La lucha emprendida por el Movimiento Antorchista ha perdurado a lo largo de 42 años y se ha propuesto defender los intereses del pueblo y ha cambiado la vida de miles de familias pobres de la ciudad y el campo, fundando y construyendo centros educativos, modernizando calles, introduciendo en las colonias o comunidades servicios básicos, llevando infraestructura en carretera a comunidades marginadas, siempre con el objetivo de dignificar la vida de los que menos tienen y convirtiéndose así en una organización política defensora de los intereses de los pobres.

Conocemos y convivimos, porque estamos padeciendo la gran crisis, con la inmensa pobreza que se vive día con día en las zonas marginadas, esa pobreza que es cada vez más aguda, que lleva paso acelerado y que padecen millones de mexicanos que no tienen empleos bien pagados, educación, salud, drenaje, viviendas o electrificación.

Y por otra parte conocemos la soberbia y la insensibilidad de muchos gobernantes y funcionarios ante las carencias que padecen los habitantes de municipios como Tlaola, Chiconcuautla y Jalpan, lugares en donde la gente no tiene vivienda o vivienda decorosa, servicios básicos, educación y una larga lista de padecimientos.

Aquí priva la mala política, la tradicional, la de los falsos gobernantes, que sólo velan por su propio interés. Un claro ejemplo de ello fue el pasado proceso electoral, en donde vimos mucha propaganda, a promotores del voto que vivían en las calles para hacer publicidad de los candidatos, que visitaban a los pueblos llevándoles promesas y toda la parafernalia de la calentura temporal de las elecciones, señalando y “condenando” las necesidades imperantes de la gente… pasadas las elecciones, una vez más, nadie se ha propuesto en serio encabezar al pueblo para defenderlo y hacer que tenga una vida más digna.

Por eso, Antorcha, desde su fundación, se propuso luchar contra la pobreza, luchar para abatirla. Pero no como una lucha personal, contra algún gobernante o funcionario del nivel que sea, porque el problema es de todo el sistema económico que genera una distribución sumamente inequitativa de la riqueza nacional.

Ante este panorama tan sombrío e incierto para el pueblo, lo que ha dicho Antorcha, es que la única salida que le queda a ese pueblo es organizarse, educarse y luchar. No hay de otra, es necesario que los pobres sumemos nuestras fuerzas conscientemente, porque la realidad así lo demanda. Antorcha propone luchar al lado de los pobres, y no esperar a ver si alguien que se acuerda de las promesas de campaña y trae apoyos y servicios para todos.

Y así, como resultado de nuestra lucha, podemos mostrar sólidos resultados en beneficio de los pueblos; por ejemplo, y sólo para dar muestra, en el distrito I de Puebla, con sede en Huauchinango, hemos logrado la construcción de redes de energía eléctrica que benefician a antorchistas y no antorchistas en Huauchinango, Xicotepec y Honey, cuya inversión supera los 10 millones de pesos, recurso histórico etiquetado para los pobres de la región, gracias a la gestión de los diputados federales antorchistas Edith Villa Trujillo y Juan Manuel Celis Aguirre ante la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Y podemos mostrar más obras, que en la zona todo mundo conoce.

Antorcha ha demostrado un trabajo amplio e incansable en beneficio de miles de ciudadanos en el distrito de Huauchinango, hemos llevado progreso y desarrollo a las zonas más marginadas en comunidades y colonias pobres, que por muchos años habían estado olvidadas y abandonadas.

Para terminar con la pobreza es necesario acabar con la mala política, con la política de las despensas cada elección, con los rollos mentirosos y las promesas que no van abatir la pobreza. Ahora es el momento de exigir respeto a la voluntad popular que pide pan y mejores condiciones de vida.

La pobreza se debe erradicar, se puede y es posible, pero para que eso ocurra las masas trabajadoras deben tener claridad de que la pobreza no es porque Dios así lo quiso, sino porque existe una injusta distribución de la riqueza nacional, porque el modelo económico que impera en México hace que esa riqueza se concentre en unas cuantas manos, favoreciendo a los dueños del dinero y a los emporios empresariales, mientras los pobres vivimos en el abandono, en el hambre y la miseria.

Para que México salga de este atolladero y que la riqueza social que crean los trabajadores sea repartida entre los mismos trabajadores de una forma equitativa, en mejores salarios y en obras y servicios, la historia nos impone un nuevo reto: tomar el poder político del país, por la vía democrática. Para que llegue a gobernar el país un partido del pueblo, que represente sus intereses y que trabaje para hacerlos realidad.

Pero para poder gobernar este país, el pueblo necesita de un partido fuerte, vigoroso, numéricamente poderoso y para ello es necesario, así lo ha previsto la organización, un partido que tenga entre sus filas a por lo menos 10 millones de mexicanos, que sean quienes encabecen el cambio de modelo económico.

Nos hemos puesto la tarea de que en 10 años podemos hacer que Antorcha, que actualmente tiene entre sus filas a 1.5 millones de mexicanos, sea capaz de organizar a 10 millones de mexicanos, con los cuales podamos tomar el poder político de la nación y cambiar este modelo injusto por otro más humano y equitativo que distribuya la riqueza nacional en favor de las mayorías. Pero la tarea del crecimiento no es una tarea sólo de los líderes, sino de todos los antorchistas.

Tenemos una fuerza política y definida en la región, somos la única organización que realmente defiende a los desamparados. Es hora de demostrar que el pueblo organizado debe gobernar, Antorcha Campesina es el camino que los pobres deben seguir y es la única salida que le queda a los indígenas de la región. Si queremos un mundo mejor, la organización es el camino correcto.

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