Cierto, “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho” señala –a manera de reclamo- Enrique Peña Nieto en los promocionales de su antepenúltimo informe de gobierno y eso aplica para cientos de miles de maestras y maestros que desempeñan su labor en condiciones adversas.

Historias recientes y pasadas lo muestran, tal relata la poetisa juchiteca Natalia Toledo Paz, cuando a través de la palabra honra al maestro Juan Mixtu -Juan ojos de gato- quien tras un rato de ejercicios de caligrafía en clases vespertinas, despertara su imaginación y le alegrara la vida contándoles cuentos, historias y relatos que seguramente tendrían la cosmogonía de los pueblos originarios como sustento. Mujer en plenitud comparte recuerdos (a edad temprana tenía que llevar consigo una sillita para recibir unas venturosas clases) y reconoce “que los maestros se parten el alma para transmitir el conocimiento original y que las escuelas funcionan como pueden”.

Quienes tienen palestra como Hugo Aboites reconocen que “son los maestros de escuelas públicas quienes han creado las condiciones para que millones de mexicanos, incluyendo a aquellos que en alguna apartada y polvorienta escuela del norte pudimos aprender a leer y escribir y conocer algo de este nuestro país. Una tarea difícil y siempre mal pagada, pero digna como pocas”, a otros más se las presta la voz Elena Poniatowska. Destaca méritos de un profesor, ahora secretario de educación municipal, quien se formó en una escuela normal por no tener dinero para pagar su instrucción universitaria y se enamoró de la profesión laborando en escuelas “muy humildes”.

Al margen de la fama ganada y de los medios para comunicar experiencias, las testimoniales alcanzan a quienes a pesar de las condiciones de inseguridad, generosamente conceden aventón a maestras y maestros que se trasladan desde comunidades cercanas de la ciudad de Tlaxcala al Valle de Chalco o a Ciudad Netzahualcóyotl, y que a más de gozar de una plática amena, escuchan penurias, alegrías, éxitos profesionales de quienes por fortuna lograron obtener una plaza como docente lejana a su lugar de residencia (en riesgo por las decisiones de política pública adoptadas por la administración de Enrique Peña Nieto).

La investigación “Maestros indígenas. Un acercamiento a sus historias de vida”, elaborada por académicos de la Universidad de Querétaro y el Colegio de San Luis, da cuenta del papel trascendente que juegan los maestros bilingües para las comunidades indígenas a pesar de los equívocos de la planeación institucional -que les envía a comunidades en la que se habla un idioma diferente al propio- y en donde por ser los únicos letrados, desempeñan otras funciones públicas sin paga alguna.

Sus historias y las de muchísimas maestras y maestros casi no se cuentan, “pero cuentan mucho”. Destacan algunas entre las que resalta la de don Eduardo, maestro de misiones culturales que en su largo periplo, transitó por comunidades apartadas del Estado de México a las de Puebla, para terminar casi invidente cumpliendo con su labor en las sierras de Guerrero. Siempre ausente pero cercano con el orgullo de formar mejores ciudadanos.

Las de los maestros y maestras anónimos que en las zonas suburbanas y en las rurales, sacan de la bolsa y de su exiguo salario, recursos para comprar útiles escolares para el alumnado, gises, hojas y proporcionarles en ocasiones alimento. Las del personal docente que viviendo en la cabecera municipal debe trasladarse a sus escuelas por cualquier medio y a dos horas o más de viaje. Las de quienes viviendo en las grandes capitales deben sortear la violencia de las pandillas, el narcomenudeo, pagar piso al crimen organizado, lidiar con enfermedades de la pobreza, enfrentarse en ocasiones a la incomprensión de madres y padres de familia y a un alumnado poco comprometido.

Sin embargo, cuando lo bueno no se cuenta ni se reconoce como en el caso del trabajo desarrollado por cientos de miles de docentes, la imaginación del que manda sustituye a hechos profundamente relevantes. Así el cuarto informe de labores muestra la visión gubernamental sobre el estado en que se encuentra el sistema educativo nacional. Sin duda contrapuesto a la realidad que en las escuelas viven niños, niñas, adolescentes, madres, padres de familia y personal docente, incluidos directivos.

Cuentos que dan por hecho que en esta administración “los mexicanos empezamos las transformaciones que necesitaba el país y que no se habían podido lograr.” Proyectar que la reforma educativa es la más relevante de las reformas estructurales promovidas por el grupo gobernante y que producto de ella, se tienen “mejores maestros, mejores escuelas y mejores planes de estudio”, tan sólo porque asignaron al Tecnológico de Monterrey -sin licitación pública- contratos multimillonarios para la capacitación en línea de profesores de educación obligatoria, porque están delineando los programas de formación docente para educación básica y media superior y porque 136,566 docentes sustentaron el examen de permanencia en el servicio profesional docente (mientras que maestros y maestras de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán lo repudian); puros cuentos.

Lo mismo que el gasto de 50 mil millones de devaluados pesos “para mejorar y remodelar 33 mil escuelas, de aquí al final de la administración”, una de cada 7 de las instituciones públicas y la pretendida consulta a padres familia y expertos para diseñar “nuevos planes de estudios, que permitan a nuestros niños y jóvenes sentirse más seguros de sí mismos y triunfar en lo que se propongan”. Más cuentos.

Claro que importa la calidad del personal docente y directivo que participa en el proceso de enseñanza aprendizaje, de la infraestructura física y educativa, de los materiales de apoyo incluidos libros de texto, talleres, laboratorios, de los planes y programas de estudio, pero sin duda es imprescindible rescatar la honra y la dignidad del magisterio. Sin maestros y maestras, ninguna reforma educativa es posible y todo lo que se diga y haga sin ellos será sin duda tan sólo un cuento.

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