Editorial Ángulo 7
En este espacio vertirmos la opinión de nuestro medio, siempre con una visión contructiva Credito: Elaboración propia

Es un hecho que el Consejo Estatal del PAN en Puebla elegirá al próximo dirigente del partido. Sin embargo, al abrirse el proceso de inscripción, podrían presentarse impugnaciones debido a que varios sectores de la militancia consideran que este método “limita” la participación y restringe el registro.

Por otra parte, está confirmado que Eduardo “Lalo” Rivera Pérez no contendrá por la dirigencia estatal, pues asumirá un cargo junto a Jorge Romero Herrera, el recién electo dirigente nacional del PAN, quien fue elegido por la militancia y no por una cúpula.

A pesar de que Rivera había sido impulsado por Augusta Díaz de Rivera Hernández para ocupar la dirigencia en Puebla, con su salida se mantiene una notable secrecía en torno a los candidatos posibles.

Algunos perfiles como Edmundo Tlatehui Percino y Mónica Rodríguez Della Vecchia han declinado su participación en el proceso, argumentando que prefieren no legitimar un procedimiento que consideran “manipulado”. Sin embargo, no descartan del todo para el futuro.

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Las opiniones están divididas en el PAN Puebla, lo que pone de manifiesto una contradicción con la línea del partido a nivel nacional. Aunque Romero Herrera ganó su puesto mediante un proceso democrático, en Puebla optaron por un método cerrado.

En este contexto, el dicho “el que nada debe, nada teme” cobra relevancia, pues algunos miembros del PAN en Puebla parecen temer a una militancia que, tras los malos resultados del 2 de junio, exige cambios y autocrítica. No puede simplemente hacerse un “borrón y cuenta nueva”; los errores del pasado son esenciales para el aprendizaje político.

Desde la cúpula panista que toma las decisiones saben que una verdadera apertura a la democracia requeriría una elección abierta y limpia. En su lugar, han optado nuevamente por la simulación y la apariencia, alejándose del sentir de su base.

Es necesario un ejercicio de introspección y autocrítica, comprendiendo que los tiempos actuales demandan una política incluyente y participativa, basada en escuchar y priorizar la democracia.