Fermín Alejandro García/Cuitlatlán/La Jornada de Oriente

De todas las voces priistas que se han escuchado después de la derrota del 5 de junio, el diagnóstico más sensato y la mejor definición de la ruta que el partido debe seguir camino a la sucesión de 2018 ha provenido de Alberto Jiménez Merino, quien ha destacado que por encima de la compra de votos a favor del PAN y el malestar ciudadano contra el morenovallismo, el factor decisivo para que el tricolor perdiera fue la falta de resultados positivos de las reformas estructurales del gobierno federal.

Jiménez Merino, quien ayer se reunió con un grupo de 10 columnistas, anunció el arranque de su proyecto para buscar la candidatura del PRI en 2018. Pero al mismo tiempo advirtió que hay tres condiciones básicas para que el tricolor sea competitivo en la siguiente sucesión:

Primero: que el candidato priista sea elegido por una consulta a las bases del partido, para garantizar que el abanderado sea el más conocido, mejor posicionado, el que más haya trabajado.

Segundo: construir la unidad de esta fuerza política, por lo que sería un error relevar a Jorge Estefan Chidiac y Rocío García Olmedo de la dirigencia del PRI.

Y tercero, que el tricolor –desde ahora– tiene que usar a sus organismos, como la Fundación Colosio y el Icadep, para hacer un diagnóstico de la realidad sociopolítica del estado y escuchar a la gente de toda la entidad, para que el electorado voltee a ver al tricolor.

La intervención de Jiménez Merino se alejó de la estridencia de la mayoría de los priistas que culpan de todo al morenovallismo o que exigen que corra sangre al interior del partido, y que se destituya a Estefan Chidiac y García Olmedo, junto con una larga lista de traidores; o de los que no saben explicar que sucedió, como el diputado federal Carlos Barragán que dice que al PRI le tocaba perder y no hay que analizar por qué cayó su índice de votación.

Con tales definiciones Jiménez Merino –quien 2 veces ha sido diputado federal, delegado de Sagarpa y secretario de Desarrollo Rural– se coloca como el único priista de Puebla que está proyectando su trabajo político para el largo plazo e intentará construir su posible candidatura con antelación.

Y es que un factor que pesó en la última contienda es que la postulación de Blanca Alcalá Ruiz como aspirante a la gubernatura resultó ser la candidatura más improvisada que el PRI ha tenido en los últimos años.

La priista nunca trabajó para construir un proyecto fuerte y de largo plazo, además de que siempre se descartó de esa posibilidad hasta que la impuso el líder de los senadores tricolores, Emilio Gamboa Patrón.

La candidatura de Blanca, que siempre estuvo desorganizada y sin carisma, contrastaba con el trabajo de dos años que realizó su rival, Antonio Gali Fayad, quien dedicó mucho tiempo para construir alianzas con un número importante de personajes, organizaciones sociales y políticas, con grupos empresariales y con militantes del PAN que estaban alejados del morenovallismo.

Dicha improvisación que se vivió en el entorno de Blanca Alcalá fue decisiva para que nunca se pudiera articular en torno a dicha candidatura la participación de todos los núcleos de militantes, líderes y simpatizantes del PRI.

Lo que nunca se enteró Blanca Alcalá es que una candidatura a la gubernatura no se puede construir en un par de meses, luego de pasar un año convenciendo a propios y extraños de que ella no iba a ser la abanderada.

Rafael Moreno Valle Rosas se la pasó intentando ser candidato a lo largo de dos sexenios, en los cuales edificó una mega estructura de seguidores que usó en 2010 para aplastar electoralmente al PRI.

Melquiades Morales Flores tardó 12 años en llegar a la postulación, luego de varios intentos de ser el candidato del PRI a la gubernatura.

Mario Marín Torres de igual forma a lo largo de 12 años se la pasó, desde diferentes cargos públicos y partidistas, luchando por su proyecto de ser gobernador.

Ahora pareciera que Jiménez Merino quiere recuperar esa dinámica de diseñar un proyecto de largo plazo, algo que nadie más está haciendo en el PRI.

Una ventaja que tiene el también ex rector de la Universidad de Chapingo es que de los pocos priistas que cuenta con una estructura propia de simpatizantes a lo largo del estado, principalmente en zonas rurales y suburbanas.

Con esos grupos de apoyo, también es de los pocos priistas que podría ganar una consulta a la militancia del PRI.

Por esa razón se puede advertir que dentro de dos años y dos meses la gubernatura se podría estar disputando entre la neo panista Martha Erika Alonso, que representa al morenovallismo, y Alberto Jiménez Merino, quien ya empezó a levantar su posible postulación.

Para mayor información:http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2016/07/06/jimenez-merino-toma-delantera-en-el-pri-para-ser-candidato-en-2018/

 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...