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Cuando han transcurrido los primeros cinco años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la percepción de la gran mayoría del pueblo mexicano es que dicho gobierno ha cumplido sus expectativas. Son innegables los logros en términos de estabilidad económica y financiera, de construcción de infraestructura, de reducción de la desigualdad social y de  la pobreza, disminución de la delincuencia y aun de la violencia delincuencial, el crecimiento económico en el sur del país, la presencia innegable de los programas sociales que benefician a jóvenes, adultos mayores, discapacitados, el programa de reforestación y la culminación de proyectos de gran envergadura como el Tren Maya, el corredor transitsmico y la refinería Dos Bocas.

Pueden esgrimir los adversarios de la 4T sendos argumentos en contra de lo que he afirmado líneas atrás. Continuar propalando la imagen de un México caótico, con un gobierno dirigido por incapaces, encabezado por un personaje dictatorial. Pero lo que sucede hoy es que la inmensa mayoría del pueblo mexicano se encuentra satisfecho con lo que mira como un ejemplo de buen gobierno. Andrés Manuel mantiene su popularidad elevada y el escenario más que probable para las elecciones de este 2024 es el triunfo holgado de Morena y sus aliados.

A diez años de su registro, los logros de Morena son espectaculares.  Cuando se realizaron las elecciones generales de 2018, Morena no contaba con una sola gubernatura. Ahora cuenta con 24 y el año pasado ganó la de el Estado de México, lo cual significó triunfar en un bastión del otrora poderoso PRI.  Tomando en cuenta que Morena empezó a ser construida en 2011, que en 2012 empezó a realizar sus asambleas iniciales para encaminarse a su registro, que logró realizar sus asambleas constitutivas y registrarse como partido en 2014, el ahora partido gobernante evidencia un éxito casi único en el mundo. Su crecimiento ha significado la extinción del PRD, el camino a dicha extinción del PRI y una situación también de declive del PAN.

Pero Morena puede ser víctima de su propio éxito. Dicho éxito ha acelerado el trasfuguismo de figuras impresentables de los otros partidos. No se trata de integrantes de las bases de los mismos, sino de políticos profesionales con largas carreras y posturas en contra de los postulados de Morena. Personajes que cuentan con dinero y maquinarias electorales y que de manera oportunista ahora buscan su sobrevivencia y éxito político sumándose a la marca ganadora.

No faltan los argumentos que justifican este éxodo de oportunistas hacia Morena. El principal es que esas figuras son las únicas que garantizan el éxito electoral de Morena y por tanto del Plan C. A esta aseveración se agrega que los auténticos morenistas deben ser consecuentes con el postulado de que en Morena no se está para buscar puestos o candidaturas. O que el ser fundadores de Morena o militantes antiguos en dicho partido no da derecho a ser considerado para dichos puestos o candidaturas. Son argumentos falaces que ignoran que una figura política solamente puede ser posicionada en la opinión pública si su propio partido se esmera en proyectarla. Que le dan derecho a aspirar a puestos y candidatura solamente a los tránsfugas oportunistas que provienen del PRI y del PAN y hasta del PRD, pero se lo niegan a los militantes de siempre de Morena. Que reducen a un derecho de antigüedad la preocupación porque las candidaturas de Morena y de sus aliados sean para personas que verdaderamente representen y garanticen los ideales de Morena y la realización de los mismo.

Morena puede ser víctima de su propio éxito: la extinción del PRI y el debilitamiento del PAN  se pueden lograr a costa de que el partido sea cooptado por lo/as tránsfugas que nunca tuvieron que ver con la crítica al neoliberalismo  o al partido de Estado. Que estuvieron vinculados a las causas más conservadoras y que seguirán defendiéndolas con un chaleco guinda. Es falaz el argumento de que la alianza no es con el PRI sino con los priístas, porque buena parte de ellos no abandonarán la cultura política priísta sino la traerán a Morena.

Se ha dicho que el surgimiento de la posibilidad de que Elizabeth García Vilchis sea incluida entre las figuras sometidas a la encuesta para definir la candidatura a la presidencia municipal capitalina, es el posible resultado de un creciente malestar de las bases morenistas y aun de la población simpatizante de la 4T. Este malestar provendría de la percepción de que Morena se está convirtiendo en más de lo mismo. Es interesante la aseveración de que Alejandro Armenta estaría propiciando la inclusión de Elizabeth en la encuesta para neutralizar dicha percepción. Pero resulta más interesante advertir que Armenta no estaría motivado por cuestiones de principios sino de pragmatismo, ante un eventual declive electoral provocado por el descontento que provoca el chapulinismo.

Morena está triunfando ni duda cabe. Pero ese éxito, el transfuguismo que provoca y el pragmatismo electoral, lo pueden llevar a ser víctima de ese éxito. Si el Plan C triunfa, Morena terminaría siendo un partido parecido al PRI que impulsaría las reformas constitucionales que la 4T necesita. Sería un fenómeno progresivo con un partido movimiento inexistente. Si el Plan C no triunfa, terminaría siendo nada más un partido parecido al PRI con una agenda progresista de intrincada realización. La actual dirigencia nacional será la responsable de este resultado.

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