Entre lágrimas, fueron despedidas este miércoles las víctimas de la tragedia en San Isidro, municipio de Chilchotla, donde 14 personas, entre ellas 11 niños, murieron luego de la explosión de una bodega con mil 600 cohetes.
Familiares, vecinos y gente que colaboró en el rescate de cuerpos tras el siniestro del lunes recorrieron las calles de San Isidro cargando los féretros, que en su mayoría eran blancos, a fin de sepultarlos y pedir por su eterno descanso.
Minutos después del mediodía, vecinos recorrieron las calles de terracería, a fin de llevar los cuerpos a la iglesia y luego, al cementerio que fue habilitado de manera improvisada, ya que no tenían y que en sólo dos días se cambió el uso de suelo de un terreno que se tenía previsto para hacerlo camposanto.
Desde la medianoche del martes hasta este mediodía, las campanas de la iglesia no dejaron de sonar del luto que envolvió a la comunidad que en una semana -el 15 de mayo- se llenaría de fiesta para celebrar a San Isidro Labrador, patrono de los campesinos.
10 personas en peligro
En tanto, otras 10 personas –3 de ellas niños– se debaten entre la vida y la muerte en el Hospital del Niño Poblano, en la ciudad de Puebla, a donde fueron trasladados debido a la gravedad de sus lesiones.
Otras 13, aunque fueron reportadas fuera de peligro, permanecen con la incertidumbre de que llevarán de por vida en su cuerpo alguna marca de la tragedia.
Aún no se establece qué provocó el siniestro, pero no se descarta que fue un descuido, ya que la pirotecnia estaba almacenada dentro de una casa, propiedad de la familia que reunió con varios colonos los cohetes para celebrar el 15 de mayo.
Al respecto, la comisión Nacional de los Derechos humanos (CNDH) pidió al gobierno estatal garantizar la atención médica de los heridos y hacer una “supervisión efectiva” de la producción, almacenaje y venta de los fuegos artificiales.
