En Puebla, a pesar de que está prohibido colocar rejas para cerrar calles, los ciudadanos se han apropiado del espacio público. Las autoridades municipales han sido omisas tanto en la colocación como en el retiro de estas estructuras.
Esta medida, impulsada por la sociedad, se justifica en nombre de la “seguridad” y ante los índices de delincuencia. Esto ha generado un aumento significativo en el número de calles cerradas en la capital poblana, fortaleciendo la idea de que vivir encerrado es más seguro.
Sin embargo, este fenómeno provoca un aislamiento social y una sensación de “exclusividad” dentro del espacio común. Esto se observa tanto en colonias populares, como Agua Santa, donde estas restricciones son comunes, como en zonas de mayor plusvalía, como Los Fuertes, donde las divisiones provocan calles desiertas y falta de convivencia comunitaria. También se presenta en Ciudad Universitaria (CU), donde estos cierres afectan la movilidad de los estudiantes.
Las autoridades municipales, tanto pasadas como actuales, no han resuelto este problema de obstrucción del espacio público. Aunque existen procedimientos para retirar algunas rejas, no se ha dado prioridad a revertir esta situación.
Es importante señalar que este fenómeno lleva años ocurriendo y, en las zonas mencionadas, los avances son mínimos. Las calles siguen cerradas, lo que genera tanto obstrucción como exclusión en el uso del espacio público.
Cualquiera tiene derecho a vivir en un espacio exclusivo, pero para eso existen los fraccionamientos, diseñados específicamente para ello. El reto para la próxima administración será llegar a acuerdos para recuperar estos espacios que son, en principio, de todos los poblanos.