Por Jesús Manuel Hernández

Hace seis años había dos punteros para gobernar Puebla, uno, Javier López Zavala, protegido y propuesto por Mario Marín, quien pretendía, con ello, continuar impulsando lo que llamó una “nueva generación” de políticos. Y con él, se asomaban otros que pretendían a su vez convertirse en los siguientes gobernador y presidentes municipales de la capital.

La creación de una nueva clase política espantó a muchos, sobretodo a quienes habían detentado el poder de Casa Puebla y querían continuar con un grado de influencia en la entidad.

Fue así como, la otra figura puntera, Rafael Moreno Valle Rosas, fue visto como una alternativa para acomodar las piezas, puesto que el grupo de Mario Marín se había cerrado en una burbuja absoluta.

Uno o dos personajes fueron los responsables de animar a la clase política despreciada por el marinismo. Les hicieron coincidir intereses económicos más que políticos en una hazaña temeraria, donde el hecho de desligarse del PRI poblano no significaba precisamente romper con el PRI nacional.

En Los Pinos estaba asentado el PAN y pocas probabilidades tenían de volver a tener fuerza en Puebla con López Zavala, por tanto, escogieron apoyar a Rafael, y así fue.

Una vez conseguido el triunfo, hubo recompensas para los exgobernadores, en su persona, en sus hijos, en sus sobrinos, en sus nietos y hasta en sus entenados.

La historia ahora se repite. Rafael quiere dejar una “nueva clase política” en Puebla, que pueda continuar con un proyecto de al menos dos sexenios más, a fin de consolidar un grupo nacional que vuelva a tener trascendencia, como el de Ávila Camacho o el de Díaz Ordaz.

Sólo que ahora el PRI gobierna en Los Pinos, y los intereses, aunque económicos, también están sujetos al deseo de los grupos nacionales, no sólo al personal interés de Rafael.

Luego entonces, los dos personajes promotores de aquella convocatoria para no apoyar a López Zavala-Marín, están entrampados en su propia decisión.

Por allá de Todos Santos, noviembre, uno de los exgobernadores de Puebla confió a sus cercanos que en el CEN del PRI sólo había dos candidatos en el análisis final, Lastiri y Alcalá. Su simple comentario provocó el desapego a otro de los aspirantes, Enrique Dóger.

Por esas fechas se iniciaron los acercamientos del equipo de Alcalá, Chumacero y Gómez con el equipo de Moreno Valle, Eukid entre otros.

En diciembre, en una de las comidas navideñas, familiares, uno de los poblanos, mejor colocados en los cuadros dirigentes del PRI nacional, confió a su invitados que César Camacho le había pedido “sumarse” con Alcalá, asunto que Beltrones aún no había confirmado. Pero la línea, aunque tenue, se manifestó.

Y entonces los exgobernadores aparecieron nerviosos. ¿Con Gali o con Alcalá? ¿De qué lado mascaría la iguana?

Y llegó enero, y Víctor Giorgana “destapó” a Alcalá ayudado o respaldado por otros legisladores.

Y entonces algunos han empezado a pensar que los exgobernadores han cambiado de bando, ¿será?

O simplemente han encendido la otra veladora, por aquello de las dudas.

O por lo menos así me lo parece.

 

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7. 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...