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El sismo movió las entrañas de la Ciudad de México, hizo que los brazos de muchas personas se movieran juntos por el bien común. El gobierno se vio rebasado, se evidenció su incapacidad para reaccionar, organizar y dotar de instrumentos necesarios a la sociedad para los rescates. Falta de tecnología suficiente, incertidumbre de dónde podrían haberse ocasionado los mayores daños, fallas de comunicación social: confusión. Ante la pusilanimidad de nuestros gobernantes lo que se hizo presente fue la anarquía.

Empecemos diciéndolo: la ineptitud del gobierno no es ni fortuita ni inexplicable. Porque no sólo es que no tuvieran a la mano un mapa preciso de las zonas de más alto riesgo ante un sismo de esa magnitud. No, es que para saber dónde habría derrumbes, aunque se tratara de edificios nuevos, los funcionarios debían de contar con un mapa que especificara dónde recibieron mordidas para otorgar licencias o hacerse de la vista gorda ante las violaciones a la normatividad de construcción.

Ante tal desorden, y esto para algunos confundidos sonará paradójico, la anarquía tuvo su lugar entre la población y un resurgimiento se hizo posible. Por eso la imagen que encabeza este breve texto: “Tal vez no todos se den cuenta. Pero lo que estamos haciendo, se llama anarquía”. Y es esta anarquía la verdadera, no la que, banalmente satanizan y hacen espectáculo las televisoras, cuando hay disturbios con la policía.

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No, esta anarquía es la que temen los gobernantes, la que no saben comprender: es esta anarquía la que permite que un ciudadano común le pida a un gobernador, a un miembro del Estado Mayor Presidencial, que tome una pala y se ponga a ayudar; pero tan pobre es su entendimiento sobre este estado exaltado de la comunidad que la respuesta del guarura presidencial será: “Callate pinche gato, eres un naco, muerto de hambre y tu estás para trabajar”.

Porque así es, los anarquistas llaman no a la toma del poder, no a la conquista, sino a la disolución de cualquier sometimiento de las voluntades humanas, del sometimiento de la comunidad a un Estado. Porque la comunidad la hacen todos, y se ha vuelto a ver.

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En San Dionisio del Mar, por ejemplo, la comunidad no espera ya nada del gobierno, en cambio dice: “Aquí nos manejamos como hermanos, tenemos techo y dormimos seguros en las noches” y así instalan su propio comedor comunitario. La Asamblea Comunitaria de los ikoots en ese municipio oaxaqueño expresa una vez más el poder de la vida bajo los valores de la comunalidad. En esta descansa la autonomía a la que le temen los gobiernos priistas y que han demandado desde siempre los pueblos indígenas. Porque el gobierno quiere dependientes, que nos hagan falta los partidos, los empresarios, las leyes, el neoliberalismo.

Y es que el apoyo gubernamental a esa localidad fue de 150 despensas y una parrilla, la cual devolvieron porque no había ni gas ni tubería para hacerla funcionar.

“Nosotros tenemos otra forma de vida, aquí cocinamos en el fogón de leña y en los hornos, la parrilla no nos sirve, no tenemos dinero para comprar el tanque de gas, por eso decidimos recuperar la vida tradicional y montamos la cocina comunitaria; aquí tenemos techo y también dormimos seguros en las noches” (en La Jornada, 23 de septiembre).

¿Cómo esperar que un gobierno que no comprende cuestiones básicas pueda comprender la complejidad de sus formas de vida, organización y gobierno? ¿No se evidencia, una vez más, aquí, el abismo que hay entre la clase política y los ciudadanos?

Por eso la historia es la misma en Juchitán:

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Por las mismas causas, porque el pueblo no puede esperan a un gobierno que gasta millones de pesos en un C5, desde donde se supone coordinarían todos los esfuerzos, se creo, espontáneamente #Verificado19s, que sustituyó y trabajo con mayor eficacia que los centros de comando y comunicación estatales para poder organizar la ayuda que llegaba de todas partes.

¿Reconstruir o inventar otro México?

DKhRnWwWkAIcm7U No a la reconstrucción del México que teníamos. Si a crear el México del siglo XXI: Alfonso Cuarón

Algo más hay que poner sobre la mesa, para la recuperación de las zonas afectadas hay un proyecto en la mente de los gobernantes: la reconstrucción de todo para que las cosas sigan como antes e, incluso, sean más lucrativas. Por eso les urge que todos se vayan ya a sus casas, que regrese la normalidad, porque la normalidad es la que los tiene en el poder. Se dan cuenta que entre más tiempo pasan los ciudadanos trabajando juntos y desinteresados, con la empatía y la fraternidad por delante, más corren el riesgo de que surja una verdadera demanda de cambio: un proyecto alternativo de reconstrucción, cambiar las reglas del juego.

Por eso es menester desobedecer, porque hay veces que “los hombres matan mucho más obedeciendo que revelándose”. Por eso muchos no se han querido retirar cuando la maquinaria pesada (del capitalismo mexicano) quiere barrer con los escombros y barrer con ello toda evidencia de sus negligencias asesinas. Por eso muchos universitarios y universitarias desobedecen y se quedan en las zonas de desastre, trabajando con la esperanza de encontrar más personas vivas.

En este contexto, ellos, los gobernantes, quieren construir cuartos de 4 por 4, con bovedilla, después de derribar casas enteras, otrora edificadas con adobe; el pueblo, en cambio, ha demostrado ser más creativo y ha convocado a arquitectos voluntarios para diseñar viviendas para los damnificados. ¿Es tanta la soberbia del gobierno para no trabajar al lado del pueblo organizado? o ¿es que temen ser transparentes, que se descubra qué hacen con los recursos públicos?

Las escuelas destruidas, los hospitales que tendrán que demolerse, todo habrá de sustituirse y la experiencia de los ciudadanos es escuchar costos inflados, omisiones en las construcciones como el caso del socavón del Paso Exprés, en Morelos, refinerías que quedaron en el limbo, hospitales inservibles, escuelas de cartón, etc. ¿Qué reconstrucción nos están ofreciendo? ¿Qué reconstrucción podemos lograr?

Los universitarios han hecho lo imposible, demostrar que la anarquía no es vandalismo, no es rebeldía sin causa: la anarquía es el florecimiento de la humanidad y la fraternidad en oposición a un Estado violento, autoritario e ineficaz.

Pero esto no es un discurso triunfalista, aún falta mucho por hacer y exigir. No se puede cambiar de rumbo en una semana, pero sí dar el primer paso. Aún falta mucho apoyo para los mexicanos damnificados en Puebla, Morelos, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Ciudad de México. Aún quedan cuentas pendientes con el gobierno, queda evitar que las injusticias vuelvan a cometerse, queda velar por el bien de todos.

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