Editorial Ángulo 7
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La famosa gentrificación ha llegado a Puebla con el fin de explotar el centro de Puebla y a traer a más turistas. Ello no necesariamente significa que sea en pro de la ciudadanía o que mejoren radicalmente sus condiciones de vida.

El argumento es que tiene que buscar la transformación de un espacio urbano deteriorado o en declive. A partir se “podrá satisfacer las dinámicas del mercado y el aumento de la demanda por espacios comerciales y residenciales”.

Es decir, este proceso llevaba de la mano la privatización del espacio urbano y, a su vez, el desplazamiento (o expulsión) de los sectores más pobres del espacio que se está privatizando.

En Puebla, desde hace varios años se ha detonado la actividad turística del Centro Histórico, se ha atraído más inversión y muchas de las casonas abandonadas se convirtieron en grandes negocios, sobre todo del sector servicios.

Sin embargo, esta zona de la ciudad de Pueblas se caracterizaba por congregar al menos a seis barrios de los más importantes: el barrio de Analco, el del Carmen, El Alto, San Antonio, Xanenetla y Xonaca.

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En ese tenor, la Organización de la Naciones Unidas señala que la gentrificación lleva de la mano un proceso de segregación social. Lo cual significa la expulsión y desplazamiento de un grupo de personas para irse a vivir a la periferia de la ciudad.

Por ello, esta dinámica en Puebla también lleva a que se pierda el carácter popular, lo mismo que la comunidad y el comercio local. Por ello, y ante esta problemática, cabe preguntar, la gentrificación ¿realmente a quién beneficia?

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