Durante casi dos siglos (1813-2011) México ha visto aparecer y desaparecer decenas de partidos políticos. Un partido político es, ante todo, un objeto construido e inventado por los hombres. Tal es el caso de cualquier objeto político, si bien un partido político no puede considerarse un objeto como otro cualquiera. El partido político ha sido, casi siempre, inventado y concebido como solución a un problema; viene determinado por la función precisa a la que debe responder.

Para reproducir sintéticamente la historia de la construcción de los partidos políticos en México he dividido esta colaboración en dos partes. La primera abarca desde el surgimiento del primer “partido” político en 1813, cuando nace el “Partido escocés”, hasta 1867 que marca el fin del “Partido conservador”. La segunda parte abarcará de 1876, con los intentos de constituir el “Partido Constitucionalista Liberal”, hasta la creación, en 2011, del partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).

En el inicio del México independiente, año de 1813, nació el “Partido escocés” integrado por oficiales del ejército, profesionistas y clérigos, comerciantes y terratenientes quienes se confrontaron con vehemencia dando por resultado la división en dos tendencias políticas: “monarquistas” y “republicanos”. Estas dos tendencias agruparán las primeras organizaciones políticas de México: las logias masónicas. Los antiiturbidistas se dividieron rápidamente en “borbonistas” y “republicanos”. El “Partido monárquico” o “borbonista” estaba formado por los miembros del alto clero, algunos oficiales del ejército, los terratenientes y los miembros de la burguesía que controlaban el comercio y la minería. El “Partido republicano” agrupó de su lado al clero bajo y medio, a los profesionistas y a una facción del ejército.

Después de que la República remplazó al Imperio (1823-1824) las dos tendencias antagonistas discutieron lo que sería la primera Constitución. Como consecuencias de ellas las élites continuaron con su división en dos partidos: el “Partido de los cambios” o “Partido del progreso” y el “Partido del orden”. El primero de ellos, quien se apoyaba esencialmente en las fuerzas americanas. exigía la ocupación de los bienes del clero y hablaba de “libertad” y de “progreso”. El “Partido del orden”, llamado por sus adversarios partido “del inmovilismo” y que se apoyaba en el clero y el ejército, hablaba de “orden público” y de “religión”. En el seno de los “escoceses” se produjo una escisión cuándo los “mexicanos” dejaron sus logias para formar, bajo la dirección de Nicolás Bravo, las primeras logias puramente mexicanas. Los partidarios del “progreso” carecían entonces de organización y, para oponerse a Bravo, el presidente Guerrero trató infructuosamente de formar el que hubiese sido el primer partido de gobierno de la historia mexicana: el “Partido del Águila Negra”.

Nace Partido yorkino

En 1826 nace el “Partido yorkino” lo que acarreó como consecuencia la reorganización del “Partido escoces” y los dos “partidos” lograron rápidamente dividir a las élites del país por lo que, algunos meses más tarde, tanto los funcionarios como los oficiales comenzaron a actuar en función de su pertenencia a uno de los dos “partidos”. Los adeptos del rito “yorkino”, partidarios de la República Federal, de la separación entre Iglesia y Estado y de la progresiva eliminación de la influencia española eran pronorteamericanos. Los masones del rito “escocés”, de tendencia monarquistas y defensores de las instituciones de la Colonia española, eran profundamente proeuropeos.

Durante la Primera República Federal (1824-1835) los dos “partidos” tenían en común la falta de un programa definido y de una organización sólida y los caudillos recurrieron de nuevo a las armas. Las dos tendencias comenzaron después a identificarse como “federalistas” y “centralistas”. El federalismo simbolizó los cambios sociales, la separación entre la Iglesia y el Estado y el respeto a los gobiernos estatales y el centralismo se identificó con el absolutismo del período colonial, a la intolerancia religiosa e ideológica, al mantenimiento de las estructuras económicas existentes y a la constitución de un poder central fuerte. Tanto el “Partido centralista” como el “Partido federalista” carecían de una organización sólida, de un programa bien definido y sus tesis fueron por lo general mal comprendidas por las masas populares. Sostuvieron desde ese momento postura irreconciliables.

