Los que apoyamos al presidente López Obrador en 2018, hoy seguimos convencidos de que ha llegado la hora de cambiar todo aquello que engendró el antiguo orden de corrupción e impunidad. A tres años del inicio de esta transformación, sigo convencido de que las y los mexicanos tenemos que construir un nuevo orden sustentado en la fraternidad y la solidaridad.
Al igual que el Presidente, creo que es posible edificar un nuevo régimen económico y político —una nueva casa, la casa de todas y de todos los mexicanos— con una cimentación firme y solida, erigida sobre la base de la honestidad, la austeridad y la igualdad, como pilares fundacionales básicos de un nuevo proyecto de nación cuyo objetivo primordial sea acabar con la pobreza y la desigualdad.
No obstante, también creo que la construcción del nuevo orden nos exige ir todavía más allá. En lo social, por ejemplo, considero que debemos asumir el reto de anteponer el respeto y la defensa de la vida y de la familia como elementos fundamentales de la transformación. Cada vida, cada ser humano, está llamada a cumplir un propósito y a ocupar un lugar determinado en el nuevo orden de cosas. Cada vida abre un mundo de posibilidades y de futuros posibles. Por eso estoy convencido de que el derecho a la vida debe estar por encima de cualquier otro interés y cualquier condicionante.
Lo mismo con la familia, que es la institución fundamental y más fuerte de la sociedad mexicana. El nuevo orden debe privilegiar a la familia como espacio de mayor confianza y seguridad para el desarrollo de la individualidad y el sentido de pertenencia. Debemos rescatar a la institución familiar porque es en este espacio donde surgen la consciencia individual y los valores que sirven para la cohesión y la solidaridad.
En lo político, el nuevo orden debe ir más allá y asegurar el pleno respeto a la legalidad y a los derechos humanos. Debe empoderar a la mujer y proteger a los grupos vulnerables, así como garantizar, con mano dura, seguridad y tranquilidad a las familias y su patrimonio. Para construir un país libre de violencia, seguro para todas las familias mexicanas, es necesario sembrar el valor del respeto a la autoridad, a las reglas y a la justicia desde el seno familiar y las primeras etapas de la educación. La paz se construye con inteligencia y con fuerza; pero también, con el concurso de las familias movilizadas en la defensa de los valores y los principios que le dan cohesión y solidez al tejido social.
Finalmente, en lo económico, el nuevo orden debe aspirar a una recuperación económica solidaria y a adoptar un nuevo paradigma de desarrollo verde y circular, que garantice un bienestar integral sostenible para todas y todos. Coincido con la visión de un gobierno menos burocratizado, eficiente y eficaz que procure y promueva la inversión y la creación de más y mejores empleos. En el que el Estado no sea un lastre, sino un aliado de los inversionistas nacionales y extranjeros, que apoye a las empresas y a los emprendedores, garantizando piso parejo para todos en un marco de libertad e innovación. El nuevo orden, debe sostenerse de la iniciativa y el talento de la sociedad. En pocas palabras, un país de oportunidades, con verdadero crecimiento económico y sin corrupción debe ser el mecanismo para que México se transforme.
Reitero: la clave para lograr todo lo anterior es entender que el nuevo orden económico, político y social solo podrá ser posible con el poder de la fraternidad y la solidaridad, y el desarrollo de una nueva racionalidad civilizatoria que nos permita prosperar y progresar, sin que nadie se quede atrás. Solo con el poder de la fraternidad y la solidaridad podremos generar una nueva identidad que nos hermane y nos reconcilie como mexicanas y mexicanos de bien.
*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.