Círculo de Escritores Ibero Puebla
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Por: Mtra. Liliana Moreda Tobón

En un mundo donde el sistema neoliberal ha deteriorado la configuración del tejido social al fortalecer sectores con enorme poder económico, teniendo consecuencias sociales, principalmente, para la cohesión y la procuración de la vida de los sectores menos favorecidos de la sociedad, se hace indispensable la presencia y el trabajo de los centros comunitarios.

Nuestras estructuras actuales responden a la consolidación del poder económico sobre las estructuras políticas, familiares y comunitarias; la promoción del individualismo; y la mercantilización de la vida por encima de la dignidad humana y de la naturaleza. Esta mercantilización es el núcleo generador de la fragmentación.

El territorio es el espacio en donde suceden y se evidencian las problemáticas sociales, donde se construyen los sujetos y en donde también se transforman las relaciones sociales. Este se llena de sentido como entramado de vínculos, en tanto las personas que allí conviven se manifiestan públicamente, desarrollan capacidades y construyen proyectos personales y colectivos, como alternativas a problemas y necesidades. El territorio es el lugar donde convergen los deseos, necesidades e intereses.

Estos espacios pueden ser o pueden no ser propicios para la comunidad y, por lo tanto, para la configuración del tejido social. Por ello, es necesario contar con territorios de paz, territorios de convivencia, en donde se expresen las solidaridades, afectos y el cuidado mutuo entre los seres que los habitan.

La educación cooperativa incentiva a estar en comunidad, reconociendo y construyendo valores como la solidaridad, la empatía y la unidad. Nos educaron en el marco de una sociedad capitalista y patriarcal en la que instituciones, como la familia y la escuela, reproducen valores, principios y prácticas que permiten mantener el sistema y, a partir de esa educación, muchas veces asumimos como ciertos los principios y prácticas del capitalismo, que hacen que la sociedad no funcione de forma equitativa, justa y sostenible.

Una educación cooperativa estimula el desarrollo de las capacidades necesarias para poder resolver problemas de forma colectiva; la empatía necesaria para ponerse en el lugar del otro/a; y la sensibilidad necesaria para aprender a convivir con las diferencias de los demás.

Es estratégico formar y fortalecer redes que generen una fuerza organizativa de cooperación mutua hacia el buen vivir y el bienestar, de la mano con otros grupos, comunidades y movimientos sociales.

Tenemos mejores resultados al ser parte de esfuerzos comunitarios que empujan en la misma dirección, que sostienen los procesos a partir de la sabiduría y el esfuerzo compartidos.

Los Centros Comunitarios del Sistema Universitario Jesuita (SUJ) son espacios de vinculación y encuentro con la otredad para impulsar procesos comunitarios endógenos y promover el diálogo de saberes para construir una sociedad más justa e incluyente. Buscan promover iniciativas y proyectos que den respuesta a las necesidades sentidas de la comunidad y contribuyan a mejorar, de manera personal y colectiva, sus condiciones de vida.

Estos centros comunitarios son un llamado para privilegiar en la acción a quienes se encuentran en condiciones de pobreza, injusticia y exclusión, y para construir juntos/as puentes de fraternidad y esperanza que nos permitan tejer vínculos comunitarios para la reconstrucción del tejido social de nuestro país.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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