Los principales discursos emitidos en el VII Congreso Extraordinario de Morena –me refiero a los de Andrés Manuel López Obrador (leído por Alfonso Durazo), Claudia Sheinbaum y Luisa María Alcalde– de manera implícita subrayaron el principal reto de dicho partido: cómo mantener al partido en los linderos de su esencia política, ideológica y ética a partir de la próxima semana. Es decir, cuando deje de existir la personalidad a la cual Morena le debe en gran medida su existencia y rumbo. Porque eso será lo que suceda el próximo 1 de octubre. Andrés Manuel, de acuerdo con lo que ya ha dicho y repitió en su discurso de despedida en el Congreso, se retirará de la política, de la vida pública y de la militancia partidaria. López Obrador no volverá a ser visto, al menos en mucho tiempo. No recibirá a ninguno de sus amigos y amigas ni “para jugar dominó”. Por supuesto que lo verán su esposa e hijos, pero les prohibirá hablar de política. Se retirará de las redes sociales y la televisión la atenderá solo para ver partidos de béisbol. Eso es lo que ha dicho y después de verlo de cerca y de lejos, yo le creo.
En unos días Morena navegará por las procelosas aguas de la política con la ausencia del que ha sido su máximo timonel. Por ello los discursos emitidos el domingo 22 de septiembre hicieron énfasis en lo que se debe hacer para mantener (en gran medida volver a) la esencia del partido. Luisa María Alcalde en una lograda metáfora dijo que Morena es un árbol de tronco robusto y frondoso follaje. Pero que no son los frutos dulces ni las hermosas flores de ese árbol la esencia de Morena. La esencia está en sus raíces. Las raíces fueron expresadas por el mensaje enviado por Andrés Manuel: el espíritu de lucha y sacrificio de los cientos de miles de militantes que hicieron posible el camino del triunfo en 2018 y su contundente refrendo en 2024; su voluntad de transformaciones profundas por la ruta pacífica, legal y democrática; el poner por delante los intereses del pueblo y de la nación haciendo a un lado los afanes y rencillas personales; no permitir que los vicios y perversiones de la política tradicional penetren en las filas de Morena; desterrar la prepotencia, la ambición del poder por el poder mismo, la corrupción, el nepotismo y del sectarismo; no robar, no mentir y no traicionar y luchar por una república democrática, libre, justa, soberana y amorosa.
El mensaje de López Obrador es una suerte de testamento político que se unirá al que ya ha anunciado en ocasiones anteriores. El legado ético de Andrés Manuel fue retomado en los discursos de la inminente presidenta de México Claudia Sheinbaum y de Luisa María Alcalde presidenta del Comité Ejecutivo Nacional electa el 22 de septiembre: preservar la unidad del partido y del movimiento; velar porque haya un equilibrio entre los principios y la eficacia lo que implica desterrar los excesos pragmáticos; eliminar el amiguismo, nepotismo, influyentismo, racismo y cualquier forma de discriminación. Y repitiendo lo dicho por Andrés Manuel en su despedida, ambas repitieron que en Morena debe prevalecer la hermandad, el compañerismo, la institucionalidad, la humildad, la unidad y la honestidad.
A lo largo de una cuarto de siglo de existencia como movimiento y de más de una década de existencia como partido, Morena y el obradorismo han transitado de una abnegada y sacrificada lucha opositora a ser un partido hegemónico en la vida política nacional. De ser un grupo militante minoritario a ser un partido apetecido por integrantes de la clase política neoliberal que en no pocas ocasiones de manera oportunista han ingresado a sus filas. En la propia militancia de primera hora han generado cambios el poder y el dinero que han fluido al partido como consecuencia de sus demoledores éxitos electorales. Remotos parecen ser aquellos años en que el interés primordial era el triunfo colectivo de un proyecto de nación que se encarnaba en la figura de López Obrador. Hoy, no solamente los tránsfugas de otros partidos (los chapulines), sino también militantes de siempre están en la lógica del poder, de los acomodos, de las alianzas sustentadas en cálculos políticos de carácter personal o grupal, en la búsqueda de candidaturas, de posiciones de poder y de gobierno.
