Los aspirantes a la candidatura del municipio de Puebla por parte de Morena, y la propia militancia de esta organización, no deben perder de vista que nuestra ciudad capital es un espacio en el que la derecha ejerce una influencia fundamental, y esto desde hace mucho tiempo. Aquí, por razones de espacio, nos es imposible hacer referencia a los aspectos históricos y sociales (uno de ellos, sin duda, es el peso que ejerció la iglesia católica desde los tiempos de la Colonia) que determinaron dicha situación.

En ese sentido, si Morena no lanza un buen candidato o candidata, sería entregarle en bandeja de plata a dicha opción. Si triunfó en los comicios de 2018 se debió, como todo mundo sabe, al “efecto Obrador”, mismo que ya no estará presente en esta coyuntura.

Morena debe impulsar una candidatura que cumpla con todo un complejo de requisitos. Veámoslos uno por uno.

En primer término, debe ser una persona que no atente contra el principio de no reelección. Si bien es cierto que nuestra Constitución ya permite que los presidentes municipales, diputados, senadores y regidores se reelijan (gracias a la reforma que promovió el ex Presidente Enrique Peña Nieto), la verdad es que entre nuestros conciudadanos (no sólo de Puebla sino de todo el país), impera una notable antipatía hacia la reelección de las autoridades, incluso más allá de la posibilidad de que hayan ejercido un buen papel.

La reforma de ese principio fue un verdadero atentado contra la voluntad ciudadana . Se sostuvo que tres años no son suficientes para gobernar adecuadamente un municipio, pero a nuestro parecer eso es falso. En Puebla, por ejemplo, bastaron menos de dos años para que el tristemente fallecido Jorge Murad Macluff ejerciera una excelente gestión. En su breve periodo logró avanzar de manera notable en no pocos de los principales problemas que agobiaban al municipio, entre ellos el relativo al reacomodo de los vendedores ambulantes, y a la reestructuración de los principales espacios sociales, mercados públicos, plazas comerciales, etc.

El candidato de Morena debería ser, asimismo, una persona con experiencia en la administración pública o que haya desempeñado un excelente papel en alguna de nuestras instituciones representativas (vgr. Cabildo,Congreso local, Congreso de la Unión, etc. ). El municipio de Puebla es uno de los más complejos –si es que no el más complejo—del país, comenzando por su impresionante crecimiento demográfico, que no marcha en correspondencia con su desarrollo económico, generando toda una cauda de problemas sociales, entre ellos el desempleo, el subempleo y la economía informal, etc.

Sería un error catastrófico postular a un candidato o candidato que sólo se distinga por su trayectoria o activismo político. La experiencia nos muestra que esto no basta para conducir con éxito el complejo timón de la administración pública. En la mayoría de las entidades o municipios en los que Morena privilegió ese factor, las autoridades terminaron en un rotundo fracaso.

Esto no debe llevar a Morena, desde luego, a promover a una persona que se distinga por su capacidad pero que carezca de una plena compenetración con su programa y principios políticos e ideológicos. En no pocos estados y municipios del país hemos visto las consecuencias fatales que ha traído consigo este error.

Habría que evitar también el promover a personas que gozan de una gran popularidad por haber destacado en ámbitos como el artístico o el deportivo, como es el caso del célebre Chelis (a quien manifestamos nuestro respeto por su conocimiento del futbol). Esta fue una de las peores infatuaciones del PRI (y de organizaciones como el desaparecido FCRN), quien se distinguió por convertir al Congreso de la Unión en una extensión del mundo de la farándula.

Por lo demás, el caso de Cuauhtémoc Blanco ya ha puesto de relieve el riesgo que implica el promover a personalidades del submundo del deporte.

Morena, desde luego, debe concederle una importancia crucial al factor carisma: el hecho de que cuestionemos la “popularidad frívola” no debe llevarnos a perder de vista que el candidato debe ser una persona que logre atraer las simpatías de nuestros conciudadanos.

Así las cosas, nos preguntamos en voz alta, ¿reúnen los aspirantes los requisitos mencionados?

La respuesta se la dejamos a los lectores.

Tal vez nos veamos ante la necesidad, como Diógenes, de recorrer las filas de Morena acompañados de una vela para encontrar el candidato idóneo.

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