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El 22 de mayo, en su conferencia mañanera en Pitiquito, Sonora, el presidente de México hizo declaraciones históricas: “Se ayuda también a los de arriba. Yo les puedo decir que no hay un rico de México, en el tiempo que llevamos gobernando, que haya perdido dinero y a las pruebas me remito. Al contrario, les ha ido bien”. Fue contundente y sincero, porque en efecto a los ricos les ha ido muy bien. Y la duda es: ¿y cómo le va a los pobres, esos que en su campaña prometió ayudar?

Vamos primero con los ricos. Vivimos en el sistema capitalista, que hace que la implacable ley de la acumulación del capital ocasione la demente concentración de la riqueza en pocas manos y que miles de millones de seres humanos padezcan hambre todos los días. La prestigiada Oxfam hace unas semanas publicó hace unas semanas que: “Los 10 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3 mil 100 millones de personas más pobres” y que “si los 10 hombres más ricos (de la humanidad, el mexicano Carlos Slim está en el lugar número 13) gastasen un millón de dólares diarios, agotar su riqueza conjunta les llevaría 414 años (es decir: acabarían de gastarla allá por el año 2,436)”. Pero, dice la Oxfam, por otro lado, “se estima que 5.6 millones mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud en países pobres (México, opino, es uno de esos países, como lo veremos más adelante)”. Pero ahí no acaban los males para los pobres del mundo, porque dice la Oxfam: “En un mundo de abundancia, el hambre mata, como mínimo, a 2.1 millones de personas al año”.

La Base de Datos Mundial sobre Desigualdad, publicada en marzo de 2022, nos dice: “El 10% más rico de la población mundial obtiene actualmente el 52% de los ingresos mundiales, mientras que la mitad más pobre de la población obtiene el 8% […] El 1% más rico acaparó el 38% de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de la década de 1990, mientras que el 50% más pobre solo acaparó el 2% […] De hecho, el año 2020 marcó el mayor aumento de la proporción de riqueza mundial de los multimillonarios del que se tiene constancia”, mientras, en contraparte, todo el mundo sufría por el Covid y padecía hambre en sus casas. ¿Y en México? Esto reportó Forbes, a inicios de abril: “La fortuna de 15 multimillonarios mexicanos alcanzó una cifra récord de 160 mil 900 millones de dólares, una cantidad que supera en 42 por ciento al saldo de la deuda externa del gobierno federal. […] Figura a la cabeza Carlos Slim, con una fortuna de 81 mil 200 millones de dólares, prácticamente 30 mil millones más que al inicio de la pandemia. […] Germán Larrea 20 mil millones más que hace dos años. Ricardo Salinas Pliego supera con 700 millones de dólares la fortuna contabilizada por la publicación en 2020. […] María Asunción Aramburuzabala 600 millones más que al inicio de la pandemia. […] Alfredo Harp Helú, de 2020 a la fecha su riqueza creció 200 millones de dólares”. Así nos podemos seguir. AMLO dijo una verdad: “no hay un rico que haya perdido dinero”. Al contrario, ¡todos tienen más millones en sus bolsillos!

La desigualdad crece a medida que aumenta la pobreza de decenas de millones en el país, porque es apoyada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y Morena y sus políticas económicas que solo benefician a los ricos. El Informe sobre la Desigualdad Mundial 2021, en el que participan economistas como Piketty, Saez o Zucman, nos aporta los siguientes datos: “El 10 por ciento más rico de la población mundial retuvo en 2021 casi 52 por ciento del ingreso global, en tanto que la mitad más pobre del mundo recibió 8.5 por ciento de este ingreso total. […] La desigualdad de la riqueza o patrimonio es más fuerte que la que existe en el ingreso. El 50 por ciento más pobre a nivel global apenas posee 2 por ciento de la riqueza global, en tanto que el 10 por ciento más rico tiene 76 por ciento de toda la riqueza del mundo”. Líneas adelante, sostiene que México es “uno de los países más desiguales del mundo” y que en nuestro país “el individuo promedio, del 50 por ciento más pobre, recibió 42 mil 700 pesos” de riqueza anual. Esto quiere decir, si no entiendo mal, que gana 805 pesos de salario a la semana o 115 pesos al día. Y pregunto: ¿cómo se vive con 115 pesos diarios? ¿Cómo se paga alimento, ropa, casa, etc.? Pero “el 10 por ciento más rico recibió el 57 por ciento del ingreso nacional”. También dice que la mitad más pobre del país tiene un saldo negativo en “riqueza de patrimonio”, porque carece de cualquier activo y “debe más de lo que tiene”.

