En Puebla, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), instituciones impartidoras de justicia como los policías de tránsito y los jueces fueron evaluadas por los ciudadanos como las más corruptas.
Además de este resultado, los jueces son de las autoridades menos conocidas por los poblanos. Esto refleja un problema de desarraigo entre el Poder Judicial y la sociedad. No solo eso, ahora los jueces se comparan con los policías de tránsito, tradicionalmente etiquetados como “mordelones”.
Estos datos, que se pueden consultar en nuestra nota del día, no solo demuestran una desconexión, sino una cúpula que se ha vuelto inalcanzable para la población. Como si se tratara de una mafia, los jueces han ido alejándose de quienes les pagan sus salarios.
Por ello, la reforma propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador, además de necesaria, pone en evidencia esta situación. Demuestra que, durante el periodo neoliberal, el Poder Judicial se convirtió en la cuna donde el nepotismo descansaba plácidamente.
El nepotismo conduce a la corrupción y a que se descuiden las prioridades de cada juez. Al obtenerse trabajos mediante amiguismos o contubernios, no hay garantía de que la mayoría cumpla con sus responsabilidades.
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El Poder Judicial surgió como una necesidad de mantenerse independiente del Ejecutivo. Sin embargo, durante varios sexenios sirvió para que las políticas propuestas por los presidentes de México pasaran sin ninguna modificación. A diferencia de este sexenio, en el cual el Poder Judicial ha frenado iniciativas como la Ley Minera y la Ley de la Industria Eléctrica, e impide que avancen juicios contra empresarios como Salinas Pliego por adeudos fiscales.
Por lo anterior, es fundamental modificar y democratizar este poder. Queda por ver cómo funcionará esta reforma y cuáles serán sus alcances, especialmente para mejorar la percepción que los poblanos tienen del Poder Judicial.