Por Abel Pérez Rojas

Con gratitud a mi amigo Héctor Pérez Ramírez.

Siempre hay alguien que, aunque no nos lo diga, sigue de cerca todo lo que hacemos; a nuestra vez hacemos lo mismo con otros. Y eso es algo que no podemos echar a la borda así porque sí, porque al fin y al cabo eso es parte de la riqueza que vamos construyendo con el pasar de los años.

Reflexiono todo esto mientras hago un recuento de las enseñanzas que me dejó el reconocimiento que me otorgaron las autoridades municipales de Tehuacán, al nombrarme Tehuacanero Distinguido, porque, en realidad, en el caminar cotidiano los seres humanos más bien sentimos que nos encontramos solos frente a nuestra propia vida.

He observado que cuando esa soledad se acrecienta, echan raíces otros sentimientos negativos como la minusvalía y la culpabilidad. Perdemos de vista el valor de la compañía de quienes han estado a nuestro lado en las buenas y en las malas, o aquellos otros que sólo están en los buenos momentos y quienes son incondicionales en las situaciones difíciles, y desconocemos para quien nuestros pasos son el trazo de un camino.

Y sigo en mi reflexión: ¿No es acaso continuar desarrollando la cualidad de vivir en nuestro mundo interior en relación con los demás y viceversa, lo que nos ha traído al punto de la evolución en el cual podemos aspirar a llamarnos homo sapiens?

Después de preguntarme lo anterior, brota como una cuña -frente a la pantalla que recibe mis letras- la frase de Epicuro, el filósofo griego fundador de la escuela que lleva su nombre, epicureísmo: “Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo”.

En efecto, vivir acompañados y en sociedad nos ha permitido continuar en el proceso de sobreponernos a nuestros instintos, que nos asemejan a las mal llamadas bestias, y aspirar a lo que está más allá del hombre pensante.

Si gracias a los estudios que hemos realizado para entender y tratar las conductas que nos aíslan y se convierten en trastornos, inclusive mortales, ¿hasta dónde puede llevarnos la actitud que nos permite experimentar que no estamos solos? ¿De qué somos capaces si conseguimos que nuestra soledad se enriquezca a la luz de la otredad?

Recurro a mis momentos de aislamiento producto de la meditación para tratar de aproximarme a compartir mi respuesta:

Los seres humanos tenemos una capacidad, hasta ahora explorada sólo por aquellos que en sus profundas búsquedas han descubierto que son uno en relación con todo lo que nos rodea.

Los seres humanos somos capaces de muchas cosas que rayan en el ámbito de lo increíble porque no estamos solos, porque gracias al cariño y a la amistad de quienes nos rodean, nuestras capacidades y talentos se potencian de tal manera que somos mucho más de lo que creemos.

Y ahí, en ese punto en que la individualidad se expande caemos en cuenta de que no estamos solos. Alguien siempre estará dispuesto andar a nuestro lado.

¿Usted qué opina?

@abelpr5

 

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