Este último mes del año, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha puesto en marcha 3 de las grandes obras pensadas para su gobierno: el Tren Maya, el Tren Interoceánico y, recientemente, Mexicana de Aviación.
De la mano con la industria privada, estas magnaobras no sólo implican la industrialización –en el caso de los trenes– sino que también significa bienestar para la población, sea empleándolos, facilitando el acceso a la educación, salud u otros servicios; o también, moviendo las economías de los pequeños productores.
Mexicana de aviación fue la punta de lanza de este cierre de año (e inicio del último período del mandato de AMLO), en dónde se dio a conocer que ya empezaría con los servicios de vuelo. Una empresa había desaparecido y dejó en a miles de trabajadores en la desesperanza.
Aunado a ello, también se inaguró el aeropuerto Felipe Carillo Puerto y 11 aeropuertos que estaban consecionados pasaron al mando de la Secertaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Es de llamar la atención que los trabajos del presidente López Obrador ponen en duda los sexenios anteriores. En dónde se inauguró una barda para fingir la construcción de una refinería, o se levantó un monumento que ahora es conocido como “el monumento a la corrupción”: o el tren que conecta la zona metropolitana del Estado y Ciudad de México (que fue culminado en este sexenio); así como la creación de un aeropuerto que ponía en riesgo, tanto la obra, por el tipo de suelo en el que se construía, como el ecosistema de la región.
Los retos aún continúan y falta observar los proyectos venideros como la mega farmacia que se inaugurará el próximo viernes, el desarrollo de Dos Bocas, los gasoductos, las plantas coquizadoras que se están instalando en el norte del país, la obra de “El Cuchillo” en Nuevo León.
