En el contexto de Puebla, se observa un proceso de exclusión y violencia cultural institucionalizada, que afecta a creadores y promotores locales bajo un esquema de gestión de la cultura orientado por intereses políticos y mercantilización. Los rasgos clave de esta situación están claramente vinculados a un perfil de derecha, basado en la imposición de una visión excluyente y jerárquica sobre las dinámicas culturales locales.

Primero, se puede señalar la cooptación y centralización del poder cultural en figuras como Anel Nochebuena Escobar, quien representa una tradición de autoritarismo cultural que margina las voces y necesidades de las comunidades artísticas locales. La gestión de Nochebuena, alineada con la derecha y su énfasis en obras espectaculares y costosas, reproduce una lógica donde la cultura se convierte en mercancía, lo que contrasta con los principios de la 4T que buscan justicia social y equidad. Esta mercantilización atenta contra los derechos culturales de los artistas locales, que son desplazados por iniciativas que priorizan exhibiciones foráneas y de dudoso valor cultural para la comunidad.

La violencia que se genera desde esta gestión no es únicamente simbólica, sino también estructural. Se evidencia en el maltrato laboral, la falta de transparencia y el desvío de recursos, acciones que constituyen violaciones a los derechos culturales consagrados en las normativas internacionales y nacionales, que reconocen la importancia de los creadores locales en la preservación y promoción del patrimonio cultural.

La exclusión sistemática de los artistas y promotores locales se convierte, entonces, en un acto de violencia cultural. Este tipo de gestión perpetúa la precarización del sector cultural, alimenta la desconfianza en las instituciones públicas y fomenta un entorno de deslegitimación del talento local. Al ignorar las necesidades y voces de las comunidades artísticas, se contribuye a un deterioro del tejido social, generando resentimiento y debilitando la cohesión comunitaria.

Finalmente, este modelo de gestión puede entenderse como una extensión de una política de derecha que privilegia los intereses económicos y políticos sobre el bienestar cultural colectivo. La falta de diálogo con las comunidades, el nepotismo y los pactos políticos que han caracterizado a estas instituciones, lejos de promover un desarrollo cultural inclusivo y participativo, han consolidado un ambiente de desigualdad y violencia que afecta directamente a los derechos culturales de la sociedad poblana.

El lema de Morena, “No robar, no mentir, no traicionar al pueblo”, se ha convertido en un pilar ético que busca guiar a quienes integran el partido. Sin embargo, la realidad política en Puebla ha evidenciado que, en algunos casos, estos principios parecen desdibujarse en la práctica. El riesgo de que se rompan los valores fundacionales no solo traería consigo la decadencia del partido, sino que representaría una traición directa a la confianza depositada por las y los ciudadanos. Es momento de reflexionar si las acciones políticas actuales están alineadas con ese compromiso o si, por el contrario, se está gestando una crisis de legitimidad que podría llevar a una pérdida de credibilidad y apoyo popular.

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Coordinadora de Redes Sociales del portal de noticias Ángulo 7. Exconductora en Radio BUAP y diversos programas de radio digital alternativos, exsubdirectora en Imacp, destacada artivista social y fue...