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Por Adrián Salazar

En días recientes, las autoridades gubernamentales de Reino Unido anunciaron que destinarán alrededor de 990 millones de dólares a tutorías individuales y otras medidas para ayudar a los estudiantes más afectados por la pandemia y evitar así el rezago educativo. El propio ministro de educación señaló que cada escuela primaria recibirá una media de 8,500 dólares adicionales y cada centro de secundaria unos 31,000 dólares, además de la inversión de 116 millones de dólares para el programa de “tutores” externos a las escuelas que ofrecerán talleres individualizados para los alumnos más rezagados. Esto con el objetivo de aminorar los daños en el sector educativo a causa de la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19.

En contraste ¿qué pasa en México? El sistema educativo de nuestro país cuenta con 37 millones de alumnos y 2.1 millones de maestros distribuidos en 265 mil escuelas, cifras que se han reducido por la deserción de 2.5 millones de alumnos. A esto se suma otro dato: el 56 por ciento de los menores carecen de computadora y 48 por ciento no tienen acceso a internet, lo que pone en riesgo su permanecía escolar, con la posibilidad de engrosar las filas de la deserción ante la carencia de condiciones materiales.

De acuerdo con Rocío Cano Albañez, investigadora en temas educativos por parte del Sistema de Universidades Jesuitas, las afectaciones que trajo la pandemia en la población estudiantil “se han observado de forma diferenciada, pero las acciones para contrarrestar dichos efectos no han estado a la altura. La pandemia ha dejado atrás a las juventudes en materia de educación, violencia doméstica, migración y seguridad alimentaria”.

Esto demuestra que el modelo económico de nuestro país no estaba preparado para enfrentar una realidad como esta, que obligó al cese de las clase presenciales porque no existe una infraestructura con los medios suficientes para llevar el aprendizaje en forma virtual.

Otro aspecto innegable es que, si las diferentes administraciones gubernamentales no destinaron los recursos económicos suficientes para que las escuelas tengan condiciones mínimas como aulas bien construidas, plazas techadas, laboratorios, espacios deportivos y culturares idóneos, sanitarios, servicios como electricidad, agua potable y drenaje, ¿qué nos hace pensar que ahora, con este gobierno “austero”, los estudiantes tendrán acceso universal a la tecnología para acceder a las herramientas de educación?

Pero no sólo falta tener un televisor o una computadora con conexión a internet, el verdadero problema es tanto estudiantes como docentes puedan aprovechar al máximo las herramientas digitales, es decir, necesitan nuevas aptitudes digitales, capacitaciones en torno a las plataformas educativas, salas de chat en comunidad y bibliotecas digitales, por ejemplo. Cosa que no existe.

Es decir, en México, lejos de haber un verdadero apoyo al sector educativo que esta en crisis, se ha dejado a la deriva, muestra de ello es que, lo que pudiera verse como una oportunidad para garantizar que toda la población estudiantil reciba educación desde casa, en los hechos se engrosa la brecha de desigualdad. Según cifras de la Unicef, alrededor de 800 mil niños no tienen ningún contacto, ni por televisión ni por radio con los maestros, aunque porcentualmente son pocos, “en unos cuantos años van a seguir aún más rezagados en términos escolares cerca de un millón de niños”.

Por su parte, el académico de la Universidad Autónoma Metropolitana y especialista en educación, Carlos Ornelas, consideró que el ciclo escolar 2020-2021 “en términos efectivos es un año perdido” porque –otra vez- hay quienes “carecen de los medios para conectarse a las clases en línea o porque sus maestros no tienen las capacidades para aprovechar internet para el proceso de enseñanza”.

Aunque a inicios de enero el extitular de la Secretaría de Educación Pública, Esteban Moctezuma afirmó que se preparaba “un regreso a las aulas seguro y prudente, sin titubeos ni riesgos, que brinde certeza en lugar de incertidumbre e inestabilidad, como ha ocurrido en otros países, ante un virus impredecible”, la realidad dista mucho, en contraste el estudio “Principales retos en el ejercicio del derecho a la educación”, publicado en el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en 2019, señala que el 81 por ciento de los inmuebles están ubicados en construcciones con condiciones mínimas de sanidad y la matrícula de 25 estudiantes por docente sobrepasa la cantidad de alumnos recomendada por la OCDE.

De ahí podemos entender que los daños que ha recibido el sector educativo en el ultimo año, no se debe sólo a la pandemia del Covid-19; en el caso de México, la pandemia vino a revelar el gran atraso que existe en varios sectores, no sólo en el educativo, pues durante muchos años se mantuvo una atención mínima a las necesidades para cubrir las condiciones mínimas.

A esto se suma la visión del nuevo gobierno federal en manos de Morena, que lejos de invertir, o por lo menos mantener las condiciones de sexenios anteriores, optó por una política de “austeridad” donde se eliminaron los pocos canales que había para invertir en educación. Actualmente, en nuestro país, se reparte el tres por ciento del PIB que se destina a educación , entre programas de transferencia monetaria directa como “Jóvenes Construyendo el Futuro” o Becas de Educación Media Superior “Benito Juárez”, los cuales no resuelven el problema en lo más mínimo.

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