Por Juan Carlos Lastiri

Las diferentes perspectivas del ejercicio del poder, a lo largo de la historia de la humanidad, van muy de la mano con el ánimo y el espíritu predominante en la época. Desde la etapa del salvajismo y la barbarie caracterizada por el tirano encumbrado en Rey o nombres similares, que ejercía el poder basándose en la fuerza, ya que lo obtuvo de la misma manera, a pasar a periodos posteriores, con formas más ilustradas.

Este proceso de maduración permitió a la sociedad humana comprender que no era bueno ni deseable dar tanto poder a un solo individuo, por muy fuerte o bendecido por los dioses que alegará haber sido, ya que a la larga, esta acumulación excesiva solo llevaba a actos de injusticia y de abusos.

Aquí, entre los griegos, es cuando nace el concepto de democracia, para que existiera una participación del pueblo en los actos públicos y permitirá la presencia de pesos y contrapesos para todos aquellos que gobernarán en la polis griega.

Este camino, el de la vía democrática, no resultó fácil consolidarlo y menos aún, hacer de él un común denominador en los pueblos. 

Desde el triunfo de los barones ingleses sobre el Rey Juan Sin Tierra, hasta las modernas democracias que son sometidas a continuas amenazas disfrazadas de populismos libertadores y pasando por la caída de la Cortina de Hierro en los 90, el ser humano en todos los puntos del planeta ha visto un transcurrir de la democracia en mayor o menor medida ya como un estándar no solo de forma de gobierno, sino de una adaptación de cada cultura a los elementos democráticos claves, como son la libre opinión en asuntos públicos y, por lo tanto, los derechos a agruparse, postularse para puestos oficiales y por supuesto votar por sus representantes.

En consecuencia, el modelo democrático es tan amplio que no puede acabarse con el día de la votación. Este es un derecho máximo de una sociedad, pero debe ir continuado de procesos con mayor visión, para que un país, un gobierno y una sociedad puedan llamarse realmente democráticos.

Todo esto viene al caso, porque estamos viendo cómo lo que llamamos la “rueda de la democracia” avanza inexorablemente en sus diferentes acepciones y, quienes vivimos en México, nos convertimos en actores y espectadores, simultáneamente, de este proceso, por lo que resulta interesante revisar cuatro casos cercanos a nosotros.

En Argentina, presenciamos la  transición entre un régimen que se negaba ir,  a un Gustavo Macri que llegó a la presidencia de la República, ganando  una segunda vuelta, confirmando el deseo del pueblo argentino de cambiar de aires, después de más de una década de Kirchnerismo. Los anhelos de cambio de una nación pasaron por detalles bufonescos dignos de una opereta, por ejemplo el “secuestro”  de la cuenta de twiter de la Casa Rosada o la falta de acuerdo de la sede de cambio de poderes. 

Los problemas económicos de Argentina son tan grandes (lo cual no es una novedad) que harán falta ajustes severos macroeconómicos, que chocarán con las medidas paternalistas que habían prevalecido, éste es un ejemplo en donde la voluntad soberana debería imponerse, como solución a los grandes obstáculos que empuja el viento de los intereses políticos.

España ha pasado por uno de sus procesos electorales más complicados. La imposibilidad de formar gobierno al partido triunfador  y, en consecuencia, la declinación del presidente Rajoy, ha llevado al Rey Felipe (casi desesperadamente) a pedir a un socialista como Pedro Sánchez a unificar las fuerzas políticas españolas y lograr un gobierno de coalición que permita sortear los vendavales internacionales en los cuales España está inmersa, como el resto de Europa y al mismo tiempo frenar la intentona separatista de Cataluña.

Y en donde los mexicanos y mexicanas vemos, con mayor expectación, morbo y preocupación, el girar de la Rueda sin duda es en Estados Unidos. Las eliminatorias internas de los partidos demócrata y republicano han comenzado y por lo tanto se han hecho las apuestas. Todavía no hay claridad y realmente preocupa cómo se vaya inclinando la balanza por razones obvias. El escenario internacional no está nada fácil para que a nuestro país además se le complique aún más si llegará a tener un presidente  o presidenta, poco proclive al entendimiento o a los acuerdos estratégicos y que lejos de ver a México como un aliado, lo estigmatice como el culpable de los males de los norteamericanos. Y un Trump o un Ted Cruz significan eso hoy. Veremos qué es lo que quieren los vecinos del norte y a resumidas cuentas como nos afectará.

Y por últimos, aquí en México vivimos nuestra propia rueda democrática. Este 2016 significa un año de muchas elecciones en entidades en donde se elegirán gobernadores, alcaldes y diputados locales. En el caso de nuestro Estado, de forma inédita, solo iremos a las urnas para elegir a un gobernador o gobernadora que dure menos de dos años, lo cual no deja de ser un sello de la democracia de estos tiempos. Ya que este proceso es tan importante y decisivo en la vida democrática de Puebla como el que más.

Acabamos de presenciar la segunda edición de las elecciones de Colima, que dejaron grandes enseñanzas para todos los actores, sobre todo para las personas votantes, al tener una segunda oportunidad para repensar su voto. Y como parte de una vida democrática nueva, acabamos de ser testigos del fin del régimen de Distrito Federal de la Ciudad de México, ahora se da inicio al proceso constituyente, como ejemplo de una verdadera participación ciudadana y autentica separación de poderes.

Es así como en México podemos presumir de una vida democrática madura, que avanza de manera permanente, que aprende de sus errores y va sumando baluartes institucionales.

 

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7. 

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Fundadora y directora editorial del portal de noticias Ángulo 7. A los 14 años decidió que quería dedicarse al periodismo. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Fue becada...