Concretar el Plan C -la obtención de la mayoría calificada en el Congreso- hace posible que éste adquiera la autoridad de un Congreso Constituyente y, por lo tanto, pueda no solo reformar el poder judicial y la constitución sino también cambiarla. Cambiar la constitución es el mandato más importante de los votos obtenidos en el proceso definido por las tres jornadas electorales desarrolladas en los años: 2018, 2021 y 2024. Trasformar el Estado para constituir una Nueva Nación es el sentido de amplia e histórica perspectiva de los procesos electorales mencionados.

En esos procesos electorales los ciudadanos mexicanos manifestaron claramente su decisión de convertir a los congresistas en agentes constructores de una nueva Constitución y con ello definir el camino para construir una nueva nación. Los ciudadanos manifestaron libremente su voluntad para consolidar un territorio con las reformas energéticas, unos cuerpos legales (partidos políticos y poder judicial) y un aparato burocrático-militar al que se agregará la Guardia Nacional que coadyuvará al cumplimiento de las leyes.

Pero sobre todo la ciudadanía manifestó su decisión de constituirse en un agente activo del nuevo pacto social (una nueva Constitución) y establecer su lealtad hacia las nuevas autoridades a las que exigirá incluirla en el nuevo proyecto de nación, esto es, una ciudadanía patriota capaz de admitir y aceptar la identidad social que transmitan las nuevas autoridades (ejecutiva, legislativa y judicial) a través de su acción trasformadora al mismo tiempo nacional y universal.

Esta acción trasformadora ha iniciado la construcción del imaginario mental colectivo e integrador a través de “la mañanera” y la permanente discusión en las cámaras de diputados, senadores, cafés, bares, etc. Este imaginario colectivo ha proporcionado pautas para una nueva identidad colectiva que exige la trasformación de las instituciones comenzando por el mismo Estado para que, él mismo, se convierta en el defensor y garante de la nación.

La fuerza de este imaginario reside en no solo estar dirigido al intelecto sino de un modo especial a los sentimientos de los ciudadanos. Esto tiene su referente en la primera trasformación realizada por los insurgentes de 1810. La segunda trasformación fincada en el impulso de una cultura laica y la tercera en la justicia social son los referentes donde el pueblo mexicano ha ido definiendo su identidad y objetivos, al mismo tiempo que definir a sus enemigos: la violencia, la corrupción, el clasismo, el racismo, el neoliberalismo…

A través de este nuevo proyecto de nación el pueblo mexicano ha empezado a reorganizar su historia, su presente y futuro. Con esta experiencia también da inicio a un inédito proceso trasformador en el mundo entero.

No debemos olvidar que la construcción de la nueva nación es también un asunto de estética: de rutinas, costumbres, formas filosóficas y artísticas e ideas filosóficas y científicas, que son las que dibujan en el imaginario colectivo las ideas fundamentales de este proceso llamado Cuarta Trasformación.

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