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Ante sismos, vecindades del CH de Puebla aún con familias
Ante sismos, vecindades del CH de Puebla aún con familias. Foto: Alexis Lira/Ángulo 7

Detrás del portalón número 707 en la calle 6 Poniente, entre la 7 y 9 Norte, del Centro Histórico, se ubica la última vecindad de la cuadra, hogar de la familia Ortega Mijangos, donde vivieron los sismos que azotaron a Puebla en 1999 y 2017, dejándola en mal estado.

El inmueble, construido en 1899, está compuesto por dos patios, cada uno tiene en la parte central una escalera que al subir conecta con el segundo piso de ambos lados; en total hay 36 habitaciones que alguna vez fueron hogar de 13 familias y alrededor de 60 personas.

Hoy en día la casona luce abandonada y con un deterioro importante en sus muros producto de ambos sismos, a pesar de eso, la familia, compuesta por ocho personas, aún habita el lugar debido al vínculo que tienen con la vecindad y por los recuerdos que alguna vez vivieron.

Don David, quien lleva viviendo en el lugar 68 años, comentó que, del total de habitaciones, hoy sólo sirven 11, las cuales se encuentran en el segundo patio, debido a que muchas ya no tienen techo o se les filtra el agua.

Vecindades del CH de Puebla aún con familias. Foto: Alexis Lira/Ángulo 7
Vecindades del CH de Puebla aún con familias. Foto: Alexis Lira/Ángulo 7

Ante esto, señala que él y su familia prefieren continuar viviendo en la vecindad, la cual está intestada y ante el riesgo que pueda representar vivir ahí, ya que los vínculos y los recuerdos son muy fuertes, además de que es complicado encontrar otro lugar para vivir.

La vecindad de la 6 Poniente no es la única en esta situación, ya que existen más en el Centro Histórico que tienen inmuebles deteriorados, cuyas familias se resisten a salir debido a que es su único patrimonio para vivir.

Vida cotidiana

Al hablar sobre cómo era la vida ahí, Don David, quien es la persona con más años viviendo, recordó que cuando llegó, en un cuarto, con dimensiones de cinco metros cuadrados, llegaban a vivir hasta siete personas.

Además se usaban tres baños comunitarios, ubicados entre los dos patios para todos los residentes.

Los lavaderos funcionaban como un punto de convivencia para las amas de casa, ya que había un lavadero para cada familia para que realizaran sus labores.

Además era importante el uso de las fuentes, conectadas a los lavaderos que surtían de agua a cada espacio para poder lavar.

Por su parte, Vero, de 44 años que ha vivido toda su vida ahí, contó que cuando era pequeña la casa era “muy bonita”; todos los cuartos estaban habitados y los vínculos familiares se desarrollaban de una mejor manera.

“Nos platicaba mi abuela que la casa era muy bonita, que era de unos árabes y que en los cuartos de arriba había como cortinas; antes no los dejaban tener tendederos, tenían que subir a la azotea (…) el 15 de septiembre se reunían todos, en las posadas había piñatas, todo era muy bonito, pero se ha perdido, ya sólo quedamos poquitos, y como los grandes, mi abuela y otras señoras, eran los que coordinaban las posadas, por ejemplo, pues todos le entraban”, recordó.

Sin embargo, agregó, debido al descuido del inmueble, aunado a los sismos de 1999 y 2017, la vecindad sufrió daños importantes en su estructura, provocando que la mayoría de las personas la dejaran luego del último sismo del 19 de septiembre.

A pesar de esto, en los cuartos del segundo patio, en donde viven las familias, hay espacios remodelados, juguetes de niños regados y tendederos con ropa que aún dotan de vida al lugar.

La familia espera que, en un futuro, el inmueble se pueda rescatar, además que se solucione la parte legal para que puedan venderla y sea convertida en un mejor lugar y así, siga albergando más historias.

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