columna-invitada

Por Mariano Cariño Méndez

Desde su nacimiento, la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (Fnerrr) se ha echado a cuestas la difícil y dura tarea de mejorar las condiciones educativas en las que se desarrollan miles de jóvenes en todo el país. Contribuir en todo momento, a la construcción de una sociedad más justa, en donde todos los individuos puedan desarrollarse plenamente.

Ya hace 18 años de esta noble tarea, a pesar de ello, con el paso del tiempo, las condiciones para pedir y exigir educación de calidad son cada vez más duras, las dependencias gubernamentales designadas para resolver estos temas están cada vez más cerradas al diálogo productivo y sus fieles cancerberos mediáticos son más agresivos.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2016, la economía mexicana ocupa el lugar número 15 de 188 países en cuanto poderío económico, a diferencia de 1999 cuando el Producto Interno Bruto (PIB) apenas llegaba al 50 por ciento de lo que es hoy. Se ha avanzado en la producción de riqueza social. ¡Se produce como nunca antes en la historia de México! Pero, ¿cómo se distribuye esta riqueza? ¿Todos se benefician por igual? La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, alertó el pasado 30 de mayo sobre la alta concentración de la riqueza que existe en México: dos terceras partes de ella está en manos del 10 por ciento más rico de las familias mexicanas. Aunando a esta desigualdad desgarradora, el gobierno federal gasta el 70 por ciento de su presupuesto en el 10 por ciento de personas privilegiadas y tan solo el 30 por ciento del presupuesto en la mayoría desprotegida. No es casual que en México el 70.5 por ciento de la población padezca algún tipo de pobreza. Se trabaja solamente para el 10 por ciento de mexicanos. ¡Vaya distribución!

La consecuencia lógica de esta concentración está a la vista, la inmensa mayoría de la población padece de diversos males, como salarios de hambre, rezago educativo (condiciones infrahumanas para los estudiantes), deficiente acceso a la salud pública, carencia alimenticia, falta de vivienda digna y nulo acceso a los servicios básicos, el destino y caminar de los “no privilegiados” es un infierno terrenal.

El rezago educativo tiene su origen en la mala distribución de la riqueza social, así lo demuestran las condiciones materiales en las que se encuentran las escuelas públicas, el 48 por ciento de carecen de acceso a drenaje, 31 por ciento carecen de agua potable, el 12.8 por ciento no cuenta con baños o sanitarios, el 11.2 por ciento no tienen acceso a energía eléctrica. Por otro lado, en el 61.2 por ciento de ellas los alumnos no cuentan con acceso a un equipo de cómputo que sirva y el 80 por ciento no tiene internet. Así el panorama para los estudiantes pobres.

Año con año, miles de jóvenes realizan exámenes de admisión para entrar en las universidades públicas como la UNAM, la BUAP, la UAEM, el IPN y la UANL, sólo por mencionar algunas. Dichas universidades juzgan como igual a lo desigual. Es claro que un estudiante de la Sierra Norte de Puebla, en donde carecen de todas las condiciones materiales adecuadas para desarrollarse académicamente, está en desventaja con los jóvenes de la capital, que cuentan con más condiciones para adquirir conocimientos de calidad. Pero podemos revisar escuela por escuela en la capital poblana y veremos que la diferencia académica que existe entre algunas de renombre o privadas es abismal con respecto a otras más modestas, a las que casi no se les invierte. Hay, pues, desigualdad en la educación. ¿Están todos los jóvenes de Puebla y México en las mismas posibilidades de ingreso a las universidades? Claro que no. Los estudiantes que provienen de las zonas marginadas están en desventaja para ingresar a las universidades importantes del país y son rechazados. Éstas razones nos llevaron a solicitar respetuosamente a la BUAP que abriera más lugares para algunos jóvenes que desean ingresar a sus aulas y, por esta vía, buscarse un mejor futuro.

Pero, para variar, nuestro movimiento estudiantil se vio nuevamente atacado el 11 de julio por un ignaro y ágrafo que responde al nombre de Roberto Desachy Severino, conocido enemigo de las causas populares. Bajo el título de “BUAP y Alfonso Esparza cumplen: nuevamente la máxima universidad de Puebla admitió a más alumnos de nuevo ingreso que la UNAM”, escribió contra nosotros: “Más allá de falsos redentores o de grupos políticos, como ciertos lidercillos de la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR, sector de Antorcha Campesina), que acostumbran utilizar la presión política para obtener prebendas y simular el “crecimiento” de su organización (…). Así que es mejor que la Fnerrr y demás grupos políticos que quieran sacar provecho del proceso de admisión –para aumentar su matrícula electoral de cara a las elecciones concurrentes del 2018- se mantengan alejados de la universidad y respeten su bien ganada y desarrollada autonomía”. Es evidente que el señor Desachy carece de una instrucción adecuada, le hace falta razonar y no solamente vociferar palabras jaspeadas de intereses particulares.

Tan “grandiosas afirmaciones” del bellaco de la pluma dejan mucho que pensar. Primero, debe comprender el “señor” que la educación no es un factor aislado de la sociedad, agentes externos tienen influencia en esta área, la pobreza en el país está creciendo las condiciones en las que se educan miles de jóvenes son improvisadas, carecen de los servicios básicos y las comunidades marginadas estas condiciones empeoran, en síntesis, se comete una injusticia social con las capas más desprotegidas , y en este campo de injusticia surgen hombres y mujeres comprometidas a combatir esta injusticia, “los redentores”, como los llama Desachy son personas que luchan contra las injusticias sociales, ¿eso es un delito? Vemos que para Desachy luchar por mejores condiciones de vida es un ¡grave delito! ¡Vaya escritor! El análisis de las situaciones educativas actuales debe tomar en cuenta los múltiples factores que influyen en la sociedad, el contexto económico y la situación política. Se deben hacer análisis críticos y científicos, no afirmaciones pomposas.

El problema de la educación superior en el país se debe resolver de manera integral, no poniendo parches como lo han hecho hasta ahora. El estado y las universidades autónomas del país deben unificar esfuerzos, brindar educación básica y medio superior de calidad para que la educación superior pueda estar al alcance de los jóvenes marginados del estado y del país. Mientras las demandas de los miles de jóvenes desamparados de México no sean resueltas de manera definitiva, la Fnerrr levantara la bandera en contra de las injusticias educativas que se puedan cometer contra los estudiantes desamparados, sea quien sea el que provoque las injusticias, que conste.

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