Todo parece indicar que la estrategia estadounidense de presión a México en la Cumbre de Fentanilo de mañana jueves para combatir al Cártel de Sinaloa como eje de la producción y contrabando de fentanilo a Estados Unidos tiene cualquier intención menos la de disminuir el tráfico de drogas para satisfacer los millones de adictos americanos que tienen fácil acceso a esa droga.
El enfoque americano ya ha demostrado su ineficacia: el modelo elitista de exigir el arresto y extradición de los altos jefes del Cártel de Sinaloa que están encargados de la producción y contrabando de fentanilo a Estados Unidos, pero cruzando sin muchos problemas la frontera estratégica de seguridad nacional del Río Bravo para que la droga se distribuya también sin interrupciones en los 50 Estados americanos y para que los adictos gringos tengan suficiente producto para consumir.
Las exigencias del Gobierno de Estados Unidos y las reuniones bilaterales sólo han conseguido el arresto y extradición de Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán, que estaba encargado del área de producción y distribución de fentanilo. Ahora, la exigencia es el arresto y también extradición de los otros hijos del Chapo que siguen operando el Cártel de Sinaloa.
No hay pruebas contundentes, pero se tienen elementos analíticos para suponer que el gobierno estadounidense está combatiendo el tráfico de fentanilo por su efecto mortal en los consumidores, pero parecería estar permitiendo un mayor consumo de cocaína y heroína, drogas duras, pero no fatales. Y al interior del territorio estadounidense, los narcos locales han estado produciendo mezclas aún más mortales del fentanilo como base y drogas de animales para potenciar su efecto.
Al interior de Estados Unidos, las autoridades no han emprendido ninguna campaña para desalentar el consumo de droga ni han podido desarticular las bandas locales que distribuyen la droga en toda la nación y la ponen a disposición al menudeo en las calles americanas. La DEA ha encontrado ya indicios de complicidad entre bandas callejeras de distribución de droga con los canales de disponibilidad de la oferta del fentanilo que controlan, sobre todo, los cárteles mexicanos de Jalisco y Sinaloa, cuyas células dentro del territorio americano están creciendo en peligrosidad, capacidad de corrupción y construcción de carriles para la distribución masiva de droga.
Es claro que la producción de droga es uno de los eslabones importantes del problema, pero los productos aumentan su disponibilidad en la medida en que se incrementa el número de consumidores en sus diferentes niveles, desde los que sólo viven o respiran para la droga y ya han creado zonas zombies en las principales ciudades del país hasta la élite de alto poder adquisitivo que sigue demandando en grandes cantidades el acceso a la cocaína y a la heroína, dejando el fentanilo a las clases bajas.
Desde que el premio Nobel de Economía Milton Friedman, una de las dos mentes estratégicas del neoliberalismo, estableció la ley del mercado de que la demanda determina la oferta, los gobiernos se encuentran en un dilema: para bajar el tráfico de drogas se requiere disminuir la demanda y el consumo, pero se tratarían de acciones de gobierno que tendrían que comenzar con un mayor grado de prohibicionismo y represión no sólo contra los consumidores, sino de manera muy importante contra los traficantes.
El Gobierno de México no se ha decidido a responder a las presiones norteamericanas que lo están culpando del problema del fentanilo en Estados Unidos y el número de decenas de miles de fallecidos anuales por sobredosis de la droga. En este sentido, el presidente Biden ha centrado su estrategia de presión sobre México sólo en la agenda de la exigencia para el arresto y extradición de los hijos del Chapo Guzmán que presuntamente lideran la producción y contrabando de esa droga.
También, el Gobierno de México no ha querido asumir una respuesta severa que le reclame a Estados Unidos la falta de medidas de autoridad para combatir el contrabando de droga que cruza la frontera, se introduce a territorio americano y se distribuye en toda la nación y que solamente puede cumplir ese ciclo por la corrupción que existe en las autoridades estadounidenses encargadas de la seguridad territorial fronteriza e interna. En lugar de decidir la lucha contra la corrupción interna que permite el narcotráfico, la Casa Blanca le traslada el problema a México.
Por lo anterior, la Cumbre de Fentanilo será otra reunión para culpar a México del consumo de drogas en EU.
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