Por Nahir González Sosa
Es evidente que la actualidad está fuertemente marcada por los cambios vertiginosos en todos los ámbitos. La población en general vive en una realidad globalizada de la cual nadie se salva, mucho menos las organizaciones; por tanto, en esta época, resulta obligatoria la búsqueda de herramientas que permitan enfrentar los diversos retos del entorno, ya que es la manera más viable para que las empresas e instituciones puedan salir victoriosas en esta fuerte y constante competencia a la que se ven sometidas día con día.
La administración contemporánea engloba gran cantidad de aspectos novedosos que deben aplicarse al desempeño de las labores en una organización, para que ésta sea funcional y productiva; por ejemplo: tecnologías innovadoras, equipos participativos de trabajo, empleados capacitados, educación continua, trabajo por objetivos, desarrollo de habilidades, enfoque a clientes, líderes con visión de futuro, etc. Resulta muy fácil hacer mención de todo este listado y sugerir sencillamente que las organizaciones lo apliquen, sin embargo, esto requiere mucho más que decirlo y desearlo; implica una verdadera y formal puesta en práctica de la disciplina denominada “Desarrollo Organizacional”.
El Desarrollo Organizacional –llamado comúnmente DO- se enfoca a la ejecución de cambios planeados en las organizaciones a través de diversas intervenciones, pero siempre basándose en la calidad de las relaciones humanas; por tanto, está sustentado en valores humanísticos y democráticos, que pretenden mejorar el funcionamiento de las entidades organizacionales y el bienestar de los empleados.
Los programas de Desarrollo Organizacional deben ser elaborados por especialistas en el ámbito, preferentemente por personas externas a la empresa o institución, es decir, por consultores; de esta manera se tendrá un punto de vista más objetivo sobre lo que ocurre en la entidad, así como de sus necesidades peculiares; entonces, se podrán otorgar mejores propuestas para propiciar los cambios adecuados.
Desarrollo organizacional, buscando estrategias acordes a necesidades
El trabajo del consultor en Desarrollo Organizacional es una labor ardua y complicada, ya que es él quien tiene que lidiar con todo tipo de trabas para poder ayudar a generar un verdadero cambio en las organizaciones. Crear programas de Desarrollo Organizacional implica sustentarse en un modelo ideal de organización que se adecúe a los requerimientos, a los principios y a los valores de la empresa; de ninguna manera se pueden dar propuestas al aire. Las propuestas de innovación siempre deberán estar soportadas por un diagnóstico previo, que posteriormente será traducido en la elaboración de estrategias acordes a las necesidades de las diversas compañías.
La mayor barrera con que se topará cualquier consultor en Desarrollo Organizacional es la resistencia al cambio; sin embargo, si las cabezas de la organización están dispuestas y convencidas respecto al programa de transformación, lograr la cooperación del resto del personal será mucho más sencillo. El ejemplo que den los altos ejecutivos a sus subordinados, así como su colaboración y liderazgo, propiciarán motivación en el resto de los elementos de la empresa o institución; no obstante, para lograr esto, primero se requiere tener conciencia y convicción sobre lo que implica ser un verdadero guía.
No por el hecho de ser jefe se puede decidir que de un momento a otro los trabajadores de una entidad deben ingresar obligatoriamente a un programa de Desarrollo Organizacional y que simplemente tienen que obedecer la orden, trabajando para lograr los objetivos; aunque la misma autoridad no sea capaz de cumplir con lo requerido para esta acción y poner el ejemplo. El cambio en una organización debe empezar en los niveles superiores, pues el éxito de las propuestas de Desarrollo Organizacional requiere tratar adecuadamente a la gente, predicar con el ejemplo y estar consciente de que los logros que se alcancen en una empresa o institución, son producto del trabajo en equipo y no simplemente del lugar que se ocupa dentro de un organigrama.
Ser capaz de guiar e influir, no de mandar
Para que los programas de Desarrollo Organizacional resulten exitosos, la cabeza del grupo laboral debe ser un verdadero líder. Quien esté al mando de los demás, tiene que ser capaz de guiar y de influir, no de mandar; por tanto, la prioridad es darse a querer y respetar ante sus colaboradores, para lo cual es necesario entablar un cierto grado de amistad que permita tener una relación cordial y cercana con las personas del rededor, de este modo será más fácil lograr cumplir los objetivos planteados.
Un jefe líder debe ser coherente entre su pensar y su actuar, si no es capaz de obedecer las reglas, ni de poner el ejemplo ante los guiados; no puede exigir de ninguna manera, que ellos hagan lo que él es incapaz de ejecutar.
Notablemente, la transformación de las organizaciones no es algo simple, pues todos los individuos que las conforman poseen estructuras mentales establecidas y patrones de comportamiento sumamente arraigados que los rigen cotidianamente y que les son difíciles de eliminar. El cambio de hábitos resulta verdaderamente complicado para los colaboradores de una empresa o institución, por ello, lograr una transición es algo sumamente complejo, puesto que el personal debe cumplir con varios requisitos que resultan a veces hasta agobiantes.
No obstante, es fundamental comprender que las exigencias del mundo obligan a estar en constante innovación, por tanto, los colaboradores y especialmente las altas jerarquías deben estar dispuestos a abrirse al cambio; es indispensable enfrentar riesgos para así trazar nuevos caminos. El éxito se logra cuando se reconocen posibilidades y se toman oportunidades antes que el resto de las personas, esa será la mejor manera de lograr un fructífero Desarrollo Organizacional.
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