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Para mi amigo Manuel Alonso

Siempre son duras son las despedidas, sin embargo, no lo son tanto cuando estas se dan junto con la satisfacción de la labor cumplida, y mi amigo Brahiam se fue justo como le gustaba andar gozando, justo con lo que amaba y como tal vez él lo hubiera querido… siempre volando

Qué fuerte cuando un padre se despide de su hijo y se va primero éste que el progenitor, qué fuerte es cuando el padre, que siempre fue protector de la vida de los demás, poco o nada pudo (o pudimos hacer los que nos quedamos), porque el destino no nos dejó. Sin embargo, Dios es así, te pone lecciones, ejemplos y tareas que a veces no entendemos, que a veces nos parten el alma y nos ponen a sufrir.

Tal es el caso de mi amigo Manuel, que esta vez tuvo que despedirse (por el momento) de su hijo, mi amigo Brahiam, qué largas son las lágrimas, qué temible es la espera de esta danza y qué fuerte es beber la copa que hiciera que la vida de nuestro hijo nos abandonara.

¿A donde irá?, ¿por cuáles rumbos decidió mi amigo cambiar esta vida que todo le daba? Mi amigo Brahiam, joven fuerte y de corazón recto, de una sola pieza, amigo a carta cabal y disposición total, para siempre a dar la mano por los demás, porque su formación era esa.

Qué temible es la soledad que nos deja, pero si sabemos darnos cuenta, con esto también nos deja el resto de nuestras vidas llenas de esperanza, esperanza de encontrarnos de nueva cuenta cuando Dios así lo quiera. Esperanza de aprender del desprendimiento que en eso él experto era, conocer de lo que no veíamos, lo que él con su presencia enseñara y que ahora, con su ausencia, no perderemos palabra. Conocimiento “puro”, porque Dios no hace las cosas solo por nada.

Hasta luego amigo Brahiam”, a lo mejor esa es la lección, el mostrar a tus padres y hermana cómo la gente te estimaba, a lo mejor, la lección era que deberías de adelantarte para que en vuelo de ave y sin avión, con tus alas la senda y con tu entrega, el camino señalaras. A lo mejor la lección era que los demás juntos trabajaran, no lo sé, lo confieso, querido Brahiam, ten por seguro que estaremos pendientes de saber lo que el mensaje de tu partida nos dejara.

Hasta luego querido y joven amigo, vuela de estrella en estrella, vuela de alba en alba, vuela siempre por las noches y vuela cada mañana, vuela donde quieras, que siempre te llevaremos en el alma.

Vuela siempre, vuela eterno hasta el infinito del amor, para ver tú, que ahora estas con el creador, ¿qué es lo que nuestro Dios nos depara?

Vuela lejos hasta el cielo y cerca, siempre en nuestras almas, vuela y no te separes nunca de tus padres y hermana, para que sepan que no te has ido, que solo es un parte aguas una más de tus carcajadas, vuela con todos nosotros tus amigos y los que nos quedamos a saber de la vida, de sus enseñanzas que tú ya aprendiste y por eso estoy seguro, que tu misión aquí terminara.

Vuela Brahiam, vuela y siente seguro que tus padres estarán siempre viéndote en cada mañana, siempre al alba. Vuela porque mi amigo Manuel y los que aquí estamos, algún día nos reuniremos contigo y, cual maestro, estaremos pendientes que nos digas cómo se entra al cielo, cómo se está junto al creador y entonces amigo Brahiam, entenderemos que en la vida y en la eternidad, nada ni nadie nos separa.

Entenderemos de un solo salto

“Que los pilotos nunca mueren…solo vuelan más alto”

Adiós… no, simplemente hasta luego, amigo Brahiam.

¿O no?

Juzgue usted

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