AMLO,  al advertir que no hará acto de presencia en la Cumbre de las Américas, caso de que no asistan todas las naciones del hemisferio, ha tomado una decisión histórica que sin duda marcará el destino de nuestros países a corto, mediano y largo plazo.

Tal iniciativa –guardando la distancias–  reviste tanta relevancia como la que adoptó el gobierno de nuestro país en 1964 en relación con Cuba.  Fue durante la Guerra Fría, al triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y los años que siguieron cuando México, con el presidente Adolfo López Mateos al frente, a pesar de las presiones de Washington, demostró su apoyo al nuevo gobierno de la Habana. En 1961 el gobierno mexicano protestó con vehemencia ante las Naciones Unidas por la invasión de Bahía de Cochinos. En 1964 nuestro país fue el único miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA) que no acató la iniciativa de Estados Unidos de romper relaciones diplomáticas con la isla  (Vid.  Manuel Ajenjo, El Economista, 22 de mayo de 2022).

Durante los años que siguieron el gobierno de Fidel actúo con la seguridad de contar con el apoyo de México en una región hostil. Sin importar si eran de izquierda, de centro o de derecho,  los presidentes de México han estrechado la mano de los líderes de Cuba.  Los mandatarios mexicanos visitaron y recibieron a Fidel Castro sin importar si tenían mucha o poca afinidad ideológica con el gobierno de la Revolución Cubana. La excepción se presentó a inicios de la década de 2000, cuando el presidente Fox estuvo a punto de provocar un incidente lamentable en las relaciones de nuestro país con la isla. Afortunadamente el asunto no pasó a mayores. (Vid. BBC Noticias, 21 de mayo de 2022).

Pero, más allá de las relaciones de México con Cuba, la postura de AMLO respecto a la Cumbre de las Américas representa, reiteramos, un acto que sin duda habrá de modificar las relaciones de los Estados Unidos con América Latina.

Desde la Doctrina Monroe,  nuestro país y nuestro hemisferio han sido objeto de humillaciones por parte dicha nación, a quien a todas luces le importa un comino lo que sucede en nuestro entorno. 

Hace unos años Henry Kissinger, que durante muchos años encabezó la cancillería de su país, publicó el libro La Diplomacia  (Fondo de Cultura Económica, 2004), obra monstruosa de cerca de mil páginas. ¿Sabe el lector cuántas veces menciona a México, y muy “de pasada”? Sólo en cinco ocasiones.  ¿Sabe cuántas veces alude a Latinoamérica?  Sólo en cuatro, y refiriéndose sólo a América Central  (págs. 32, 769-770, 830).

Esto no de ningún modo casual : para los Estados Unidos no somos ni siquiera el “patio trasero”:  somos más bien el “cuarto de los tiliches”.

Cierto : los Estados Unidos suelen intervenir en la política interna de las diversas naciones de nuestro hemisferio cuando ven amenazados sus intereses (como sucedió con los golpes de Estado al presidente Arbenz, de Guatemala (1954) y Allende, de Chile  (1973), en el que tuvo un papel destacado, por cierto, el citado Kissinger), pero fuera de ahí no se ha distinguido precisamente por colocarnos entre sus prioridades.

Aunque el alejamiento de Venezuela y de Bolivia respecto al intervencionismo norteamericano ha prendido los focos rojos en el Pentágono, hasta el momento no se vislumbra ningún intento serio por parte los líderes de aquél nación de abrirle paso a una relación seria y respetuosa con nuestra nación y hacia el hemisferio en general.  Ni siquiera el inmenso problema que constituye el problema migratorio los ha llevado a modificar su política tradicional.

De ahí la trascendencia de la postura de AMLO :  éste, en los hechos, ha adquirido un liderazgo entre las naciones hermanas de Latinoamérica que puede desembocar en un nuevo equilibrio en las relaciones de éstas con el vecino del norte.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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