Círculo de Escritores Ibero Puebla
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Mtra. Mercedes Núñez CuétaraPor: Mtra. Mercedes Núñez Cuétara

No quiero dejar pasar la ocasión de compartir con ustedes las emociones y reflexiones que he tenido durante la semana pasada en relación con tres momentos que viví en el marco de las movilizaciones del 8 de marzo.


He de confesar que no había sido una mujer cercana o proactiva a estos movimientos; sin embargo, la situación de los últimos años me ha indignado y preocupado que ahora me uno en cuerpo y voz a las propuestas de diversos colectivos de mujeres.

Bajo esta dinámica, el pasado 8 de marzo acudí con un contingente de aproximadamente 50 compañeras de trabajo a una de las marchas organizadas por diferentes colectivos de mujeres en la ciudad de Puebla. Las marchas de mujeres en todo el país y en el mundo, más allá de las polémicas y los comentarios simplistas y negativos que reciben donde se les califica de “vandalismo”, son importantes porque evidencian el hastío y la inconformidad de la mitad de la población ante una realidad injusta, las protestas son el germen del cambio.

En una de nuestras academias de profesoras y profesores se hacía la reflexión que en México los únicos movimientos serios y fuertes que alzan la voz en contra de la violencia que atraviesa el país son los movimientos de mujeres y los colectivos de familiares de desaparecidos; al resto de la población se le percibe ausente o indiferente. El único pero que le pongo a las marchas y protestas de los colectivos de mujeres es que son poco frecuentes.

Con los números de desaparecidas que tenemos, deberíamos marchar más seguido ya que es la forma de ejercer presión. Soy consciente que el tiempo, la sobrecarga de trabajo y la animadversión a estas formas de protesta juegan en contra para que así sea.

El 9 de marzo, por cuarto año consecutivo, me uní al paro nacional de mujeres en México, mejor conocido como “el 9 ninguna se mueve”. Tristemente este movimiento ha ido perdiendo fuerza, en parte por la pandemia, pero también por los comentarios sociales negativos que ha recibido como “es un día libre para las mujeres”, “les dan permiso de faltar”, “mejor reflexionemos sobre el tema juntos hombres y mujeres”, etc.

Recuerdo que el 2020, primer año de esta iniciativa, las niñas y los niños pequeños estaban pendientes de este movimiento, y les preguntaban a sus maestras si irían a clases o a sus madres si irían a trabajar, estaban expectantes. Cuando las personas de menor edad se preguntan y dialogan genuinamente sobre algún tema es esperanzador, ya que es ahí, en la base de la sociedad que los cambios sociales llegan a consolidarse.

Soy de las personas que siguen considerando la propuesta del paro nacional de mujeres una forma fuerte de presión ya que visibiliza, literalmente, el papel social y económico de las mujeres en el país. Recordemos que este movimiento no se limita a la ausencia de mujeres en los ámbitos laborales sino también en los patrones de consumo. Aproximaciones del impacto económico de este movimiento, en el 2020, estimaban que 40 millones de la economía del país dejó de moverse ese día.

El 10 de marzo me tocó vivir otro evento, de carácter personal, que me movió a seguir reflexionando sobre la vida de las mujeres en México. Fue el cumpleaños de una compañera con la que marché el 8 de marzo. Celebrar su vida fue celebrar la vida de todas las mujeres que estamos en lucha y celebrar la vida de las que ya no están.

Si bien el 8 de marzo no es una celebración, no hay motivos para felicitar a una sociedad en la que desaparecen entre 8 y 10 mujeres al día, es importante celebrarnos vivas y presentes. Esta consciencia de vida es lo que nos impulsa a seguir luchando por la vida de todas, poniendo el cuerpo y la voz para exigir y construir un país seguro y digno para las mujeres.

Después de esta semana donde la protesta, la visibilización y la celebración de la vida se hizo presente, se respiraba otro aire en mi entorno. Aires de esperanza y de la convicción que otro mundo, que otro México, para las mujeres es posible. Sin embargo, esta mañana escuchaba en la radio que, a cinco días del 8 de marzo y de gritar a todo pulmón “ni una más”, en el Estado de Puebla se han confirmado tres feminicidios.

La lucha en México de las mujeres es por la vida es larga y debe cobrar más fuerza. En otros países las mujeres luchan por mejores salarios, reconocimiento de trabajo doméstico, por cargos o puestos de poder, por políticas públicas y sociales que les reconozcan y un largo etcétera de solicitudes muy ajenas a nuestra realidad mexicana. Aquí y hoy, las mujeres luchamos por la vida.

*Maestra en Intervención Social por la Universidad Pública de Navarra y Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana Puebla. En el ámbito profesional se ha desempeñado como investigadora y docente. Actualmente trabaja en la Universidad Iberoamericana Puebla como Coordinadora de Desarrollo Comunitario e imparte asignaturas de investigación, elaboración de tesis y psicología social comunitaria.

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