¿Por qué? Veamos los datos sobre los sueldos, la duración de la jornada de trabajo, las vacaciones pagadas y el estrés laboral de nuestro país, publicados por el Doctor Abel Pérez Zamorano en artículos recientes: <<Para entender la pobreza, basta solo ver el miserable nivel salarial: en promedio en la manufactura, los mexicanos perciben 2.8 dólares por hora; los estadounidenses, 23.8 dólares. El 18 de agosto, Luis Miguel González publica en el diario referido: “… el promedio por hora de un trabajador alemán es de 22 euros, equivalente a 514 pesos. En México, el sueldo promedio de un trabajador es alrededor de 6,250 pesos mensuales. Con 12 horas de trabajo un alemán alcanza los ingresos mensuales de un trabajador mexicano…”. […] En cuanto a la duración de las jornadas (seguimos leyendo): “Los mexicanos trabajan 2,124 horas al año en promedio, frente a 1,598 horas de los japoneses. Nadie trabaja más horas que los mexicanos, en el registro anual que hace la OCDE entre sus 37 países miembros […] Alemania es el país de esta organización donde se trabajan menos horas, 1,312 […] Un trabajador mexicano labora 812 horas más que un alemán, por año. Esto es equivalente a 70% más […] para cerrar la brecha no basta con trabajar 50% más que los japoneses y 30% más que los estadounidenses”. […] Los 15 días que se otorgan como mínimo en Chile, Colombia, Ecuador, Venezuela o Bolivia se alcanzan en nuestro país con 10 años continuos de trabajo en una misma empresa. En nuestra región, Latinoamérica, los días de vacaciones pagadas al año están así: Brasil (la economía más grande), Cuba, Panamá, Nicaragua y Perú, 30 días; Uruguay, 20; Argentina y República Dominicana, 14; Paraguay, Guyana y Surinam, 12; Belice, Costa Rica, Honduras y Jamaica, 10; México… 6 días, al fondo de la tabla. Una pavorosa explotación, a ciencia y paciencia de los neoliberales de antes y de la 4T por igual, que no cambia las cosas para no molestar a los acumuladores de plusvalía>>. Y sobre el estrés laboral: “La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 75% de las personas trabajadoras en el país padece los efectos de un estrés laboral crónico, el nivel más alto de todo el mundo, (por) el miedo a perder el empleo y la fuente de sustento familiar; a los bajos salarios, prolongadas jornadas, acoso sexual”. Lo penúltimo da lugar a lo que los japoneses llaman la muerte por exceso de trabajo: “La OMS y la OIT alertan de que las jornadas de trabajo prolongadas aumentan las defunciones por cardiopatía isquémica o por accidentes cerebrovasculares […] trabajar 55 horas o más a la semana aumenta en un 35% el riesgo de presentar un accidente cerebrovascular y en un 17% el riesgo de fallecer a causa de una cardiopatía isquémica con respecto a una jornada laboral de 35 a 40 horas a la semana”.

Tras revisar estos datos, ¿seguimos creyendo que AMLO nos va a sacar de pobres y nos llevará a vivir en el paraíso de los millonarios? ¿Seguimos creyendo que un partido de la burguesía, del color que se quiera pintar, impulsará jornadas de trabajo más justas, nos dará siempre empleo, nos llevará a ganar lo necesario para vivir cómodamente, nos dará vacaciones pagadas y dejaremos de ser explotados por el capitalismo que siempre busca la forma de obtener más riqueza con nuestra fuerza de trabajo? Espero que no.

Debemos entender que solo un gobierno del pueblo humilde sabrá impulsar medidas para acabar con la pobreza y el hambre en nuestro país, porque es ese pueblo el que padece en lo más hondo la miseria y es el que sabrá tomar acciones para impulsar un plan de acción económico que sea la base de un cambio radical en la economía, que nos lleve a dejar de ser explotados y a convertirnos en hombres libres de las cadenas que nos puso la burguesía mexicana.

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