Como señalaran los Senadores Hermosillo y Bartlett, no me tocará presenciar -ni a mis alumnos y alumnas-, el cumplimiento de gran parte de las promesas de Aurelio Nuño, entre ellas, las de que con su modelo educativo -que ni es suyo ni es modelo-, México se volvería una potencia educativa en las postrimerías del Siglo XXI. Sin duda seremos los mejores de acuerdo a los ofrecimientos de alguien metido en la carrera presidencial, pero que “está concentrado en lo suyo”. Y lo suyo consistiría, en hacer realidad uno de los “sueños de José Vasconcelos, quimera que se descarriló, tras transitar de la Rectoría de la Universidad Nacional de México a la Secretaría de Instrucción Pública, posteriormente a la SEP y nuevamente a la Universidad Nacional, cuando de mano de la ideología nazi, “el Maestro de la Juventud” quiso hacerse de la silla presidencial y abandonó las lides académicas a las que retornara posteriormente.

Tal pareciera que todos los temas de política educativa pasan por la opinión de Nuño, alter ego en la materia de quien lo nombrara encargado del despacho educativo de la actual administración y, que sólo su opinión contara, tal cual sucede con la obligación constitucional que tiene el Estado para brindar una educación de calidad a niñas, niños y adolescentes (Artículo 3 reformado). Educación que requeriría, para garantizar “el máximo logro de aprendizaje de los educandos”, destinar en tiempo y forma el presupuesto oficial suficiente, llámese dinero, fondos, pecunia, marmaja, que se invertiría en producir los “materiales” educativos, incluidos los nuevos libros de texto gratuito, inexistentes para los niveles de educación media básica y media superior “y (los) métodos educativos” pertinentes. Precisaría generar una reorganización de las escuelas que permitiera responder a las necesidades de una nueva sociedad del conocimiento a la que ansían conducirnos y para atender a los alumnos con capacidades físicas e intelectuales diferentes, con atingencia, destinando equipos permanentes de personal especializados, incluidos sicólogos, doctores y terapistas; de la misma forma, para atender en las escuelas tradicionales y en las piloto, las ocurrencias que dan origen a programas especiales producto del “nuevo modelo educativo” y, adicionalmente, contar con el personal de apoyo a la educación que permita responder a los incontables requerimientos de información, generada por los burócratas de la educación, locales y federales.

Desde mi muy particular punto de vista, la educación de calidad requeriría contar con 196 557 escuelas de educación básica dignas (número que se reconoce en el PEF, goo.gl/uWqdh7)-, con la infraestructura adecuada que permitieran cumplir, entre otros, con el programa de inclusión y equidad que tanto pregona Nuño, equipadas con los talleres, laboratorios y el mobiliario adecuado, destinado a mejorar las condiciones de enseñanza-aprendizaje, planteles que rebasarían, sin tomar en cuenta a las de media superior y superior, en proporción de 6 contra 1 de un total 33 000 contempladas en los programas Escuelas al Cien y de Reforma Educativa, que recibirían recursos derivados de una deuda pagadera en 25 años y que nos dejará sólo con el 65% de los recursos de infraestructura del Fondo de Aportaciones Múltiples. Total están acostumbrados a que madres y padres de familia se hagan cargo del mantenimiento de las escuelas. Pero, si pregona el parágrafo del Artículo 3 al que aludo, que la Reforma Educativa requiere de maestras, maestros y de personal directivo “idóneo” -vaya palabreja-, los involucrados (1 041 163) docentes que laboramos en los poco menos de doscientos mil centros escolares, requeriríamos de un proceso permanente de actualización y capacitación real, que destine, sin recortes de por medio, recursos suficientes y no tan sólo los miserables 75. 88 pesos más por maestra y/o maestro, que los 1664. 48 pesos contemplados para el ejercicio fiscal que concluye en 40 días.

Pero y aunque se destinen recursos insuficientes a los 5 rubros que serían la columna vertebral de la “reforma estructural más importante” de la actual administración, medios masivos de comunicación dan cuenta de las inconformidades que expresan algunos de los involucrados, entre ellos, quienes señalan “El fracaso de Peña Nieto” (Milenio) por destinar sólo el 0.5 por ciento a ciencia y tecnología (Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación 91 952 548 163 pesos), y en el caso de la Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios, quienes amenazan con “iniciar un paro generalizado de labores” si el gobierno no rescata a las Instituciones de Educación Superior, auto declaradas en quiebra como ejemplifica el caso de los trabajadores académicos y administrativos de la Universidad Nicolaita quienes realizan un paro de brazos caídos al adeudárseles varias quincenas de su salario.

Con independencia del gasto total del presupuesto autorizado a los 3 órdenes de gobierno (5 279 667 000 000 pesos), a las maestras y a los maestros nos incumbe conocer el monto del gasto programable destinado, en el Ramo 11 a Educación Pública (280 959 302 366 pesos, incluida la redistribución) y en particular, ya que de él dependen los salarios que percibimos y el incremento salarial que recibiremos en 2018, a la suma del monto del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa del Ramo 33 (368 997 019 193 pesos) más el monto destinado a Previsiones y Aportaciones para los Sistemas de Educación, Básica Normal y Tecnológica (52 728 283 366 pesos) que da un total de 421 725 305 255 pesos. Cifra superior tan sólo en 14 570 502 255 pesos al asignado para ambos conceptos en 2017. De este monto un 0.2 por ciento equivalente al mismo crecimiento que guardó el de 2017 con respecto a 2016, de acuerdo al estudio elaborado por el Centro de Estudios de las Finanzas Pública de la Cámara de Diputados, cuestión que implicaría que el incremento salarial del 2018, permanezca en el mismo rango que el que se obtuviera en el año en curso (3.1 por ciento) y que fuera calificado como el menor asignado desde que la negociación dependiera de Elba Esther Gordillo Morales.

Pero, a reserva de seguirnos ilustrando, llenándonos de cifras y haciendo cuentas, no quedaría más que concluir que seguiremos en 2018, en medio de una crisis económica que sólo contará con paliativos que impedirán que la reforma estructural estrella sobreviva.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

incendios forestales