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Esto trama Poncio Pilatos

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que el escenario en la casa de transición del Presidente electo no podría haber sido más explícito. Andrés Manuel López Obrador escoltado a su izquierda por el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, y a su derecha por su próximo jefe de Oficina, Alfonso Romo, y por su amigo y asesor, José María Riobóo. Romo, que dio garantías al sector privado y los inversionistas de que la obra del nuevo aeropuerto en Texcoco se mantendría, convertido en rehén de la realidad política de la Cuarta Transformación. Riobóo, quien convenció a López Obrador que Texcoco no era el camino sino una nueva terminal en Santa Lucía y subordinó a sus deseos a Jiménez Espriú, era el gran ganador. Si no pudo ganar una licitación en Texcoco, nadie haría negocio en ese lugar. Romo fue perdedor, pero el que más sufrirá la derrota en el mediano plazo fue quien no estuvo siquiera invitado a la fiesta: Carlos Urzúa, próximo secretario de Hacienda.

Urzúa había analizado el modelo de negocios y el financiamiento de la obra en Texcoco y le había explicado al Presidente electo que sería un buen negocio para el próximo gobierno. Parecía haberlo convencido, pero fue una ilusión. Romo pensaba lo mismo, y comprometió su palabra con quienes veían con preocupación la cancelación del proyecto. El resultado de la consulta de Morena para validar lo que López Obrador había prometido en la campaña, cancelar esa obra “faraónica”, rubricó su derrota ante el sector duro –o interesado, como en el caso de Riobóo– del equipo del Presidente electo, y envió un mensaje a los inversionistas: los próximos funcionarios más amigables a inversionistas y empresarios, carecen de poder real sobre López Obrador. Que ni siquiera hubiera invitado a Urzúa al anuncio de su postura sobre la consulta, tratándose de un tema profundamente financiero, confirmó el poco respeto que tiene de su carta hacendaria.

El próximo secretario de Hacienda tendrá que lidiar con la decisión sobre el futuro de Texcoco, entregada por López Obrador a 748 mil personas, ubicadas en las zonas donde obtuvo el mayor número de votos en la elección presidencial. No había forma de perder la consulta, diseñada para que a través de una urna se sustituyera la mano alzada de la asamblea en la plaza pública. Urzúa tendrá que resolver cómo pagar las multas por la cancelación de contratos, neutralizar la caída de casi 20 centavos de dólar en los bonos comprometidos en Texcoco, y cerrar la operación financiera del próximamente cancelado Nuevo Aeropuerto Internacional de México. De acuerdo con un reporte del periódico The Wall Street Journal, los tenedores de seis mil millones de dólares de bonos que fueron adquiridos sobre el proyecto de Texcoco, podrían demandar su pago inmediato.

El problema para Urzúa, sobre todo, será convencer a los inversionistas de que el asambleísmo para decidir políticas públicas de gran envergadura, como lo hizo López Obrador, no debe inquietarlos. El nerviosismo registrado en el mercado de divisas, aunque más efímero que duradero porque no hay depreciación por un problema estructural de la macroeconomía, refleja sin embargo la manera cómo reaccionan los mercados ante la percepción de las señales que no les gustan. Pocas horas después de anunciarse el resultado de la consulta, UBS, el banco de inversión suizo, envió un informe a sus clientes, en el que señaló:

“El mercado reaccionará probablemente en forma negativa, ya que esta decisión desafía el Estado de derecho en México. El sentimiento del mercado sigue arrastrando los efectos de la perspectiva negativa de Pemex y la posibilidad de que las agencias calificadoras revisen el rating de la deuda soberana. Dada la alta sensibilidad a la aversión de riesgo de los inversionistas, el peso y el mercado de renta variable podrían estar bajo presión durante los próximos días. Nuestra perspectiva para México sigue cautelosa. Vemos el potencial de un referéndum público como una vía válida para que constitucionalmente se refuercen cambios en el futuro, incluida la posibilidad de extender el mandato presidencial de seis años. El uso de las reservas en el Banco de México podrían ser sujetas también a la elección de la gente”.

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AMLO y la reafirmación del poder político sobre el económico

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, señala que López Obrador justificó ayer su decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco bajo el argumento de que nunca más el poder económico dominará al poder político en México. No es la primera ocasión que lo dice. Me parece una idea interesante que, bien ejecutada, podría tener consecuencias positivas para la economía o, como ha pasado en otras latitudes, podría terminar en un simple cambio de cuates con el mismo o peor sistema donde se empalman los intereses económicos y políticos.

Doy el ejemplo de Rusia. Después de la caída de la Unión Soviética, vino un rápido y descuidado proceso de transición de una economía comunista a una capitalista. Se privatizaron las principales empresas del Estado a un grupo de amigos de los gobernantes, quienes pronto se convirtieron en una oligarquía dominante.

Hasta que llegó Vladimir Putin a la Presidencia: un apparátchik de la vieja nomenklatura convencido en restablecer el poder del Estado, lo cual implicaba subordinar los intereses económicos al aparato estatal. En 2003, Putin arrestó al empresario ruso más rico, Mijaíl Jodorkovski, dueño de la petrolera Yukos. Las acciones de esta compañía se desplomaron y la mayoría de sus activos pasaron, a precio de ganga, a RosNeft, petrolera propiedad del Estado.

