Círculo de Escritores Ibero Puebla
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Por: Mtra. Tamara Paola Caballero Guichard 

 En las últimas semanas, tuve el privilegio de participar en dos destacados eventos en la Universidad Iberoamericana Puebla: una jornada sobre Innovación en la Era del Conocimiento y la XIV Cátedra Latapí. Estos encuentros, cada uno con su enfoque particular, abordaron preguntas cruciales y presentaron alternativas para abordar los desafíos que enfrentamos en el ámbito educativo en un mundo en constante transformación e incertidumbre. Durante estos eventos, se exploraron temas de gran relevancia, tales como la inteligencia artificial, la sociedad del conocimiento, el fenómeno del desempleo tecnológico y, por supuesto, se debatió la Nueva Escuela Mexicana, entre otros. 

Sin embargo, deseo profundizar en un concepto que resaltó de manera especial durante la conferencia magistral de la Dra. Silvia Schmelkes en la Cátedra Latapí, donde se le rindió homenaje: la formación de “críticos creativos”. Este concepto se revela como un horizonte de formación esencial, que nos aleja de enfoques utilitaristas y presentistas para hacer frente a los desafíos actuales en la educación. 

Además, se erige como un hilo conductor que vincula las diversas temáticas abordadas en estos eventos, las cuales continúan y continuarán siendo relevantes y actuales en las conversaciones sobre educación por mucho tiempo. 

La noción de “críticos creativos” aboga por la conjunción del pensamiento crítico y la creatividad, y esta sinergia es especialmente resonante. Hoy en día, la innovación y la creatividad se mencionan constantemente en los discursos educativos, ya que se consideran habilidades fundamentales para que los estudiantes puedan afrontar las complejidades del mundo y adaptarse a los avances tecnológicos. 

Sin embargo, lo que distingue a la formación de “críticos creativos” es la inclusión del componente criticidad, lo que, en mi opinión, le confiere un significado más profundo y pertinente

El término “críticos” no solo implica la capacidad de analizar y cuestionar, sino también conlleva una dimensión ética y una responsabilidad social. La criticidad nos exhorta a reflexionar sobre las implicaciones éticas de nuestras acciones y decisiones, alentándonos a considerar cómo nuestras creaciones y soluciones afectan no solo a nosotros mismos, sino también a la sociedad en su conjunto. 

De ahí que pensar en la formación de “críticos creativos” implica promover una mentalidad que va más allá de la consideración de la creación, la producción y la novedad como valiosos en sí mismos. Se trata de fomentar la capacidad de pensar profundamente y de manera reflexiva acerca de los problemas, teniendo en cuenta no solo la eficiencia y la utilidad, sino también la equidad, la justicia y la responsabilidad hacia los demás. 

En este contexto, las ideas de Martín López Calva, quien también participó como ponente en esta cátedra y es autor del libro “Pensamiento Crítico y Creatividad en el Aula,” se destacan como particularmente pertinentes. Su trabajo resalta la importancia de la amalgama entre el pensamiento crítico y la creatividad como un enfoque poderoso para la educación. A través de esta perspectiva, el estudiante se embarca en un proceso en el que va descubriendo razones y criterios, formulando juicios sobre la realidad, asumiendo una posición y responsabilidad ante ella, y, a partir de ese punto, generando y proponiendo respuestas innovadoras. 

En un mundo donde la tecnología y la información circulan a una velocidad asombrosa y donde los retos globales, como el cambio climático y la desigualdad, exigen soluciones creativas no solo en lo macro sino en lo micro, en lo cotidiano, la formación de “críticos creativos” se convierte en un imperativo. Pues me hace pensar en estudiantes que serán capaces no solo de idear soluciones “novedosas”, que sus alcances y riesgos la historia nos ha enseñado mucho, sino que también serán conscientes de las implicaciones éticas y sociales de sus acciones. 

En este sentido, considero que no debemos promover la creatividad e innovación de manera aislada, sino siempre en conjunto con la criticidad. De ahí que propongo que sea un punto de partida para seguir repesando cómo hacer de la educación más relevante, significativa y éticamente responsable en una época donde la inteligencia artificial y la sociedad del conocimiento se ponen al centro de las discusiones.  

 

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla 

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