¿Qué pasó en 1492? Si algo se descubrió, ¿qué fue lo que se descubrió? Para responder a esta pregunta seguiremos a lo planteado por Tzvetan Todorov en su libro La conquista de América. Advierto de antemano que la mirada de Todorov es, a decir suyo, no el de un historiador sino el de un moralista que indaga en el pasado porque “el presente me importa más que el pasado”. Teniendo lo anterior en cuenta lo que le interesa observar tres cosas; “el centenar de años que siguen al primer viaje de Colón, es decir, “en bloque, el siglo XVI” (unidad de tiempo); “la región del Caribe y de México -lo que a veces se llama Mesoamérica- (unidad de lugar; y por último, la percepción que tienen los españoles de los indios (unidad de acción).
¿Cómo caracteriza Todorov el siglo XVI? Al comienzo del siglo XVI los indios de América, por su parte, están bien presentes, pero ignoramos todo de ellos, aun si, como es de esperar, proyectamos sobre los seres recientemente descubiertos imágenes e ideas que se refieren a otras poblaciones lejanas. El encuentro nunca volverá a alcanzar tal intensidad, si ésa es la palabra que se debe emplear. Contradictoriamente cabe mencionar, por sus resultados, de un vigoroso y fecundo renacimiento que tuvo lugar, en el pensamiento y en la estética europea, entre los siglos XIV y XVI. De la misma manera, aunque el término “humanismo” fue utilizado para denominar toda doctrina que defiende como principio fundamental el respeto a la persona humana “el siglo XVI -dice Todovov-habrá visto perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana”. Como producto de esta contradicción dan cuenta las utopías renacentistas (Moro, Leonardo, Bacon).
Por lo dicho, la importancia del estudio realizado por Todorov es que nos ayuda a dirigir nuestra mirada moralista no hacia los territorios -América y Europa- sino sobre quienes los habitaban. Dice Todorov en sus primeros párrafos de la obra mencionada: “Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. (…) Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro. Pero los otros también son yos: sujetos como yo, que sólo mi punto de vista, para el cual todos están allí y sólo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí. Puedo concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia de la configuración psíquica de todo individuo, como el Otro, el otro y otro en relación con el yo; o bien como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su vez, estar en el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los «normales»; o puede ser exterior a ella, es decir, otra sociedad, que será, según los casos, cercana o lejana: seres que todo acerca a nosotros en el plano cultural, moral, histórico: o bien desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie.”
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