Por Jesús Manuel Hernández
Algunas plumas, las del plumero mayor, han coincidido en que la autorización de las cuentas públicas del ayuntamiento de Puebla del año 2012, presidido por Eduardo Rivera, fueron acordadas, negociadas en días pasados por el mismísimo gobernador y algunos dirigentes panistas nacionales y el propio exedil.
De ser cierta esa versión, Rivera habría sido convocado a asistir al evento donde la nueva dirigencia del PAN en Puebla asumirá el cargo con la presencia del dirigente nacional, y con ello demostrar una tensa y simulada “unidad” de los panistas en torno al nuevo comité diseñado en Casa Puebla.
Poco creíble sería pensar que si Rivera o sus jefes aceptaron negociar, lo hayan hecho sólo a cambio de un año de los dos y meses que están aún pendientes en el Congreso del Estado.
El año 2013 y los dos primeros meses del 2014, siguen pendientes y son tema suficiente para mantener a Rivera y su gente a raya en cualquier intento por alborotar el gallinero local.
Se trata más bien de un manifiesto deseo de magnanimidad venido de los cielos del Olimpo para comunicar a los mortales que si cooperan su cuello estará a salvo.
Y la interpretación cobra fuerza por que en el velorio de un conocido panista, además del pésame, el comentario general fue que “Lalo se enteró por el periódico” de la aprobación de los diputados y la presunta negociación de su apoyo a la nueva dirigencia.
Queda preguntar si el operador de tal negociación fue el mismísimo Diódoro Carrasco, que en otras ocasiones ha dado buenos resultados para regresar a las ovejas descarriadas al redil.
Pero por lo visto, en el caso de Rivera Pérez, la gestión quedó incompleta.
O por lo menos así me lo parece.
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