La promesa de este nuevo Gobierno Federal fue traer bienestar a la población, sobre todo, en la de bajos recursos económicos.

Sin embargo, los hechos distan de los dichos porque México se encuentra en la peor etapa de su historia, empezando por una crisis sanitaria que fue mal atendida y provocó el cierre de miles de empresas y pérdida de empleos.

En seguida el costo de la gasolina ha ido aumentado de manera sostenida. En algunas zonas del país ha llegado a valer hasta 25 pesos el litro, lo que significa que incrementarán los gastos de transportación y en consecuencia de productos y servicios, situación que traerá consigo un círculo vicioso.

Y es que la debilidad del consumo interno por causa de diversos factores, así como la baja productividad del sector industrial por la afectación a las cadenas productivas, derivado de la pandemia, ha provocado que las proyecciones de crecimiento económico vayan a la baja.

Con una economía cayendo, lo lógico es que existan menos oportunidades para las familias de cubrir sus necesidades básicas como alimentación, vestido y transporte, lo que se traducirá en menos consumo.

Ya de por sí la inflación que en el mes de noviembre del año pasado se disparó a más de siete por ciento ha generado problemas para las familias de todo el país que han reducido sus compras porque no les alcanza, ahora se suman las malas decisiones, entre las que se encuentran direccionar recursos públicos a proyectos de inviabilidad probada.

Es verdad que la crisis sanitaria causó problemas serios para las finanzas mundiales; sin embargo, desde la llegada de la nueva administración que prometió mejoras en las condiciones de vida de las personas, se llevaron a cabo acciones que promovieron la caída de la economía, mucho antes de que la pandemia tocara suelo nacional.

El INEGI informó que en la primera quincena de marzo, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) fue de 7.29 por ciento. Los productos que más sufrieron aumentos fueron los alimentos y las bebidas alcohólicas, pero también hubo un incremento en el precio de hoteles, restaurantes, así como para cultura y recreación, por citar lo más destacado.

Estos indicadores son desalentadores, ya que una vez que la inflación aumenta es poco probable que disminuya, además de que no existe estrategia para mejorar estos indicadores, o estímulos para reactivar las finanzas nacionales provocando que la economía familiar se pulverice. Eso no fue lo que Morena prometió en campaña.

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