Todos entendieron el mensaje de Putin: había un nuevo sheriff dispuesto a ejercer el poder estatal. Putin procedió a estatizar de nuevo la economía. El sector público pasó de representar el 35% del Producto Interno Bruto en 2005 al 70% en 2015. Hoy, las principales empresas del Estado y del sector privado son administradas por amigos del Presidente, quien es el dueño y señor de una plutocracia con enormes fortunas escondidas en Occidente. Naturalmente, este sistema no ha servido para incrementar el bienestar de la población. La economía rusa, todavía muy dependiente de las materias primas, lleva estancada varios años. Mientras tanto, el poder político de Putin ha crecido al punto de haberse convertido en un nuevo zar.

Vayamos ahora al caso de México. Después de las crisis de los ochenta y noventa, aquí también se dio un proceso de liberalización de la economía. Muchas empresas públicas se privatizaron y desregularon. Muchos de los beneficiados fueron empresarios amigos del gobierno. Se creó, así, nuestro propio sistema de capitalismo de cuates, algo que siempre criticamos los liberales. No era posible que hubiera un sector abierto de la economía, el vinculado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y otro cerrado lleno de monopolios y oligopolios en sectores clave de la economía doméstica. Lo que necesitábamos, y así lo demandábamos, era liberalizar más la economía nacional. Las reformas estructurales de este sexenio tuvieron ese propósito. La de telecomunicaciones, por ejemplo, efectivamente creó un mercado más competitivo afectando al empresario más rico del país (Carlos Slim).

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Siempre fue Santa Lucía, la columna del viernes

Joaquín López-Dóriga en su columna En Privado, publicada en Milenio, indica que es mejor no saber nada que seguir rumores. Florestán

El viernes pasado le aseguraba aquí el fin del proyecto del NAIM en Texcoco, vía la consulta, y la aprobación de Santa Lucía-Benito Juárez-Toluca. Y le decía:

La percepción generalizada entre los que están por el eje Santa Lucía-Benito Juárez-Toluca es igual a la que tienen los que están a favor de Texcoco: que el presidente electo López Obrador está por la primera y contra la segunda. Me podrán decir que estoy hablando de percepciones, y sí, estoy hablando de percepciones que en política superan a la realidad, por lo que entonces termino con ese matiz: la percepción que tienen los que están a favor del proyecto del gobierno de transición es que López Obrador está por el eje Santa Lucía-Benito Juárez y Toluca y contra el NAIM; la percepción que tienen los que están a favor de Texcoco es que López Obrador está a favor del eje Santa Lucía-Benito Juárez-Toluca y contra el NAIM. Y en ese sentido votará su mayoría, en la consulta popular, porque percibe lo que quiere su líder: Santa Lucía y no por lo que perciben que no quiere; el NAIM. Y ahí se puede adelantar ya un resultado.

Y así fue.

El domingo por la noche la consulta popular se fue por Santa Lucía y ayer, en un día de vértigo, López Obrador lo confirmó, los mercados se estremecieron, el peso al alza y la bolsa y bonos a la baja, el Presidente electo citó una carta diciendo que el presidente Macron de Francia respaldaba su proyecto, lo que luego el Elíseo desmintió; el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex se llamaron engañados por él, que ayer también había ordenado que a partir de hoy se suspendieran los trabajos en el NAIM, lo que su director, Federico Patiño, rechazó, lo mismo que haría luego el presidente Enrique Peña Nieto, quien dijo que respetará los contratos hasta el 30 de noviembre y que ya luego cancelarlos y pagar indemnizaciones y bonos serán asunto del próximo gobierno.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que no faltaron los emprendedores y expertos en eso que llaman ventanas de oportunidad al amparo de los resultados de la encuesta lopezobradorista, como el aún panista Roberto Gil Zuarth, quien colgó en su cuenta de Twitter, a la voz de “informes aquí”, el ofrecimiento de sus “servicios de litigio administrativo, constitucional y de responsabilidad objetiva del Estado para contratistas del aeropuerto de Texcoco”.

En el Congreso de Hidalgo, en tanto, el presidente de la Junta de Gobierno, el morenista Ricardo Baptista, pidió que con el triunfo de la opción de Santa Lucía se considere la construcción de una tercera pista en Tizayuca, para que su entidad cuente con un mayor beneficio del resultado de la consulta.

Que una magnífica impresión de austeridad y sencillez se llevó Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, después del almuerzo de la semana pasada en casa de Andrés Manuel López Obrador, donde la esposa del Presidente electo, Beatriz Gutiérrez, preparó un menú netamente mexicano que ella misma sirvió a cerca de ocho comensales.

La visitante comentó que estuvo feliz, encontró deliciosa la comida casera y disfrutó la sencillez de la familia López-Gutiérrez.

Que la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados tiene definida la ruta exprés para dictaminar, a más tardar el 8 de noviembre, las reformas propuestas por el equipo de Andrés Manuel López Obrador para rediseñar el gobierno federal con la creación de las secretarías de Seguridad y del Bienestar, entre otros ajustes.

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