Es menester la reflexión sobre uno de los álgidos temas que azota a nuestra nación: la economía informal, hecho sustentado en la economía de “la dualidad” de la década de los 60, cuando surge la idea de fragmentar la sociedad urbana en dos sectores: formal e informal.

Y para iniciar, te preguntaría ¿vives en la formalidad o en la informalidad? Porque muchos de nosotros emitimos juicios y descalificaciones, pero ¿cuántos de nosotros somos parte de esta estadística nacional? Cuando menos el 50% de los mexicanos viven diariamente de la informalidad.

Vivir en la informalidad es vivir, en un intercambio económico que se realiza de manera “irregular y oculta”. Irregular porque no sigue los procesos fiscales y de permisos requeridos por las autoridades para ejercer esa actividad. Y oculto, porque es precisamente esa irregularidad la que provoca que esos intercambios sean difíciles de cuantificar para su análisis.

Vivir en la informalidad nos remite a pensar en el quehacer diario de millones de mexicanos que desempeñamos actividades diversas, desde el empleo más modesto y menos reconocido, como quien vende dulces, hasta aquellos comerciantes, asesores, taxistas, reporteros, deportistas, profesionistas, cerrajeros, fritangueros, estilistas, cosmetólogos, masajistas, prostitutas, músicos, médicos y costureros, entre otros de los millones de mexicanos quienes con su actividad diaria evaden el pago de impuestos ante el sistema tributario. El motivo puede ser diverso, la causa, ser estadística en favor de la supervivencia.

De este universo dedicado a la economía informal, existe el comerciante ambulante, quien sale a las calles a vender en sus autos, o a establecerse en alguna zona para desplazar sus productos. En algunos casos, no paga nada por la ocupación de los espacios en donde ejerce su actividad; pero en otros, los comerciantes informales pagan su “derecho de piso” a las personas que controlan los espacios de venta “legalmente” en las calles, plazas públicas y, en otras ocasiones les pagan a quien controlan de manera ilegal el espacio público. Algunas veces, las cifras a pagar están lejos de ser nimiedades, y representan cantidades considerables de las ganancias.

¿Cómo entender el fenómeno?

Ahora bien, ¿de qué manera debemos entender este fenómeno social? Porque vemos desalojos; vemos enfrentamientos violentos por diferencias entre autoridades y líderes, existen decomisos, levantones etc.

En México, uno de los principales puntos de análisis de este tipo de comercio es el socioeconómico. Es decir, es la forma en que el comercio informal se vuelve el reflejo de la sociedad. Una sociedad que no genera oportunidades de empleo. Un grupo social alentado a ejercer este tipo de comercio bajo el único motivo que sea buscar una oportunidad de vida “digna”.

En días pasados, escuchaba los vacíos posicionamientos de una parte de los legisladores poblanos, hablaban de incorporar a los comerciantes del sector informal a la formalidad. ¿Con qué estrategia? Hoy, muchos hablan de un repudio a la informalidad pero ¿acaso de todas sus actividades ellos pagarán sus impuestos?

La solución es generar empleos

La única estrategia es la generación de empleos. Aumentar el poder adquisitivo de la clase trabajadora. Dejar de lado un mercado de trabajo como el mexicano, en donde las oportunidades laborales son escasas, y terriblemente mal pagadas. Es bajo este esquema cuando el comercio informal presenta una oportunidad de ingresos más atractiva y proactiva.

No caigamos en el absurdo mito de que el comercio informal es ejercido en su mayoría por personas con poca preparación académica, quienes de ingresar en el mercado formal de trabajo, se encontrarían con niveles salariales irrisorios, que difícilmente les permitirían tener acceso a una regular calidad de vida.

Este es el entorno del concepto de informalidad: Poco recurso económico para poder subsistir decorosamente en este siglo XXI. El aglutinamiento del recurso en manos de un pequeño segmento de mercado. Y quieren pagar muy poco a los profesionistas de su entorno.

Hagamos una reflexión para no satanizar al informal, porque en el barco iríamos muchos.

Concluyo diciendo que, si estamos en la búsqueda de erradicar a los comerciantes informales –léase ambulantes- de los espacios públicos; mejor, impulsemos mejores condiciones laborales y, mayores salarios para la población.

Sólo me queda decirte, que el informal responde a una demanda, en donde las “banquetas libres” se vuelven su único medio de subsistencia. Y si no, al tiempo.

@mayrusmayrus7
@Divandelamujer

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