*Por: Dra. Luz del Carmen Montes Pacheco

El regreso a clases está en puerta en nuestro país. En Campeche ya se arrancó el Plan Piloto de Reactivación Escalonado y Mixto de los Servicios Educativos. Sin embargo, a dos semanas de su funcionamiento una de las 137 escuelas rurales que reanudaron actividades presenciales se cerró a inicios de mayo porque una profesora se enfermó de Covid-19. Tanto las autoridades educativas como de salud, al confirmarse el caso, tomaron las medidas necesarias. Es el riesgo que correremos.

Pero además de casos de contagio como este, hay que considerar que niñas, niños y jóvenes, que aparentemente son menos vulnerables que los adultos, si no tienen los factores de riesgo ya documentados, pueden ser un vehículo poderoso para contagiar a los familiares con quienes conviven. La mayoría de los padres y las madres de estudiantes de educación básica tienen menos de 40 años, que si no trabajan en los sectores educativos y de salud es poco probable que ya estén inmunizadas/os para septiembre. Y también es poco probable que este año alcancemos la dichosa inmunidad de rebaño, que de acuerdo con Hugo López-Gatell, se alcanzará cuando al menos sea vacunada o alcance inmunidad natural entre 60 y 75 por ciento de la población.

Como todos sabemos, nadie tiene certeza sobre el comportamiento del virus y de la enfermedad. Hoy toma más sentido la frase, cuyo autor desconozco, de “vivir es un riesgo”, pero como siempre lo ha sido y lo será, tendremos que aprender a vivir con ello. A poco más de un año del confinamiento forzoso ya tenemos, muchos de nosotros, interiorizadas las indispensables prácticas de prevención y cuidado.

Perdón por el desvío, el punto que me interesa abordar en este contexto es que, además de las situaciones de salud con el regreso a clases, están las diversas dinámicas familiares que una vez más se verán alteradas. Con los modelos híbridos y regresos escalonados ¿qué pasará en las familias en donde al menos hay dos estudiantes de diferentes grados escolares?, no digamos de diferentes niveles educativos. Las que tienen tres o cuatro. Las que no tienen posibilidades de contar con cuidadores, familiares o contratados.

Con el semáforo amarillo muchas personas están migrando del trabajo en casa a sus respectivos centros de labor, ¿podrán salir en los diferentes horarios en los que hay que llevar y recoger a cada estudiante? Si uno o dos se quedan en casa, ¿quién se hará cargo? Como sea, el trabajo en casa, para muchos, significaba la posibilidad de atención a escolares, aunque de diversas maneras. Cierto que se tuvieron que ajustar la mayoría de las dinámicas familiares y cierto es que las ajustaremos de nuevo. Pero se requerirá mucha flexibilidad, más que hace un año, para las dinámicas laborales y para las actividades escolares.

Extrañamos nuestro estilo de vida, las amistades, las actividades deportivas y recreativas, incluso el estilo laboral. También las y los estudiantes extrañan a sus docentes, las y los adolescentes extrañan a sus amistades. Pero los protocolos apenas empiezan. Así como nos hemos acostumbrado a los protocolos en los comercios y espacios públicos, tendremos que construir nuevas costumbres de convivencia en distanciamiento, tendremos que desarrollar mucha tolerancia a la desinfección de los espacios escolares, mecanismos para detección de sospechosos de Covid-19 y a la supervisión de los protocolos de seguridad y filtros escolares.

Los niveles educativos que requieren más cuidado y atención serán los de preescolar y primaria pues se necesitará desarrollar una nueva cultura que prescinda de abrazos, besos y de compartir el refrigerio escolar y la botella de agua. No se diga educación especial e incluso secundaria, pues en la adolescencia una práctica común es el desafío a la autoridad y la transgresión a la norma.

La nueva normalidad en la escuela requerirá también ajustes en la casa y en el trabajo. Tendremos que hacer acopio de paciencia, tolerancia y mucha elasticidad social, posiblemente más que cuando empezamos el confinamiento.

*Doctora en Educación por el Programa Interinstitucional Ibero-Iteso en Puebla. Maestra en Calidad de la Educación por la Universidad de las Américas Puebla (Udlap) e Ingeniera en Alimentos por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)– Unidad Iztapalapa. Actualmente es la Coordinadora del Doctorado Interinstitucional en Educación.

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