernández de Cevallos y en ese espacio hizo una brevísima pero contundente mención del sendero que sigue el priísmo hacia los comicios presidenciales de 2018: el tricolor debe transformarse y debe entender bien las lecciones que les han dejado las elecciones. ¿Juego de palabras, ojo con las derrotas o lecciones del colmilludo priísta sonorense? Por el momento, no hay definición del futuro político de Beltrones. Sin embargo, nos comentan, puede que esté buscando un golpe de timón al interior del tricolor de cara a lo que se juega el próximo año, nada más y nada menos que Los Pinos.

Mala conducta de Albores

La conducta del senador priísta Roberto Albores Gleason en nada ayuda a su partido, que debe llegar con la cara lo más “limpia” posible a las elecciones del próximo 4 de junio. Nos comentan que don Roberto no ha tenido empacho en seguir en tareas de promoción personal en su afán de lograr la candidatura del PRI al gobierno de Chiapas. En esa ruta, el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana impuso medidas cautelares al legislador por supuestos actos anticipados de proselitismo, registrados en espectaculares, páginas web y entrevistas difundidas en redes sociales. Mal momento, nos dicen, en el que don Roberto recibe un primer jalón de orejas de la autoridad electoral chiapaneca, pero peor instante pues la dirigencia local y nacional hacen como que miran para otro lado. ¿O no don Enrique Ochoa Reza?

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, indica que los diputados perredistas encabezados por Francisco Martínez Neri y Jesús Zambrano Grijalva quieren show en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión y por ello pidieron la comparecencia del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, a propósito de los videos del 3 de mayo en Palmarito, Puebla, donde se observa a un civil que dispara y mata por la espalda a un militar, mientras que un soldado ejecuta a un presunto huachicolero.

Según los legisladores, se precisa de explicaciones para aclarar esos hechos, así como “para restablecer el honor y el respeto que las y los mexicanos sienten hacia las fuerzas armadas”.

:ue la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos niega haber remitido a la Cámara de Diputados “una serie de objeciones” de su titular, Jan Jarab, a la Ley de Seguridad Interior, ya que lo enviado son tres discursos a “diversos diputados” y “a otras varias contrapartes”, correspondientes a enero y febrero.

Rechaza también haber expresado alguna posición al respecto desde entonces. Anotado.

Que el próximo martes se reunirán integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, que encabeza el priista Víctor Manuel Giorgana, con el Consejo Coordinador Empresarial en el Club de Banqueros, a fin de intercambiar puntos de vista sobre la agenda que se abordará en la reunión interparlamentaria con congresistas estadunidenses, los días 4, 5 y 6 de junio.

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