A lo largo de todo este siglo, la enorme autoridad moral y poder político de Andrés Manuel López Obrador mantuvo medianamente contenidas las desviaciones que hoy son mencionadas a través de las reivindicaciones éticas hechas por el propio López Obrador y por Sheinbaum y Alcalde. La insistencia en los discursos hace intuir que no es pequeña la preocupación por la ausencia del dique moral que ha representado el liderazgo carismático. En todo caso, reflejan que dicha ausencia es en el plano ético uno de los grandes desafíos a los que se enfrentará Morena y la Cuarta Transformación en los próximos años.
Otro gran desafío tiene que ver con el partido mismo no solamente con respecto a la ética en sus filas sino con respecto a su concepción. Los discursos de Claudia y Luisa María revelan que el gran reto es frenar la mutación que ya se observa en Morena de partido-movimiento a partido de Estado. Es encomiable que ambas hayan mencionado la necesidad separar al partido del gobierno; que hayan reivindicado a Morena como un partido movimiento; que ambas hayan enfatizado en que es necesario fortalecer la participación de las bases partidarias en la toma de decisiones; que hayan expresado la necesidad de fortalecer a la Comisión de Elecciones y que reforzar el rigor metodológico y transparencia de las encuestas para elegir candidaturas y que mientras haya representaciones proporcionales se emplee el sorteo para designarlas. Y que igualmente ambas hayan enfatizado en la importancia del Instituto Nacional de Formación Política como instrumento estratégico para difundir el humanismo mexicano (como ahora se le denomina a la ideología de Morena) y la revolución de las conciencias.
Particularmente importante me ha parecido la mención de Luisa María Alcalde al propósito de organizar comités seccionales en las 70,751 secciones electorales del país y constituir comités municipales en las 2,535 municipalidades que existen en México. Es en este contexto que se hace clara la importancia estratégica que tendrá Andrés Manuel López Beltrán como nuevo secretario de organización del partido. La afiliación, credencialización y organización de millones de mexicanos y mexicanas en Morena consolidaría lo que reiteraron López Obrador y Sheinbaum en sus discursos: probablemente estemos asistiendo al movimiento político y social más importante del mundo. Y al frente de esa tarea estará el hijo de López Obrador, liberado ya del candado al nepotismo que impuso su padre durante los seis años en que fue presidente. Le corresponderá volver a Morena un partido de real arraigo territorial, constructor de un poder social desde abajo complementario de un poder político desde arriba.
Finalmente, el otro gran desafío de Morena en el contexto de la ausencia de su gran inspirador y conductor, será el del buen gobierno. El decálogo del buen gobierno fue mencionado por Sheinbaum y Alcalde: los funcionarios de Estado en sus niveles estatales y municipales serán servidores públicos que se deberán al pueblo en audiencias públicas semanales; las consultas populares tendrán un valor fundamental; habrán informes periódicos con respecto al uso de los recursos públicos; la austeridad republicana, empezando por los salarios de los altos funcionarios, será observada rigurosamente; será indeclinable el combate a la corrupción y la colusión con la delincuencia; se combatirá el nepotismo, el amiguismo y el influyentismo; habrá igualdad de hombres y mujeres en los puestos públicos y preferencia a los jóvenes; se privilegiarán recursos públicos, infraestructura y programas hacia los que menos tienen; los servicios públicos se fortalecerán y perfeccionarán, no se privatizarán y serán primordiales los intereses sociales y de la naturaleza no así los intereses privados; no habrá represión por parte de las fuerzas de seguridad publica y se mantendrá una clara línea divisoria con el crimen organizado. Finalmente, el poder se ejercerá con humildad.
Para quienes hemos mantenido un indeclinable apoyo a la Cuarta Transformación, para quienes hemos celebrado sus triunfos estratégicos como el logrado en las elecciones generales del 2 de junio de 2024, para quienes hemos sido obradoristas de siempre, pero al mismo tiempo hemos expresado una visión crítica con respecto a sus omisiones y desaciertos, el mensaje de Andrés Manuel López Obrador reitera la esencia de Morena. Por su parte los discursos de Claudia Sheinbaum y Luisa María Alcalde afianzan dicha esencia y expresan los desafíos que se tienen enfrente. Son discursos que reaniman la esperanza en la profundización de los innegables logros de la primera etapa de la 4T y en retomar el rumbo que nos propusimos los fundadores de Morena.
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