Columnistas-JuanCarlosLastiri

En la perspectiva simplista de Donald Trump, lo mismo en la economía que en la política, los intercambios son equiparables a los de cualquier juego: de lo que se trata, en palabras propias, es de aplastar al enemigo. Ciertamente, nuestro personaje distingue dos estrategias, que dependen de su cálculo sobre la fuerza del adversario o competidor en turno. Si éste es débil, la estrategia pertinente es aplastarlo primero y negociar después; en cambio, si el oponente es fuerte, lo conducente es negociar primero y aplastarlo después.

Podemos criticar a Trump de narcisista, psicópata, xenófobo y muchas otras cosas negativas más, pero difícilmente de incongruente.

Sus dos primeras acciones en relación con México se inscriben dentro de lo señalado por él a lo largo de su campaña presidencial: renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC) y construir o completar el muro a lo largo de la frontera con México. En ambos casos, el objetivo explícito era colocar los intereses de los Estados Unidos por encima de los mexicanos. Específicamente, en el caso del TLC el objetivo consiste en eliminar el millonario superávit comercial mexicano, mediante nuevas reglas de intercambio que, con independencia de la eficiencia económica, fuercen ese resultado; mientras que en el caso del muro la pretensión se torna aún más extrema: ellos lo construyen para su supuesto beneficio y nosotros lo financiamos.

Cualquier duda inicial sobre el cálculo de Trump sobre qué tipo de interlocutor somos los mexicanos parece estar suficientemente despejada. Sus alusiones reiteradas a renegociar el tratado bajo la premisa de anteponer sus intereses a los mexicanos e impulsar un trato bilateral con nuestro país, previa aceptación del compromiso a pagar por el muro, son pruebas fehacientes de que su pretensión es aplicarnos la estrategia de primero ser aplastados, para después negociar.

En este contexto, la pregunta obligada es si en algo modifica el cálculo de Trump la inédita decisión de Enrique Peña Nieto, nuestro presidente, de anunciar la cancelación de la visita ya programada a los Estados Unidos. Lejos de cualquier apariencia, tal decisión dista mucho de ser un asunto menor; por el contrario, para ser justo con los hechos, se trata de un episodio sin precedentes en la historia diplomática contemporánea. Aún con las hondas transformaciones en la correlación de fuerzas en la era global, los Estados Unidos siguen siendo la principal potencia económica y militar del planeta, de tal suerte que amerita especial aprecio una decisión como la de nuestro presidente de cancelar o posponer la visita a uno de los líderes políticos más influyentes en la actualidad.

En el entender de los opinadores más connotados de los Estados Unidos, que suscribo cabalmente, así, el saldo del primer episodio deja un balance positivo a nuestro país y a nuestro presidente. Más aún, las filtraciones dolosas a la conversación telefónica se inscriben en el contexto de la molestia de Trump por la decisión de Peña Nieto, y podemos suponer que forman parte de una estrategia trapera para debilitarlo. Hasta donde es posible observar, tras la sorpresa inicial, ha venido en ascenso en nuestro país la conformación de un amplio consenso político y social en torno a la unidad nacional y la defensa de la soberanía. Así, contrario al cálculo de debilidad que hizo Trump sobre nuestro presidente y nuestro país, lo que se ha generado es un proceso ascendente de solidaridad, parecido al ocurrido en ocasión del sismo de 1985, pero sin precedentes por cuanto a su extensión e intensidad.

Lo que viene por delante, sin lugar a dudas, son tiempos difíciles, pero de enormes oportunidades para nuestro país. La incertidumbre con nuestro vecino del norte nos ha acicateado para mirar y apreciar las enormes fortalezas y oportunidades que como sociedad tenemos. Más de 40 tratados comerciales para potencializar y una energética voluntad de unirnos frente a las adversidades. Con una posición de mayor vigor que al inicio y con la abierta disposición a negociar sobre bases de reciprocidad y respeto con nuestro principal socio comercial, es perfectamente viable una salida airosa y en mejores términos. Después de todo y en contra de los agoreros de la catástrofe, la férrea voluntad de nuestro presidente en su decisión de preferir el diálogo a la confrontación, pese a los modales poco probos de Trump, dará frutos en el corto plazo. Al tiempo.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

incendios forestales