Por Nahir González Sosa

La globalización es un fenómeno que ha propiciado que cada fragmento poblacional o cultura, pase a formar parte de una sola; actualmente ha alcanzado al mundo en general, pues es difícil que alguien se pueda librar de dicho proceso. Sus adversarios le imputan un mayor empobrecimiento de las personas con pocos recursos, el enriquecimiento mayúsculo de los ya solventes y la devastación del medio ambiente; mientras que sus partidarios más fervorosos la consideran un elevador de alta velocidad que lleva a la paz y a la prosperidad universales, especialmente en el ámbito económico. 

Es posible que la globalización esté trayendo beneficios en ciertos ámbitos, sin embargo; es un hecho que debido al abuso de poder y a la impunidad existente en México, los más afectados del país como consecuencia de dicho fenómeno, son los habitantes de comunidades poco urbanizadas, rurales y marginadas. 

Uno de los principales rubros que ha sido dañado por el proceso globalizador es el de los pequeños productores y comerciantes, pues ellos comúnmente se ven obligados a vender sus mercancías a personas con grandes recursos, pero a precios sumamente bajos, con un mínimo -o a veces hasta nulo- margen de utilidad.

Lo hacen así porque no existe otra opción para sobrevivir, los gigantes comerciales e industriales –muchos de ellos extranjeros- acaparan gran parte del mercado, además de que cuentan con capital suficiente para abarcar fuertes rutas de distribución; por tanto, la mayoría de los compradores, ya sea por facilidad, estatus o malinchismo, prefieren consumir mercancías a los poderosos que a los pequeños comerciantes y productores. Estos últimos normalmente son víctimas de explotación, pues los magnates empresarios, en muchas ocasiones, consiguen vivir fastuosamente gracias al gran esfuerzo no justamente remunerado y a la producción mal pagada de la que son presas los más desvalidos; que por cierto son quienes menos ingresos económicos tienen pero irónicamente son las personas más trabajadoras y productivas de la sociedad. 

Por otro lado, además de la explotación laboral y comercial sufrida como consecuencia de la globalización, otro problema que ha traído ésta consigo es la migración. México es un país que posee un elevado número de migrantes, hecho que por un lado representa un prominente ingreso monetario a la población, pues la gente se va de la nación para encontrar mejores oportunidades laborales; las que en muchos casos, coadyuvan a optimizar la situación económica de las personas y las familias de escasos recursos. Es cierto que esto ha traído beneficios, sin embargo, al mismo tiempo, ha destruido la cultura original de los migrantes, ya que al ellos interactuar con otros sistemas culturales, están siendo parte importante de un proceso transcultural; es decir, se están introduciendo a la práctica de una nueva cultura que evidentemente no tiene relación alguna con sus raíces y que además de ello es difícil de definir. Esto en muchas ocasiones causa confusiones de identidad y hasta propicia que la gente se avergüence y reniegue de su origen, lo cual induce al malinchismo y al alejamiento de las personas de su comunidad. 

No obstante, no sólo la estancia de los ciudadanos mexicanos en otros países ha contribuido a la pérdida de identidad cultural, también el Gobierno ha coadyuvado a esta situación. Muchas regiones rurales y sub-rurales están siendo víctimas de los efectos que traen consigo las administraciones gubernamentales que sólo se interesan en la imagen pública y la modernidad, más no en los individuos. En muchas regiones, el manejo político suele ser egoísta y convenenciero, ya que la preocupación de los gobernantes es prosperar económicamente y quedar ante los ojos de muchos como un ejemplo de vanguardia, sin importar las consecuencias que esto traiga a los habitantes de la población; como es el caso de las grandes obras de “primer mundo” que se construyen a costa de dejar sin tierra ni empleo a personas humildes, además de con ello se eliminan muchas de las reliquias características del pueblo mexicano y su patrimonio en general. Tal parece que a últimas fechas se ha puesto de moda expropiar tierras de cultivo con el fin de edificar industrias y comercios que den como resultado un incremento económico que por supuesto únicamente beneficia intereses del gobierno y de los inversionistas extranjeros y nacionales, quienes como es lógico, son personas con amplios recursos económicos, a diferencia de los habitantes de las mencionadas tierras.

Este tipo de situaciones afectan en gran medida a las poblaciones más desprotegidas del país, puesto que destruyen lentamente sus raíces y contribuyen a un proceso de descomposición y desintegración cultural, laboral y económica

El equilibrio de las comunidades debe estar sustentado en el respeto a sus costumbres, a sus tradiciones, a su lengua, a su religión, a su educación, a su economía y al papel social de sus pobladores; sin embargo, si las esferas de poder no son capaces de entender esta situación ni de actuar éticamente ante esto, los ciudadanos mexicanos comunes así como los habitantes de las comunidades afectadas por el fenómeno globalizador, debemos poner empeño en mantenernos fuertemente solidarios y protectores de nuestras raíces –por ejemplo: valorando y respetando nuestra cultura, consumiendo productos mexicanos, aportando al movimiento de la economía interna, contribuyendo al pequeño comercio, cuidando nuestras tierras, protegiendo al medio ambiente- conjugando adecuadamente todos los factores que intervienen en la existencia de nuestra identidad y de nuestra cultura, para de este modo mantener una sólida armonía entre los efectos del mundo moderno y nuestra esencia como país, de esta manera, no nos dejaremos aplastar por los intereses de unos cuantos sectores poderosos.

La dificultad de ir contra este escenario es cada vez más grande, pues la mayoría de los ciudadanos mexicanos no se interesan en esta situación, y por tanto, aunque todo evolucione, -lo cual es favorable para una nación- no se vislumbra un verdadero desarrollo social, ya que éste no puede darse cuando para “avanzar” se pasa por encima de los grupos más desprotegidos.

Si no se le otorga importancia al papel del poder globalizador, el país y especialmente las comunidades no urbanas, podrían caer –o posiblemente ya están cayendo- en un grave conflicto económico y social que afectaría directamente el funcionamiento total de la nación y la convivencia de los diversos sectores. Es indudable que el fenómeno globalizador ofrece oportunidades, pero también se debe tomar en cuenta que si este proceso no es manejado adecuadamente, se corren grandes riesgos que pueden perjudicar de manera prominente al orden y la vida en sociedad.  

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7. 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...