Segunda parte

La tecnificación agrícola en el capitalismo ha sido clave para la obtención de ganancia y la acumulación del capital, no sólo porque una producción barata de granos mantiene bajos los salarios de los trabajadores, sino también porque alienta el consumo de agroquímicos (herbicidas, fertilizantes, plaguicidas, etc.) en el campo producidos por la industria.

Por esta razón, el gran capital y el gobierno mexicano promovieron desde mediados del siglo XX, la revolución verde y, posteriormente, la transgénica, vinculada a la creación y uso de variedades de alto rendimiento, las cuales sólo pueden expresar su potencial productivo si consumen altas cantidades de insumos modernos.

La modernización del campo en el discurso, plantea aumentar la producción de granos para generar mayores excedentes agrícolas e ingresos; de este modo, los campesinos adquirirían una mayor cantidad de bienes y arribarían a una época de mayor producción y consumo y, por tanto, de desarrollo, según los estándares conceptuales impuestos por los países imperialistas.

Sin embargo, los resultados obtenidos han sido todo lo contrario. La modernización del campo se ha convertido en un proyecto de muerte, porque contamina los suelos, las aguas y los alimentos; destruye vidas humanas y la biodiversidad; emite un tercio de GEI, convirtiendo al planeta en un horno que pronto será inhabitable, y reduce los rendimientos por hectárea.

Como proyecto de muerte la agricultura agroindustrial genera óxido nitroso (NO2), por el uso desmedido de fertilizantes nitrogenados, arruinando el sistema socio-ambiental. La FAO estima que el N2O causa daños ambientales casi equivalentes a los beneficios económicos obtenidos por la producción de alimentos. También, el uso de plaguicidas (herbicidas, insecticidas y fungicidas), ha causado millones de muertes directas entre los campesinos y daños incalculables a los bienes bióticos que alberga la naturaleza.

Además, investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana demostraron que la mayor parte de la comida industrializada hecha con maíz importado de los Estados Unidos de Norteamérica, está contaminado con transgenes y glifosato (principio activo del herbicida Roundup), que la Organización Mundial de la Salud clasificó como cancerígeno. Se trata de un maíz de baja calidad nutricional que causa obesidad y desnutrición, que nos está envenenando lentamente. También reportaron que en ninguna de las harinas hechas con maíces criollos de detectaron transgenes o glifosato.

La supuesta modernización del campo enfocado a la obtención de ganancia, ha promovido fuerzas destructivas que han destruido y/o alterado los ritmos naturales de la producción, y han vuelto insostenible al sistema agroalimentario mundial; del mismo modo, están poniendo en riesgo todo tipo de vida en el planeta.

Por esta razón, es urgente revalorar los saberes y praxis campesinos, que han sido pioneros en el manejo de la milpa como una estrategia conservacionista de la biodiversidad, pero donde también han incorporado en su manejo, el uso de insumos modernos.

Aquí la primera parte del artículohttp://www.angulo7.com.mx/2018/05/14/plan-ayala-siglo-xxi-milpa-soberania-autosuficiencia-alimentaria/

* Extracto de mi ponencia que expondría en el 2º Simposio Internacional de Agroecología, organizado por la #UNFAO.

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Miguel Ángel Damián Huato es profesor-investigador del Centro de Agroecología del Instituto de Ciencias de la BUAP. Fue Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2011 y es miembro del Sistema Nacional...