Resolver los problemas de manera superficial se ha convertido casi en un deporte de los políticos, sea cual sea el partido que representen; esto es, atacar las manifestaciones más visibles de un fenómeno sin acometer la raíz que genera esas manifestaciones.

Aunque son muy celebradas por los politiquillos y “analistas” mediocres que pululan en la prensa, lo cierto es que este tipo de soluciones facilonas caen por su propio peso en la irracionalidad y, justamente por ello, siempre resulta peor la medicina que la enfermedad.

Esta forma de comportarse ante la realidad es sólo una manifestación de la decadencia de la clase económica dominante que, por eso mismo, se ve impedida para solucionar los problemas en su origen más profundo; eso implicaría decidir entre sus propios intereses y los del colectivo que, dicho sea de paso, son diametralmente opuestos.

Sólo así se explica, por ejemplo, que quieran acabar con la pobreza repartiendo migajas de pan, en lugar de crear empleos suficientes y bien remunerados. Sólo así se explica que despotriquen contra un muro fronterizo que nos recuerda el mal reparto de la riqueza nacional, en lugar de fortalecer el mercado interno y buscar nuevos y mejores aliados económicos. Y sólo así se explica, y éste es el tema que me interesa hoy, que quieran acabar con el comercio informal ambulante usando para ello a la policía; en otras palabras, que quieran matar el hambre a balazos. ¿No es esto de lo más irracional?

Pues sí, en efecto, desde el día martes 22 de noviembre, el Centro Histórico de la ciudad de Puebla amaneció sitiado por policías municipales que impidieron que los comerciantes ambulantes de varias organizaciones, entre ellas el Movimiento Antorchista, pudieran instalar sus puestos de vendimias. Y así, durante varios días consecutivos, el gobierno municipal de la ciudad de Puebla desplegó toda su fuerza represiva contra los temidos vendedores de tacos de canasta, chicharrones y gorritos navideños.

Leamos la nota publicada el día jueves por Reforma, un diario que no es precisamente de izquierda: “A las medidas de seguridad implementadas para contener a los informales se sumaron elementos del Ejército mexicano, quienes patrullaron esas vialidades durante la mañana. También se constató la presencia de efectivos de la Policía Estatal y de un grupo de vigías desplegados en las azoteas de las casonas del perímetro”.

Pero resulta que, para otros periodistas, la manu militari es digna de alabanza; escuchemos ahora al director de 24 Horas Puebla, vocero no oficial del gobierno: “Se necesita ser mezquinos para no reconocer el logro del gobierno municipal encabezado por Luis Banck Serrato en el tema del desalojo de ambulantes del Centro Histórico de Puebla. (…) Es el resultado de meses enteros de planeación en las oficinas del alcalde Banck. (…) El alcalde Banck cuenta con el apoyo del comercio establecido y de auténticos ciudadanos”.

Qué tal, eh. Más zalamero, ¡imposible! Pero su amor se cobra en plata y por eso para el director hay algunos que no somos “auténticos ciudadanos”, entre ellos los comerciantes informales que no tienen capital para invertir en un “comercio establecido” o para pagarle una nota, los pobres que afean el centro, los hambrientos que lo apestan. ¡Bravo! Ahora sí tendremos un centro histórico militarizado al que podrán entrar sólo los “ciudadanos auténticos”, los de dinero pues. ¡Y nos quejamos de Trump! Pero si en Puebla tenemos al discriminador número uno. ¡Viva la aporofobia! ¿O no, señor Mario Alberto?

Según el periodista de marras, el operativo policial contra los comerciantes informales llevaba “meses enteros de planeación”. No lo dudamos. Pero lo que Mario Alberto oculta con su venal panegírico es que el desalojo de los vendedores se llevó a cabo con alevosía, mediante engaños y mentiras. Escuchemos, ahora, un fragmento de la nota publicada por el portal nacional unotv.com: “El pasado 18 de noviembre los vendedores se retiraron de común acuerdo con el Ayuntamiento de Puebla para respetar el pacto comercial por el Buen Fin, por lo que las autoridades aprovecharon la ocasión para impedir el regreso de los ambulantes”.

Más objetivos que el director de 24 Horas Puebla, los redactores de unotv.com sostienen que las autoridades se aprovecharon del acuerdo tomado con los comerciantes que consistía en que durante los días que durara el “Buen Fin” ellos se retirarían del Centro Histórico para que el comercio establecido pudiera aprovechar la temporada y así obtener algunas ganancias extraordinarias.