Durante la Segunda República Centralista (1841-1846) se redactó una nueva Constitución que reafirmó los privilegios de la Iglesia católica y del ejército, y además creó nuevas restricciones en materia de participación política. Al restablecerse la Constitución de 1824, los dirigentes del “Partido centralista” rechazaron en gran número colaborar en la lucha contra los invasores norteamericanos (1846-47) y la Iglesia negó al gobierno la ayuda económica necesaria. Al disolver Santa-Anna al Congreso y proclamándose dictador vitalicio regresó a la antigua oligarquía sus privilegios. El país se encontró con un régimen autoritario. En el curso de treinta años (1824-1855), las élites dirigentes de los dos “partidos” fueron incapaces de crear un aparato de Estado sólido, de desarrollar un programa coherente o de realizar una política de reformas que instaurase un nuevo orden social y económico.

A mediados del siglo XIX Las tendencias comenzaron a identificarse como “Partido conservador” y “Partido liberal”. El “Partido liberal” se definía por un rechazo de la tutela y del apoyo eclesiástico y en consecuencia por una especie de anticlericalismo de la raíz hispánica, estaba compuesto por miembros de las antiguas clases poseedoras o de las nuevas capas sociales que se oponían a las estructuras económicas existentes. Tenía por modelo al sistema norteamericano y sostenía firmemente el federalismo. El “Partido conservador”: se reclamó de una ideología tradicional, buscó para legitimarse el apoyo de la Iglesia católica, contó entre sus rangos a los miembros más prominentes de la oligarquía virreinal, encomió el principio de la autoridad, la tradición y la sumisión al orden establecido y representó la tendencia a un aparato estatal centralizado. La derrota con los EUA desprestigió a los militares y fue cuando los intelectuales comenzaron a dominar el área política. Las élites se agruparon en los periódicos de la época y éstos se convirtieron en poderosos medios de difusión de sus tesis, manteniendo los liberales la tradición de reunirse en logias. El área de las ideas fue mucho más importante que en el pasado y de esta manera, hacia 1843, dos tendencias aparecieron en el seno de los liberales: los “puros” o “radicales” y los “moderados”.

Durante el Congreso Constituyente (1856-57) se presenta probablemente la confrontación ideológica más importante de los “partidos” en el curso del siglo XIX. Se impusieron en el seno del Congreso las tesis de los “moderados” y la Constitución de 1857 organizó así a México como república representativa, democrática, federal y fundada en la separación de poderes, eliminó a la religión católica como religión oficial y proclamó la libertad de enseñanza. El “Partido conservador”, apoyado por la Iglesia católica, rechazó entonces la Constitución y hundió al país en una nueva guerra civil. La intervención francesa (1860-1867), que fue el último episodio de la guerra civil, constituyó además el último gran enfrentamiento armado de los dos “partidos” marcó el fin del “Partido conservador”.

En conclusión podemos afirmar que durante el periodo que va de 1813 a 1867 fueron decantándose dos tendencias políticas. Comenzó esta división en “monarquistas” y “republicanos”, los republicanos impulsaran la propuesta de una República Federal, la separación entre Iglesia y Estado y la progresiva eliminación de la influencia española (eran pronorteamericanos), y los monarquistas enarbolaron la defensa de las instituciones de la Colonia española, (eran proeuropeos). La división fue adquiriendo las identidades de “federalistas” y “centralistas”. El “Partido liberal” se autodefinía por un rechazo de la tutela y del apoyo eclesiástico y en consecuencia por una especie de anticlericalismo, el “Partido conservador” se reclamó de una ideología tradicional y católica, encomió el principio de la autoridad, la tradición y la sumisión al orden establecido y representó la tendencia a un aparato estatal centralizado.

Durante el Congreso Constituyente (1856-57) se impusieron en el seno del Congreso las tesis de los “moderados” y la Constitución de 1857 organizó así a México como una república representativa, democrática, federal y fundada en la separación de poderes, eliminó a la religión católica como religión oficial y proclamó la libertad de enseñanza. El “Partido conservador”, apoyado por la Iglesia católica, rechazó entonces la Constitución y hundió al país en una nueva guerra civil.

En nuestra próxima entrega abordaremos la historia de los partidos político mexicanos durante el periodo de 1867 a 2011.

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