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Como se había previsto desde que se juntaron tres mentalidades políticas limitadas, nada de estratégicas y sin liderazgo en sus propias organizaciones, el Frente Amplio por México comenzó el proceso ya formal de elección presidencial y capitalina reducido a dos partidos con ambiciones individuales (PRI y PAN) y un tercero (PRD) reflejando su insignificancia política.

La disputa vulgar por posiciones de poder –como ocurre entre formaciones políticas que carecen de pensamiento político– deshizo la pomposa campaña por un Gobierno de coalición que llevaba en su seno el germen de su propia destrucción: la falta de voluntad coalicionista y la dominación interna en cada partido de grupos de interés.

La presunta candidatura del Frente Amplio a la presidencia de la República, como era de esperarse, quedó en el vacío político; la primera reacción de Xóchitl Gálvez Ruiz ante la designación de un panista como candidato a jefe del Gobierno de Ciudad de México mostró que no tiene ningún hilo político en las manos: “yo no participé”.

Sin embargo, la disputa electoral del 2024 giraba en torno a dos pivotes con funcionamiento simultáneo y correspondiente: la candidatura presidencial y la Jefatura capitalina de Gobierno. El lanzamiento del panista Santiago Taboada como candidato aliancista para el Palacio del Virreinato de Ciudad de México desarticuló cualquier tipo de acuerdo político entre las tres fuerzas coalicionistas: el PRI sacrificó a Adrián Rubalcaba y el PRD, como el pariente pobre de la coalición, nunca fue tomado en cuenta porque en Ciudad de México representa 1% de votos y sólo sobrevive por ir en el furgón de cola de la alianza PRI-PAN.

Los mensajes de este fin de semana sobre las candidaturas del Frente Amplio confirman la tendencia de las encuestas: los tres partidos opositores están luchando por posiciones de poder para sus élites, sin que ninguno de los tres presente evidencias de trabajo político en sus respectivas bases electorales –que no existen–. Y la candidata presidencial aliancista ha sido abandonada a su suerte y ya ni siquiera su promotor Claudio X. González la toma en cuenta.

Las elecciones del 2024 se perfilaban como una disputa real de bloques de poder; con todo y sus contradicciones, Morena desarticuló la amenaza de Marcelo Ebrard Casaubón y lo redujo a su mínima expresión, con indicios de que no irá a posiciones legislativas, ni él ni su grupo, porque Morena requerirá de sólidas bancadas legislativas para la agenda de reformas estructurales que han comenzado a plantearse.

El PRI ha dejado de ser no solamente una amenaza, sino que ya no significa siquiera una posición de poder: el presidente López Obrador ha ido desgranando al grupo central priista y el presidente partidista Alejandro Moreno Cárdenas se ha encargado de ir adelgazando aún más cada día más el partido con las pocas figuras de élite de que le quedaban, con el dato significativo de que el grupo Murat –uno de los bloques priistas marcado por la corrupción— anunció la salida del partido del exgobernador Alejandro Murat Hinojosa, quien operó la elección de gobernador del año pasado para beneficiar al candidato de Morena, Salomón Jara.

La estructura que le dio fortalecimiento y poder al PRI ya es inexistente: el sindicalismo de la CTM carece de liderazgo, significación y presencia y resta votos, en tanto que la CNC es una mafia de burócratas enquistados en las estructuras de los viejos sindicatos campesinos revolucionarios y la CNOP perdió su presencia en las élites de profesionales metidos en la política.

El PAN de Marko Cortés, como para significar su dimensión de nivel político, está dependiendo nada menos que de los expresidentes Vicente Fox Quesada –dedicado al negocio de la marihuana— y Felipe Calderón Hinojosa exiliado en España para eludir explicaciones sobre el fracaso de su política de seguridad y sobre todo para no asumir la corresponsabilidad de las acusaciones contra su secretario de seguridad pública, Genaro García Luna, encontrado culpable en tribunales de Estados Unidos de haber protegido y colaborado con el Cártel de Sinaloa del Chapo Guzmán.

El Frente Amplio y sus candidatos Gálvez Ruiz y Taboada carecen de una estructura estratégica en materia electoral y el PAN ha comenzado a ejercer el dominio en esa mini coalición en función de su capacidad organizativa y sus bases conservadoras, en tanto que el PRI no termina todavía despedirse de las figuras que le daban cohesión relativa y el PRD de Los Chuchos anda mendingando candidaturas que nunca le darán por su insignificancia.

 

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Política para dummiesla política es una guerra por el poder, no un acuerdo entre caballeros.

 

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...