Columnistas-MayraSanchezGarcia

Realizamos un recorrido por la zona afectada de Atlixco y Huaquechula en el estado de Puebla. Al estar caminando por nuestro siempre bello territorio poblano, vinieron a nuestra mente una serie de sentimientos y pensamientos que se intensificaron cada vez que caminábamos y veíamos en cada rostro de nuestra gente algunas historias que tal vez no quisieron compartir.

Eran las primeras horas de un sábado. El punto de reunión había sido céntrico parque poblano. Los jóvenes y los no tan jóvenes iniciábamos una aventura. Con jeans, mochilas al hombro, palas, cubetas y una enorme dotación de víveres se empezaron a concentrar y a abarrotar las camionetas.

Rotularon en enormes telas de manta el destino al que se dirigían (jolalpan, el manglar, izúcar).Letras al vapor dictadas así con la libertad “que se merecía” la ocasión, plasmaron el destino con la tinta que salía de pequeños botes de aerosol y luego fueron amarradas como peto en la panza de las camionetas…

Cayeron los primeros rayos de sol y la salida en caravana empezó su recorrido. Las casetas estuvieron libres de pago, así como lo había ordenado la autoridad federal. Enromes columnas de coches se vislumbraban en el horizonte, camionetas y carros cubiertos en su totalidad evocaban de pronto una hilera de hormiguitas quienes con una enorme carga iban rumbo a su destino final…

La llegada a la carretera de izúcar se logró en unos cuantos minutos, de pronto, hubo que separnos del grupo, ellos tenían su destino fijo y claro, internarse en la zona de desastre más lejana. Nosotros acudir a la cita donde diferentes amigos habíamos decidido iniciar una caminata.

La antigua fábrica de la Concha, en la cabecera de Atlixco, nos cobijó, minutos después de que la tierra volvió a estremecerse. El temblor de 6.1 grados richter, para muchos de nosotros fue casi imperceptible, pero, para otros fue generador de un susto terrible. Las radiodifusoras regionales, las redes sociales y las voces en la calle murmuraban que había vuelto a temblar. El epicentro en Ixtepec Oaxaca. El lugar era lo de menos, comentaban que México está muy herido, pero ¡seguimos de pie!

Un delicioso desayuno típico de la región fue servido en los coloridos manteles. La camaradería de amigos se sentía a flor de piel. Te diste cuenta que México es maravilloso, empezado por su gente, por la solidaridad de muchos corazones bondadosos que estaban ahí reunidos en apoyo solidario y acudiendo al apoyo de las familias que estaban sufriendo varios tipos de pérdidas.

Minutos después, estaban listos para salir a los recorridos por las iglesias, calles y zonas afectadas de la cabecera municipal.

Los recorridos por algunas iglesias de la comunidad te hicieron reflexionar. Las noticias que durante días se dedicaron a transmitir la serie de afectaciones en la zona, se habían quedadocortas”. Las casas que rodeaban el ex Convento de San Francisco y de la Tercera Orden, con paredes totalmente dañadas.

En el atrio del ex Convento de San Francisco, corría un aire que parecía de “todos santos”. La enorme puerta, tenía algunos daños que a primera vista saltaban. Se internaron al recinto eclesiástico guiados por el propio sacerdote. Recorrieron los diferentes patios y habitaciones al interior.

Justo desde la parte superior pudieron ver que pese a las fracturas de las paredes algunos fieles estaban en oración. Se escuchaba la voz de un órgano enorme que entonaba el “Ave María”.

La piel (literal) se enchinaba. Entre los acordes y el recorrido por los pasillos del ex convento se veían cornisas caídas, grietas alrededor de las puertas, ventanas, imágenes religiosas rotas. Les faltaban, las cabezas, las manos, o las que menos daño tenían, estaban “despostilladas”.

Se sentía un silencio que dolía entre la comitiva. Se oían prácticamente los corazones. Pocas palabras. Sólo la voz del sacerdote que explicaba y hacía un recuento de los daños.

Por la mente de muchos, fluían los pensamientos. “una de las fortalezas de México, es la enorme Fe que se profesa”.

Lo que brincaba ante sus ojos constataba que era enorme el dolor de los templos caídos. De los templos muy lastimados.

Unos de nuestros baluartes son nuestros lugares sagrados, donde nos abandonamos en los brazos de la fe. Donde oramos, lloramos pero también compartimos nuestras principales alegrías de vida (bautizos, bodas, primeras comuniones y hasta la muerte misma).

Esos templos de fe, están en gran parte de Puebla, dañados.

Recordaron de pronto como el entendernos como mexicanos es a través de las bases sustentadas en la religiosidad. Los mexicanos nos fundamentamos en los pilares de la religión. La mayor parte México y más Puebla están construidas en el catolicismo. Lo que nos duele a muchos son nuestros centros sagrados, los familiares (casas e iglesias).

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El recorrido continuó a lo largo del día, pero las peticiones que llevaba la gente, primero iban en el orden de la reconstrucción de las iglesias, las imágenes, las casas…Al final del día, había provocado una enorme reflexión para la comitiva, “les dolía enormemente las pérdidas de sus casas, pero, muchos les dijeron, no tenían donde ir a orar, a donde poder tener un lugar del refugio espiritual”.

Las paredes dañadas, en todas las comunidades no dejaron de estremecernos. Las enormes bardas de adobe estaban destrozadas. Cintas plásticas cerraban el paso a los transeúntes. Se observaban jeeps del ejército en apoyo a los pobladores. Silencio, mucho silencio. Así lucía Huaquechula, la gente sentada en el parque esperó la comitiva. Se escuchaban las conversaciones sobre los daños.

Nosotros recordaremos por siempre la crónica de quienes perdieron todo y, permanecerá en nuestro recuerdo tal vez por meses o por años la imagen de la mujer de la mirada triste, de ella quien perdió todo.

La gente buscaba consuelo. La gente lloraba en nuestros hombros. Tomaban nuestras manos.

Los rayos de sol nunca fueron suficientes para calentar a los corazones quienes pese a la enorme temperatura climática que se vivía y pese a que el sol que cayó a plomo, permanecieron fríos.

Acabó el día, y al caer la noche, todos volvimos a casa. Regresamos con el recuerdo del “Ave María” que había cimbrado a los corazones que estuvimos ahí y con la imagen en la mente de la mujer que tomo de las manos a Jorge y con lágrimas le pidió ayuda. Fue la voz de muchos pobladores, fue el corazón de México que estuvo ahí, cerca de ellos, representado por mujeres y hombres que quisieron pasar en el anonimato, sólo dejarles el mensaje de que no están sólo y que “México está de pie”.

@mayrusmayrus7
@divandelamujer

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