Los ambulantes cumplieron el acuerdo y desalojaron por el tiempo pactado. Pero cuando, terminado el plazo, quisieron regresar, se encontraron con que el ayuntamiento ya les había puesto un operativo armado hasta los dientes para impedirlo. A esta violación de los acuerdos es a lo que Mario Alberto llama pomposamente “el logro del gobierno municipal”. ¿Qué se puede esperar de un director que se revuelca entre la infamia y la mentira? Nada, salvo su aplauso total para el revolcadero. Muy bien, Don Mario, gracias por esa lección de ética y honradez.

El problema del comercio ambulante no se va a resolver expulsando a los apestados del Centro Histórico para disfrute de los “auténticos ciudadanos”. ¿Cuánto tiempo podrán mantener a la policía bloqueando las calles (ahora son ellos y no oigo el gimoteo habitual de las plañideras de la prensa) para evitar que regresen los comerciantes? Y cuando la policía se marche a hacer su trabajo (que no es amedrentar a los ciudadanos), ¿no creen ustedes que los comerciantes van a regresar por sus fueros? ¿Se han puesto a pensar en eso? ¿Creen que con pérfidos acuerdos van a solucionar el problema?

Según Mario Alberto, el problema es Antorcha porque es “una organización sin escrúpulos (que) quiere abanderar las protestas, pese a que es la menos afectada”. Así que, como se ve, el director de 24 Horas Puebla no es sólo un mentiroso sin recato, sino también un ignorante extraordinario. No señor, el problema no es Antorcha ni su legal y legítimo interés en defender a los comerciantes, sean miles o sea uno. Por un lado, el comercio informal no es otra cosa que la expresión más cruda del desempleo que campea en el país y que afecta a miles de mexicanos, quienes al no encontrar trabajo se ven obligados a vender cualquier baratija para sostener a sus familias de manera honrada. Por otro lado, el comercio informal es una verdadera salvación para mucha gente cuyo paupérrimo salario no le permite entrar a las tiendas departamentales o a los restaurantes del Centro Histórico. Oferta por un lado y demanda por otro: así de sencillo.

¿Y el ayuntamiento poblano pretende tirar con su policía la ley económica que priva en el mundo desde hace miles de años? Los informales tienen mercado porque sus productos son útiles y con precios accesibles al mexicano promedio; quizá a los dueños de los negocios del Centro Histórico les convendría reflexionar sobre esto y actuar en consecuencia. Así no se quejarían tanto de los vendedores de papas y cacahuates que, evidentemente, no tienen las facilidades que ellos sí: dinero y contactos en el poder.

Así pues, si el gobierno y quienes exigen un “reordenamiento integral” en el Centro Histórico y que se “aplique la ley” quieren de verdad acabar con el comercio informal, o por lo menos con la gran mayoría de éste, deberían combatir el desempleo y la pobreza que azotan a la población. Recuerden, señores, que en la ciudad de Puebla existen 731 mil personas viviendo en pobreza y no hay ninguna otra urbe en México que nos supere en ello. ¿Pero saben ustedes a quiénes les toca crear empleos y ofrecer salarios dignos? ¡Pues a ustedes! De donde se deduce con mucha facilidad que, en el fondo, son ustedes los culpables de que haya comercio informal y son ustedes los que tienen la medicina para la enfermedad. Si no la aplican, entonces no se quejen y dejen trabajar a la gente en paz.

Durante las protestas de los comerciantes antorchistas, llamaron mi atención algunas declaraciones de los propios manifestantes por lo sencillo y claro del razonamiento: “Que el gobierno resuelva al pueblo, a la gente que está sin trabajo, que resuelva a su gente que está gobernando. Debe de darle trabajo a su pueblo, no nomás al rico. Necesitamos trabajar, nada más. Nosotros no queremos problemas con nadie, solo queremos trabajar honradamente, si el Ayuntamiento dice que por trabajar hay que pagar un impuesto está bien, lo pagamos, con tal de que nos deje trabajar. Todos somos comerciantes y no somos delincuentes”.

Un mundo en el que la gente exige trabajo porque no lo hay, es un mundo que está mal, que no está funcionando. La política de cerrarle las válvulas de escape al desempleo y la pobreza es un suicidio. Quítenle hoy el empleo a los informales y en el mañana próximo se arrepentirán de ello. Yo, que deseo con todas mis fuerzas un mundo en paz, solamente lo advierto.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

 

incendios forestales